Con autorizaciones en mano y hasta un aval de la Unesco, la firma transnacional estadounidense Wal-Mart vence resistencias y se alista para abrir una tienda a menos de dos kilómetros de las imponentes pirámides de Teotihuacán. Pero sus opositores no se dan por vencidos y dicen que frenarán el proyecto.
Nuestro país está haciendo el ridículo ante la comunidad internacional por permitir que se instale una transnacional en una zona que es patrimonio mundial, dijo a IPS Jaime Lagunez, portavoz del Frente Cívico de Defensa del Valle de Teotihuacan, un grupo integrado por vecinos y comerciantes de la famosa zona arqueológica.
La nueva tienda Wal-Mart, cuya construcción está prácticamente terminada, será inaugurada el 15 de noviembre, afirmaron sus directivos, que hacen oídos sordos de las protestas del Frente y de muchos artistas e intelectuales, según los cuales la empresa transnacional contaminará el entorno de la zona.
Pero esa contaminación, al menos en los visual, ya existe. La tienda funcionará dentro del perímetro de San Juan Teotihuacan, un pequeño pueblo vecino a la ciudadela arqueológica que ha crecido sin descanso en los últimos 20 años hasta sumar hoy más de 45.000 habitantes
Un informe del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios de la Unesco (Fondo de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura), señala que, aunque la tienda de Wal-Mart cumple con los requisitos marcados por acuerdos internacionales, es necesario que las autoridades revisen la planificación de la zona, pues ya existe una grave alteración de la imagen urbana.
Wal-Mart construyó su supermercado con la autorización del estatal Instituto Nacional de Arqueología e Historia y de varias dependencias menores de México.
Frente a las protestas de los pobladores, el gobierno de Vicente Fox y la municipalidad donde se ubica el famoso complejo arqueológico revisaron los permisos otorgados a la firma transnacional y los refrendaron.
La Unesco y el gobierno están equivocados. Lo que pasa aquí en Teotihuacan es una afrenta a la cultura y no lo permitiremos, declaró Lagunez, cuyo grupo ha realizado varios ayunos, marchas, protestas y denuncias públicas contra la construcción de la tienda.
Ya verán, Wal-Mart no pasará, pues estamos dispuestos a todo, advirtió el portavoz del Frente, varios de cuyos miembros reconocen que, más allá de los valores culturales que dicen defender, está en juego la supervivencia de sus pequeñas tiendas del pueblo de San Juan.
En una carta pública, el pintor Francisco Toledo y los escritores Homero Aridjis y Carlos Monsiváis se sumaron a las protestas y demandaron demoler la tienda Wal-Mart, una transnacional que el año pasado vendió en México más de 12.000 millones de dólares en productos y atendió a 600 millones de clientes.
Teotihuacan fue para los antiguos mexicanos el lugar donde la humanidad se divinizó, el sitio preciso donde el sol subió al cielo. Teotihuacan es para los mexicanos de hoy nuestro máximo monumento cultural, la expresión mayor de nuestra historia y de nuestra personalidad como pueblo. No podemos permitir una lesión a nuestra raíz, señalaron.
Según Aridjis, la pelea por Teotihuacan es una guerra de símbolos: el símbolo del México antiguo contra el símbolo del comercio transnacional, los McDonald's y el maíz transgénico contra la Serpiente Emplumada y los alimentos tradicionales de México, el Día de Muertos contra Halloween, las calaveras contra las calabazas.
De color ocre y con una altura de menos de 10 metros, el nuevo edificio de Wal Mart, ya casi terminado, no será el único comercio de la zona vecina a la ciudadela arqueológica, aunque sí el más grande por ocupar con estacionamientos y jardines un área total de 1,5 hectáreas.
La empresa estadounidense, que reclutó a sus nuevos empleados entre los habitantes del poblado de San Juan, compartirá vecindad con un hotel y con una estrecha calle plagada de pequeños comercios, letreros de colores estridentes y postes de iluminación nocturna, de donde salen de forma desordenada docenas de cables.
Esa infraestructura urbana se yergue sobre terrenos en los que hace cientos de años transitaron y construyeron viviendas los miembros de un pueblo indígena dueño de importantes conocimientos en arquitectura y astronomía. De hecho, bajo varias casas y comercios, entre ellos la tienda de Wal-Mart, se han encontrado vestigios arqueológicos.
Sí, es cierto, aquí el paisaje de la calle es feo y no tiene relación con la pirámides, pero no se vale que ahora vengan estos señores (de Wal-Mart) con su poder a quitarnos la clientela, expresó a IPS Laura Villagrán, dueña de una pequeña farmacia ubicada a menos de 500 metros de la nueve tienda.
Esa opinión contrastó con la de sus vecinos Mario Jaime, Gustavo Salgado y Guadalupe Nativitas, quienes señalaron a IPS que la nueva tienda trajo empleos y progreso a San Juan Teotihuacan. Por fin tendremos acceso a una tienda con productos de calidad, sostuvo Salgado.
Por su parte, Lagunez asegura que Wal-Mart lavó el coco (el cerebro) a muchos vecinos hasta convencerles que la tienda será casi un servicio social.
En las calles de San Juan se pueden observar carteles en los que la firma transnacional ofrece empleos y afirma ser amiga del poblado.
Las edificaciones y caminos construidos en los últimos 20 años sobre lo que fue la ciudad original de Teotihuacan dejaron únicamente a salvo el centro ceremonial de 263 hectáreas y parte de otras 200 hectáreas que lo rodean. La extensión original del complejo arqueológico se estima en 3.500 hectáreas.
Arqueólogos advierten que mucho de la enigmática ciudadela arqueológica de Teotihuacan, que en 2003 recibió a 2,1 millones de visitantes, guardará sus secretos para siempre bajo el cemento del crecimiento urbano.
Esos expertos vaticinan que en 20 años más quedarán sólo el centro ceremonial de Tollan Teotihuacán, nombre nativo que significa allí donde los hombres se convierten en dioses.
Teotihuacan es el nombre que le dieron al lugar los aztecas, quienes lo descubrieron alrededor del año 1300 de la era cristiana. Pero nadie conoce su denominación original.
La ciudadela fue edificada a inicios de la era cristiana y alcanzó su esplendor entre los años 450 y 600. Para el 700 sus habitantes lo abandonaron por causas desconocidas.
Los aztecas, impresionados por las edificaciones abandonadas, pensaron que habían sido construidas por gigantes con la ayuda de los dioses, según historiadores.
El conjunto ceremonial principal está formado por las pirámides del Sol y de la Luna y por templos, plataformas y lugares de residencia distribuidos a los lados de la Calzada de los Muertos, de cinco kilómetros de longitud y un ancho que varía entre 50 y 100 metros.
El edificio mayor, la pirámide del Sol, tiene una altura equivalente a un edificio de 20 pisos y cuatro lados simétricos de 215 metros. El tamaño de su base es semejante al de la mayor de las pirámides de Egipto. (