Los discursos de odio y los ataques de milicias progubernamentales contra musulmanes y extranjeros, tanto franceses como africanos, amenazan con convertir el conflicto civil de Costa de Marfil en una guerra abierta.
La organización de derechos humanos Human Rights Watch, con sede en Nueva York, urgió a las autoridades marfileñas a poner fin a todas las emisiones de radio y televisión que inciten a la violencia contra supuestos opositores, y a asegurar que las milicias progubernamentales dejen de atacar y amenazar a civiles.
Costa de Marfil, el mayor productor de cacao del mundo, comenzó a deslizarse hacia el caos el día 4, cuando el ejército atacó la zona del norte controlada por rebeldes y puso fin a un frágil cese del fuego de 18 meses.
En el proceso, fueron muertos nueve soldados franceses de una misión de mantenimiento de la paz, y Francia, en represalia, destruyó casi por completo la fuerza aérea marfileña.
La fuerza de paz que Francia comanda con la Organización de las Naciones Unidas (ONU) tiene el mandato de controlar el cese del fuego acordado en mayo de 2003 entre los insurgentes y el gobierno de Laurent Gbagbo, tras una guerra civil que dividió el territorio entre el sur, dominado por el gobierno, y el norte rebelde.
La Operación de la ONU en Costa de Marfil (Unoci, por sus siglas en inglés), creada por el Consejo de Seguridad en abril de 2004, tiene 6.000 uniformados. En un convenio peculiar, los soldados franceses tienen la facultad de actuar sin someterse a la autoridad del foro mundial.
Francia, el antiguo dominador colonial de Costa de Marfil, envió 600 soldados adicionales para respaldar su unidad de 4.000 hombres.
Se teme que los actuales combates afecten a países vecinos frágiles como Sierra Leona y Liberia, que intenta recuperarse de sus propias guerras civiles, e incluso a otros países.
El presidente de Sudáfrica, Thabo Mbeki, actúa de mediador entre ambos bandos por mandato de la Unión Africana y la Comunidad Económica de Estados de Africa Occidental. Su objetivo es persuadir a Gbagbo y al líder opositor Alassane Ouatarra de que se sienten a la mesa de negociaciones, junto con el presidente de los vecinos Gabón, Omar Bongo, y Burkina Faso, Blaise Compaore. La semana pasada, el mandatario sudafricano se reunió con su par marfileño Gbagbo en Abidján, la capital comercial de Costa de Marfil.
Tras la reunión, Mbeki dijo a la prensa que se sentía "animado" por el compromiso de Gbagbo de restaurar la paz en ese país dividido.
Mbeki también se reunió con el presidente de Burkina Faso, Blaise Compaore, quien está acusado por las autoridades marfileñas de apoyar a los rebeldes, y anunció que dialogará también esta semana con el líder insurgente Guillaume Soro, como parte de los esfuerzos de paz.
La Unión Africana "precisaba a alguien de fuera de la región (de Africa occidental) para hablar con los marfileños", comentó a IPS Che Ajulu, investigador del Instituto para el Diálogo Global, de Johannesburgo.
Quizá la tendencia más preocupante en la crisis marfileña es la creciente brecha étnica y religiosa, atribuida en parte a los discursos de odio.
En los últimos años, inmigrantes musulmanes y de Africa occidental han sido atacados por milicias que los acusan de respaldar la rebelión del norte, recordó Human Rights Watch.
Además, el sentimiento antifrancés se agudizó en los últimos tiempos, en especial entre los paramilitares progubernamentales. Más de 5.000 extranjeros, en su mayoría franceses, han sido evacuados de Costa de Marfil desde la semana pasada.
"Los franceses eran el principal blanco de los ataques xenófobos de las milicias. Ahora, tenemos que éstas se vuelquen contra musulmanes, residentes del norte e inmigrantes de otros países de Africa occidental", manifestó Peter Takirambudde, director ejecutivo de la División Africana de Human Rights Watch.
"Dada la historia de abusos de las milicias en la crisis política de Costa de Marfil, la ONU debería anticiparse a esos ataques y estar lista para responder", exhortó Takirambudde.
Según Ajulu, la antipatía hacia los extranjeros se limita a las milicias progubernamentales.
"El panorama que se presenta de Costa de Marfil es equivocado, y no creo que refleje el sentimiento de los marfileños", expresó.
Cuando los rebeldes se alzaron en 2002, los franceses bloquearon su avance hacia Abidján y alentaron el diálogo para resolver los dos problemas más conflictivos del país: los criterios para el otorgamiento de la ciudadanía y la propiedad de la tierra.
Actualmente, varios millones de habitantes del norte, descendientes de trabajadores inmigrantes, están impedidos de poseer tierra y adquirir la ciudadanía marfileña.
Francia también pretendía un acuerdo sobre requisitos de elegibilidad para los candidatos presidenciales, tras la exclusión de un candidato del norte en dos elecciones.
Varios expertos consideran que la solución a la crisis de Costa de Marfil sería la renuncia de Gbagbo.
"Gbagbo se ha negado a aplicar los acuerdos de paz", dijo Ajulu, en referencia a los pactos de enero de 2003 y julio de 2004 entre el gobierno y los rebeldes. "Si él saliera del escenario, sería mejor para el proceso de paz", concluyó.
El líder rebelde Soro, que también reclama la salida de Gbagbo, manifestó aprobación por la decisión de la ONU de imponer un embargo de armas a Costa de Marfil.
Según la resolución, redactada por Francia, se congelarán los activos y las cuentas bancarias los funcionarios del gobierno marfileño que obstruyan los esfuerzos de paz, además de impedírseles los viajes internacionales. ***** + Costa de Marfil: Papel pacificador de Francia en tela de juicio (https://www.ipsnoticias.net/interna.asp?idnews=31964)