PALESTINA: Arafat, héroe y espejo de una nación de refugiados

Nelson Mandela describió a Yasser Arafat como el líder que ”transformó a los palestinos de refugiados en una nación».

Muchos creen lo mismo, en especial los compatriotas del líder palestino, todavía lejos del estado propio. Pero, por cierto, Arafat los acercó a esa posibilidad. Al igual que muchos de ellos, él fue un refugiado la mayor parte de su vida.

”El héroe palestino que murió hoy nunca renunció al objetivo esencial: guiar a nuestro pueblo al escenario internacional y sacarlo del agujero negro en que los enemigos querían hacernos desaparecer”, escribió Elias Sanbar, editor de la Revista de Estudios Palestinos, en el periódico francés Le Monde.

Arafat estaba bajo tratamiento médico desde el 29 de octubre en el hospital militar de Percy, unos pocos kilómetros al sur de París.

Los primeros informes sugerían que padecía una enfermedad del estómago. Otras versiones indicaban que sufría de leucemia o que había sido envenenado. El líder palestino perdió la conciencia el día 3 y nunca la recobró.

Los cuatro funcionarios palestinos de más alto rango visitaron a Arafat en el hospital el día 4. La delegación incluyó al primer ministro Ahmed Qureia, al canciller Nabil Shaath, al secretario general de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Mahmoud Abbas, más conocido como Abu Mazen, y al presidente del parlamento palestino, Rahwi Fattouh.

Según Shaath, los médicos tratantes de Arafat señalaron que la avanzada edad del líder, la vida azarosa que tuvo desde su juventud y las malas condiciones sanitarias de su reclusión de tres años y medio en la Mukata, sede de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) en Ramalá, sitiado por Israel, ”contribuyeron a diversos males del tracto digestivo”.

Arafat, cuyo verdadero nombre era Mohammad Abdel Raouf al-Qoudwa al-Husseini, nació en El Cairo en 1929, en una familia palestina acomodada. Otras versiones fijan su nacimiento en Jerusalén o en Gaza. De cualquier manera, pasó su infancia en las tres ciudades.

Se incorporó al movimiento por la liberación de Palestina en abril de 1948. En ese año, formó parte del ejército egipcio en la primera guerra árabe-israelí, que se extendería hasta 1949.

El periodista israelí Amnon Kapeliouk escribió en su biografía ”Arafat l’irreductible” (”Arafat, el irreductible”), que dos acontecimientos lo empujaron a incorporarse al movimiento de liberación.

”El 7 de abril, Abd al Kader al-Husseini, líder de las fuerzas palestinas de la Jihad (guerra santa), fue asesinado cerca de Jerusalén”, escribió Kapeliouk. ”Dos días después, ocurrió la masacre de Deir Yassin, en que las organizaciones terroristas judías Stern e Irgoun mataron a 250 hombres, mujeres y niños palestinos”.

En 1952, cuando estudiaba ingeniería en la Universidad de El Cairo y caía la monarquía egipcia, se integró al movimiento estudiantil palestinos y formó parte de sus milicias.

Arafat contó con el aval del líder egipcio Gamal Abdel Nasser para organizar y participar en ataques contra objetivos israelíes desde Gaza, entonces parte del territorio de Egipto. En 1956, el mismo en que se graduó de ingeniero, combatió en la segunda guerra árabe-israelí y fue ascendido a teniente del ejército egipcio.

Al año siguiente se trasladó a Kuwait, donde montó una empresa de construcción y fundó el partido Al Fatah, que no fue aceptado de inmediato por las autoridades de Egipto, Jordania y Siria, que lo consideraron subversivo.

Pero Arafat se instaló en 1963 en Siria, ya con la bendición oficial, y en 1967 se mudó con su organización a Jordania, desde donde condujo en persona combates contra el ejército israelí, muchas veces en apabullante inferioridad de condiciones.

Un año después de la guerra de los Seis Días de 1967, en que Israel arrebató a Egipto los territorios de Gaza y Sinaí, a Siria las alturas del Golán y a Jordania, Cisjordania, Arafat incorporó a Al Fatah a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), la cual presidió desde el año siguiente y hasta su muerte.

La luna de miel entre Arafat y Jordania duró hasta 1970, cuando los fedayines (combatientes) de Al Fatah y otras facciones palestinas se enfrentaron armas en mano con el ejército comandado por el rey Hussein.

La OLP debió mudarse de nuevo, esta vez a Líbano, donde su presencia fue uno de los detonantes de la guerra civil desatada en 1975. Su líder mantenía, mientras, su oficina en Damasco.

En 1974, Arafat logró que la OLP aceptara, no sin resistencias de los grupos más radicales, la existencia del estado de Israel, si bien circunscripta a la división de territorios determinada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1947.

Por esos años, la Liga Arabe y la comunidad internacional en general aceptaba a la OLP como única representante legítima del pueblo palestino.

En 1974, el líder palestino dijo ante la Asamblea General de la ONU que tenía una rama de olivo en una mano, símbolo de paz, y con un fusil en la otra, símbolo de la lucha por un estado palestino independiente. ”No me dejen tirar la rama de oliva”, afirmó ante los líderes del mundo.

La Asamblea General reconoció entonces el derecho a la independencia del pueblo palestino y al retorno de los millones de refugiados desperdigados por todo el mundo, en especial en el mundo árabe, a su lugar de origen.

Arafat comenzó a viajar a las capitales de todo el planeta en busca de apoyo para su causa, y fue reconocido ampliamente como el representante más legítimo de los palestinos.

Pero eso no impidió que los fedayines de la OLP fueran obligado a abandonar Líbano, empujado por el constante hostigamiento militar de Israel y de Siria.

Expulsado de Damasco, Arafat se reunió con sus fuerzas en Líbano, de donde, asediados por tropas sirias, pudo escapar con ayuda de Francia y Grecia. La OLP se instaló entonces en Túnez.

La intifada, insurrección popular palestina contra el dominio israelí, surgió en 1987 de manera autónoma en los territorios ocupados, pero Arafat le brindó rápidamente su apoyo.

En 1988, la OLP anunció públicamente su disposición a hacer las paces con Israel. Ese mismo año, el rey Hussein de Jordania proclamó que cesaba su reclamo en torno de la soberanía de Cisjordania, la cual cedió a la OLP.

Cinco años después, Arafat firmó los acuerdos de Oslo con el primer ministro israelí Yitzhak Rabin. Volvió a Palestina en julio de 1994, luego de más de 20 años de exilio y en el marco de una cesión gradual de la autonomía a las localidades ocupadas por Israel en 1967.

Rabin y Arafat recibieron el premio Nobel de la Paz por sus esfuerzos para alcanzar el acuerdo.

Pero la muerte de Rabin en noviembre de 1995 a manos del extremista religioso israelí Yigal Amir detuvo el proceso de paz. Los líderes israelíes que sucedieron al asesinado primer ministro reanudaron la construcción de asentamientos judíos en territorio palestino.

Robert Malley, asistente especial para asuntos árabe-israelíes del ex presidente estadounidense Bill Clinton (1993-2001), sostuvo que las negociaciones siempre se vieron obstaculizadas por las continuas operaciones israelíes en los territorios ocupados y el crecimiento de las colonias.

Cuando el ex primer ministro israelí Ehud Barak y Arafat se reunieron en 2000 para reanudar las conversaciones de paz, ”Israel todavía no había terminado el repliegue de sus tropas y todavía controlaba 30 por ciento de Gaza y cerca de 60 por ciento de Cisjordania”, escribió Malley.

Prácticamente todos los líderes israelíes después de Rabin, con el claro apoyo del gobierno estadounidense, señalaron a Arafat como el principal escollo hacia la paz.

El escritor israelí y premio Nobel de la Paz Elie Wiesel dijo en noviembre que ”Arafat fue el mayor obstáculo a la paz entre Israel y los palestinos” y que su muerte marcaría ”el comienzo de una nueva era de esperanza en Medio Oriente”.

Estados Unidos e Israel han sostenido eso mismo en los últimos años, y ahora tendrán que revisar la estrategia. Deberán buscar una nueva excusa para bloquear la creación de un estado palestino o comenzar las negociaciones con los herederos de Arafat. (

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