MUSICA-CHINA: Mozart en la Ciudad Prohibida

Cuando los ”tres tenores” dieron un concierto en la llamada Ciudad Prohibida de la capital china, hace cuatro años, pocos se quejaron de que los virtuosos del ”bel canto” no incluyeran ninguna obra local en su repertorio.

El italiano Luciano Pavarotti y los españoles Plácido Domingo y José Carreras realizaron en 2000 aquel recital, organizado para promover la candidatura de Beijing como sede de los Juegos Olímpicos de 2008. Pero en el espectáculo no hubo ninguna referencia a la cultura china.

Cuatro años después, el francés Jean Michel Jarre, pionero de la música electrónica con efectos visuales, ofreció el 10 de este mes un concierto en el que casi la mitad del repertorio se basó en canciones chinas interpretadas con instrumentos típicos.

El extravagante concierto de Jarre fue el tercer espectáculo musical con figuras internacionales permitido por los líderes comunistas chinos en la Ciudad Prohibida, el antiguo palacio imperial.

El primero fue el histórico regreso en 1998 de la ópera ”Turandot”, del compositor italiano Giacomo Puccini (1858-1924), a Beijing, escenario original de su historia. El segundo fue el concierto de los ”tres tenores”.

La interpretación de Jarre de melodías chinas famosas con instrumentos típicos, apoyados por un equipo de sonido de alta definición, fue calificado por la prensa al día siguiente de ”revolucionaria”.

Con independencia de lo inusuales que hayan sonado las interpretaciones de Jarre en Beijing, fueron un paso más en la deseada integración china con la música occidental.

En el libro ”Rhapsody in red: How Western classical music became Chinese” (”Rapsodia en rojo: cómo la música clásica occidental se volvió china”), la periodista estadounidense Shelia Melvin y el músico chino Jingdong Cai señalan que casi no hay orquesta sinfónica en Estados Unidos que no tenga a algún músico chino.

China es el mayor fabricante de pianos, y unos 38 millones de niños chinos estudian ese instrumento.

Compositores e intérpretes chinos de música clásica reciben con frecuencia premios internacionales. Las jóvenes pianistas Lang Lang y Li Yundi son reconocidas como dos de las mejores del mundo.

”Sin música clásica no habría modernidad”, dijo el director de la Orquesta Nacional Sinfónica de China, Li Delun. El músico, citado en el libro, es uno de los pocos que ha sobrevivido a las purgas de funcionarios realizadas por el Partido Comunista durante la llamada ”revolución cultural”.

La música clásica occidental siempre gozó de un lugar especial en la sociedad china, ya que fue amada tanto por emperadores como por intelectuales y revolucionarios.

El misionero jesuita italiano Matteo Ricci fue uno de los primeros en introducirla en el país. Ricci regaló un clavicordio al emperador chino Wan Li en 1601, e incluso enseñó a funcionarios imperiales cómo tocarlo.

Años después, el representante de la corona británica Lord Macartney se presentó ante el emperador Qianlong para negociar acuerdos comerciales, y llegó acompañado de una banda alemana para impresionarlo.

La corte de la dinastía Qing (1616-1911) siempre fue aficionada a la música occidental, al punto de que varios emperadores tuvieron sus propias orquestas de cámara. Sin embargo, el conocimiento de ese arte no se propagó más allá de las murallas del palacio imperial.

Fue a mediados del siglo XIX cuando las cosas comenzaron a cambiar.

Misioneros cristianos europeos empezaron a enseñar a sus nuevos fieles canto, teoría musical y ejecución de instrumentos como el piano y el violín. La difusión del cristianismo en todo el país llevó a la música clásica fuera de la Ciudad Prohibida.

La población china consideró a la música occidental un símbolo de progreso y modernidad.

En el siglo XX, el Partido Comunista mantuvo esa concepción, y el líder revolucionario Mao Zedong incluyó a la música clásica entre las ”cosas modernas” que China debía aprender de los países occidentales.

En los años 90, muchos gobiernos municipales chinos comenzaron a usar la música clásica para presentar una imagen más moderna.

Las autoridades de la oriental ciudad de Shanghai encargaron a un arquitecto francés el diseño de un teatro de ópera de última generación por valor de 157 millones de dólares, al lado de las oficinas del Partido Comunista en la ciudad.

Beijing construye a su vez, frente a la Ciudad Prohibida, el Gran Teatro, de cristal y acero, por valor de unos 400 millones de dólares y también diseñado por un arquitecto francés.

Pero Melvin y Cai señalan que mientras el gobierno chino invierte grandes sumas de dinero para construir espléndidos edificios, poco o nada hace para apoyar a los músicos.

Muchas orquestas chinas están en bancarrota, y las entradas para espectáculos musicales, que casi nunca se agotan, son regaladas a empleados públicos.

Para los chinos, el éxito internacional es la única vía para poder vivir de la música, y es por eso que los estudiantes se concentran casi exclusivamente en perfeccionar su técnica.

Pero varios maestros de la Metropolitan Opera House de Nueva York, que dieron clases especiales hace cuatro años en el Conservatorio de Shanghai, quedaron asombrados ante la falta de conocimientos básicos de los estudiantes de canto chinos.

Todos tenían una técnica excelente, pero muy pocos de ellos sabían decir en qué siglo vivió el compositor austriaco Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791). (

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