ISRAEL-PALESTINA: Retirada de Gaza no equivale a la paz

El público israelí parece no advertir las implicancias internacionales de la propuesta gubernamental de retirar el ejército del área palestina de Gaza, pues lo percibe como un asunto meramente local.

Dentro de pocos días, el Knesset (parlamento unicameral) deberá resolver el futuro de la iniciativa del primer ministro Ariel Sharon, que incluye el desmantelamiento de todos los asentamientos judíos en Gaza y de cuatro en Cisjordania.

La forma en que se debate el asunto contrasta con el modo en que se ve desde el resto del mundo, donde la mayor atención se concentra en las consecuencias de la votación parlamentaria en el proceso de paz.

El problema es que la mayoría de los israelíes creen a pie juntillas que no contarán en el lado palestino con ningún socio confiable en el futuro previsible, aun considerando los dirigentes más moderados.

El opositor Partido Laborista, por ejemplo, restó importancia a declaraciones de uno de los principales asesores de Sharon, Dov Weisglass, según el cual la retirada de Gaza tiene el propósito de congelar el proceso de paz e impedir indefinidamente la fundación del estado palestino.

Está previsto que el centroizquierdista laborismo dé a Sharon el apoyo parlamentario que requiere para su plan.

Los israelíes no están preocupados por el futuro del proceso de paz.

Hoy, la atención del público se concentra en la posibilidad de una guerra civil, los llamado de rabinos a soldados para que se nieguen a cumplir la orden de abandonar Gaza y las declaraciones de colonos judíos según quienes la evacuación de territorio palestino es comparable con las atrocidades de la Alemania nazi.

Los pronósticos sobre problemas de seguridad en caso de que se concrete la retirada unilateral son, para los israelíes, de peso a la hora de evaluar la iniciativa de Sharon.

En las últimas dos semanas, los análisis abonan las hipótesis de un incremento de la violencia tanto en Gaza como en territorio israelí.

Combatientes palestinos pretenden demostrar que Israel se está ”retirando bajo fuego”, mientras el gobierno quiere dar señales claras de que la retirada no significa dejar de luchar contra la resistencia.

Las discusiones sobre seguridad se sustentan, con frecuencia, por argumentos puramente religiosos y nacionalistas. Los colonos usan una consigna bien simple: ”No desarraiguen a los judíos de sus casas.”

Sharon afronta una creciente presión política contra su plan, en especial de su propio partido, el conservador Likud. De todos modos, los colonos no lograron el pasado fin de semana repetir, ni por lejos, el éxito de sus convocatorias anteriores.

La mayoría del Likud y del gabinete reclaman un referéndum sin precedentes sobre el plan de retirada de Gaza. Sharon rechaza esa posibilidad, porque retrasaría su implementación, y preferiría ir a elecciones anticipadas.

Tal vez Sharon sea sincero al afirmar que no quiere retrasos innecesarios, pero también debe estar preocupado por el resultado de un referéndum. Las encuestras, que muestran una cómoda mayoría apoyando su plan, no son confiables en Israel.

A comienzos de este año, Sharon fue humillado por una asamblea de afiliados de su propio partido, en que la mayoría rechazó su iniciativa a pesar de todos los sondeos hacían prever lo contrario.

Sharon parece creer que su mejor apuesta está en el Knesset. Con el apoyo de apenas la mitad de los legisladores de su propio partido, podría obtener el apoyo de los laboristas, para quienes cualquier retirada de Gaza valdría el costo político de apoyar al primer ministro.

Pero algunos pequeños partidos de izquierda y árabes anunciaron que votarán contra el plan porque desconfían de las intenciones de Sharon.

Las declaraciones de Weisglass tienen importancia en esa decisión. El objetivo manifiesto de Sharon a lo largo de su gobierno ha sido dar a los palestinos no más de 40 por ciento de Cisjordania, como ”solución interina de largo plazo”. Lo que su asesor dijo es consistente con esa visión.

Al mantener su plan, Sharon parece confiar en que el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, resultará reelecto el 2 de noviembre.

A comienzos de este año, con el fin de mejorar la posición de Sharon dentro del Likud, Bush modificó la política oficial estadounidense en relación con Palestina y sostuvo por primera vez que la ”realidad en el terreno” indicaba que algunos asentamientos deberían quedar bajo control israelí luego de alcanzarse un acuerdo final de paz.

Mientras, la Unión Europea ha admitido que el plan de retirada podría marcar el fin más que el principio de un nuevo proceso de paz.

A comienzos de mes, los cancilleres del bloque advirtieron que la iniciativa no sustituía la hoja de ruta —patrocinada por la propia Unión Europea, la Organización de las Naciones Unidas, Estados Unidos y Rusia— ni la creación del estado palestino.

Los palestinos aplaudieron la presentación del plan, pero siempre han manifestado sospechas en cuanto a que la retirada de Gaza tenía como contrapartida el fortalecimiento del control israelí sobre Cisjordania.

Para la Autoridad Nacional Palestina, la retirada no implica el fin de la ocupación. Las fronteras, el espacio aéreo y el mar continuarán bajo control israelí. (

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