No invadían Europa desde hace medio siglo, pero al despuntar el invierno boreal lograron atravesar otra vez el estrecho de Gibraltar decididas a probar suerte en el extremo sur de la península Ibérica. Son las langostas africanas, tenaces devoradoras de todo lo que encuentran a su paso.
Este voraz insecto, el Schistocerca gregaria, que invierte la mayor parte de su existencia en luchar por la supervivencia, logró en 1954 llegar por millones incluso hasta las islas británicas.
Pero los expertos del Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) creen que esta vez el vuelo no podrá prolongarse más allá del sur de Portugal.
A pesar de esa convicción, la alarma comenzó a cundir a inicios de este mes, cuando millones de saltamontes llegaron a las españolas Islas Canarias y pocas horas después aterrizaban en la región meridional portuguesa de Algarbe, la zona que cuenta con el clima invernal más amable de Europa.
Las langostas comenzaron a morir en Algarbe, porque las temperaturas de la región, de entre 16 y 22 grados, son gélidas para la especie, que normalmente no logra superar el norte de Argelia, Libia, Marruecos y Túnez, donde permanecen inactivas desde esta época del año hasta mayo o junio de la próxima primavera septentrional.
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Sin embargo, el alerta persiste, ya que los informes indican que, pese a las grandes cantidades de insecticidas utilizadas en septiembre, el número de langostas había aumentado en forma que asustaba en Mauritania, Malí y Senegal, invadiendo grandes valles con fuertes vientos que las empujan hacia el norte de Africa.
Cada año, son pocos los saltamontes que sobreviven entre el Sahel africano y el Atlas conformado por los países de la orilla sur del Mediterráneo.
Para luchar contra las condiciones adversas del ambiente y la vida precaria, los insectos ponen miles de huevos, como única forma de preservar su especie, pero son pocos los que prosperan, ya que necesitan un ambiente húmedo, poco común en una zona dominada por el vasto desierto del Sahara.
No obstante esta condición predominante en esa región del mundo, el clima se ha ido convirtiendo en cada vez más caprichoso en los últimos años debido a la emisión incontrolada de dióxido de carbono a la atmósfera, que causa el llamado efecto invernadero.
Es lo que ocurrió el 21 y 22 de octubre de 2003, cuando lluvias torrenciales en el Sahara del sur crearon el terreno propicio para la reproducción de los voraces insectos, que ponen un promedio de 150 huevos cada uno, subraya un estudio científico publicado por el semanario portugués Visão.
Según Keith Cressman, del grupo de estudio de los saltamontes de la FAO, citado por la revista, en esas fechas "cayeron 200 milímetros de agua en zonas donde el promedio es de un milímetro por año, lo que favoreció la ruptura de la cáscara dando vida a millones de insectos, que después se unieron en un único enjambre con las plagas de langostas de la misma especie provenientes de Malí, Mauritania, Níger y Sudán.
Este tipo de saltamontes, el Schistocerca gregaria, cuya esperanza de vida es de seis meses, puede alcanzar los 15 centímetros, crece aislado hasta juntarse un gran número a su alrededor, transformándose en gregario y cambiando de su color marrón original a rojo, sin que los científicos se hayan explicado cómo y porqué.
A partir de allí, su historia es cíclica: en el invierno, sube hacía el norte, alcanzando los territorios de Argelia, Libia, Marruecos y Túnez, donde vuelve a poner sus huevos. Al descascar, los nuevos insectos vuelan hacia el sur y en algunos casos, dependiendo de los vientos, llegar hasta Egipto hacia el oriente y a las Islas Canaria y Portugal hacia el occidente.
La bitácora de 2004 de los nuevos ciclos de preocupantes de plagas de langostas dispuestas a devorar toneladas de cultivos da inicio en febrero, cuando comienzan a formarse los primeros enjambres, que vuelan en dirección a Libia, Marruecos y Túnez, mientras al mismo tiempo, otro tipo de saltamontes surge en Arabia Saudita.
Entre marzo y junio de 2004, la situación es de tal gravedad, que los países afectados solicitan ayuda internacional y toneladas de insecticidas son lanzadas en las zonas más críticas. Durante la primavera boreal, las situaciones más críticas se registran en Arabia Saudita, Argelia, Libia, Níger, Marruecos, Mauritania y Sudán.
A partir de fines de junio y hasta agosto, los enjambres comienzan a bajar nuevamente hacia el sur, empujados por fuertes vientos del norte, que son los más frecuentes en esa época del año. En julio, la plaga logra atravesar una buena porción del océano Atlántico, posándose en el archipiélago de Cabo Verde.
A pesar del uso a destajo de poderosos insecticidas, los enjambres siguen aumentando y en septiembre, ahora los vientos del sur vuelven a empujarlos desde Malí, Mauritania y Senegal hacia el norte, para finalmente hacer su aparición este diciembre en el archipiélago de Canarias y en Portugal.
Todo dependerá ahora de las temperaturas y los vientos. Si el termómetro comienza a subir demasiado respecto de los promedios normales de la época y se hace sentir el soplido del Sahara, en lugar de permanecer inactivos en el norte de Africa hasta la próxima primavera, los saltamontes podrían cruzar el Mediterráneo, causando daños incalculables a la agricultura del sur de Europa.
Las plagas de langostas es un fenómeno que desde los albores de la historia escrita aterroriza al hombre. La propia Biblia, en Exodo 10:15, las describe como enjambres "que se establecen en todas partes y en gran número, cubriendo todo el suelo, hasta ponerse todo negro, devorando todo lo que crece en los campos y los frutos de los árboles.