ESTADOS UNIDOS: De Plymouth a Bagdad

Los estadounidenses cortaron este jueves el pavo en la tradicional comida del Día de Acción de Gracias. Pero la influencia de los peregrinos que inauguraron la tradición hace casi cuatro siglos no fue solo gastronómica.

El Día de Acción de Gracias de 1621 fue la ocasión en que los peregrinos establecidos en la colonia de Massachusetts celebraron su primer año de supervivencia en el continente americano.

Es posible trazar coincidencias entre la visión del mundo del gobierno de George W. Bush y la que movilizó a esos colonos de Gran Bretaña a Plymouth Rock, a través del norte del océano Atlántico a bordo del diminuto velero The Mayflower.

De hecho, la influencia ideológica y religiosa de los primeros peregrinos —mayoritariamiente de la corriente de fe ”separatista”, cuyos seguidores se autodenominaban ”santos”— ha sido constante en el pensamiento estadounidense y en la política exterior de este país.

Muchos consideran que los textos clave para comprender el carácter nacional son la Declaración de Independencia y la Constitución, producto de la Ilustración, escuela europea de pensamiento originada en Francia que proclamaba el conocimiento como fuente de la emancipación humana.

Pero se subestima con frecuencia el aporte original de los radicales protestantes que colonizaron Nueva Inglaterra, quienes también pusieron su sello en la futura nación.

Los separatistas proclamaban la visión más extrema del puritanismo o calvinismo. Creían que el Papa, máximo sacerdote de la Iglesia Católica romana, encarnaba al Anticristo, y también estaban lejos de la Iglesia Anglicana oficial en Gran Bretaña porque remedaba al catolicismo.

También evitaban el contacto con congregaciones puritanas menos devotas, pues temían a la contaminación espiritual.

La autopercepción de los primeros colonos como ”pueblo elegido” comprometido con Dios a cumplir con una ”misión” providencial es central en la identidad puritana, forjada en la persecución religiosa que los obligó a abandonar Gran Bretaña.

Esas ideas se consolidaron con la difícil travesía oceánica y por las dificultades del primer invierno en el Nuevo Mundo. Después de sobrevivir, creyeron que Dios los había preservado con un propósito.

Los puritanos, muy fuertes en la entonces creciente clase mercantil, creían que Dios intervenía directamente en la vida de los seres humanos y que la acumulación de riquezas, obtenida por medios justos, demostraba una entereza moral merecedora del favor de Dios.

”Dios bendijo mi hacienda”, gustaban de decir los puritanos, para quienes ”el éxito en los negocios se convirtió en señal de gracia espiritual”, sostuvo el experto británico George Monbiot.

De todos modos, los puritanos se abstenían de toda ostentación y se sentían impulsados a ayudar a los menos afortunados, una tendencia similar al ”conservadurismo compasivo” proclamado por Bush. Aunque siempre percibían en la pobreza la evidencia del fracaso moral.

Al poder lo veían bajo la misma luz que a la riqueza. En su primer año en Massachussetts, dependieron para sobrevivir de la ayuda de los nativos norteamericanos que les enseñaron cómo aprovechar los recursos locales.

Pocos años después, los empujaron hacia el oeste haciendo uso del poder que les daban sus armas de fuego. Cuando los primeros colonos habían dejado este mundo, sus hijos ya vendían indígenas como esclavos en Virginia, el Caribe, España y Marruecos, indicó el profesor Robert Venables, de la Universidad de Cornell.

Como eran ”salvajes”, los indígenas eran considerados menos humanos, interpretación naturalmente impulsada por la creencia en que Dios recompensaba a los rectos y por las guerras por el territorio que se sucedieron durante casi 300 años.

Así, la pronta conquista del continente y más allá por parte de los descendientes de los peregrinos fue comprendida como el cumplimiento de la voluntad de Dios, o de un ”destino manifiesto”.

No es una simple especulación creer que el poder sin igual de Washington en el mundo de hoy no es más que un reflejo de lo que sus gobernantes perciben como la bondad moral del país.

Estrechamente ligada con esta visión está la convicción por parte de los puritanos de que tienen la misión de redimir al mundo. Creen fervientemente que su propósito es actuar para que otras congregaciones religiosas y naciones los sigan hacia la salvación.

La primera y más famosa declaración de tal pensamiento se pronunció en 1630, apenas nueve años después del primer Día de Acción de Gracias, cuando John Winthrop, luego gobernador de la colonia, llamó a los colonos a considerarse ”una ciudad sobre una colina, con los ojos de todo el mundo sobre nosotros”.

Según él, la colonia en la bahía de Massachusetts era una tierra santa, un ”nuevo Israel”, y su llegada al lugar era tan milagrosa como el éxodo del pueblo judío desde Egipto.

Esta misión redentora ha sido asumida por líderes religiosos y políticos de Estados Unidos en todos estos siglos, según el libro ”El disparate del Imperio: Lo que George W. Bush podría aprender de Theodore Roosevelt y Woodrow Wilson”, del analista político John Judis.

”La misión es, sobre todo, religiosa o moral en naturaleza, y se define como lucha entre el bien y el mal, para la redención y la salvación”, escribió Judis.

”En 1919, al argumentar en favor del tratado que estableció la Liga de las Naciones, el presidente Woodrow Silson declaró: 'De esta decisión no depende nada menos que la salvación del mundo'”, recordó el experto.

George W. Bush llamó a Estados Unidos en 2002 a derrotar al ”eje del mal” que trazó entre Irán, Iraq y Corea del Norte.

En noviembre de 2003, declaró que ”el avance de la libertad es el llamado de nuestro tiempo. Es el llamado de nuestro país… Creemos que la libertad es el designio de la naturaleza. Creemos que la libertad es la dirección de la historia.” (

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