EEUU-IRAQ: En el nombre del padre

Las afirmaciones de George W. Bush acerca de las armas de destrucción masiva del derrocado régimen iraquí de Saddam Hussein y sus vínculos con la red terrorista Al Qaeda están totalmente desacreditadas, pero el presidente de Estados Unidos tenía otro as en la manga que también perdió.

Otro posible argumento de Bush para justificar la guerra contra Iraq y probar la peligrosidad del gobierno iraquí se relacionaba con el intento de asesinato de su padre, el ex presidente George H. Bush, hace 11 años. ”Después de todo, él fue quien intentó matar a mi padre”, dijo el mandatario, en referencia a Saddam Hussein.

Bush se refería a un supuesto complot de la inteligencia iraquí para asesinar a su padre, presidente entre 1989 y 1993, durante su visita triunfal a Kuwait en abril de 1993, dos años después de que fuerzas encabezadas por Estados Unidos expulsaran a Iraq de territorio kuwaití, en la primera guerra del Golfo.

Aunque sin nombrar a su padre, Bush se refirió al intento de asesinato en un discurso que pronunció en septiembre de 2002 ante la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), cuando exhortó al Consejo de Seguridad a aprobar una resolución terminante que exigiera a Saddam Hussein la entrega de sus supuestas armas de destrucción masiva.

Pero la divulgación este mes del informe de Grupo de Investigación en Iraq, el equipo estadounidense que investigó durante 15 meses los supuestos programas iraquíes de armas no convencionales, desacreditó por completo la hipótesis de que Saddam Hussein haya planificado el atentado.
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Además de determinar que las armas de destrucción masiva de Iraq habían sido desmanteladas por completo en 1999, después de la guerra del Golfo, el informe del equipo encabezado por Charles Duelfer presenta una visión del mundo de Saddam Hussein que vuelve totalmente inverosímil la versión de que él habría intentado matar a Bush padre.

El supuesto complot nunca fue citado oficialmente como una causa de la guerra contra Iraq, pero algunos expertos, entre ellos Maureen Dowd, del New York Times, han especulado con que la venganza o algún deseo edípico de demostrar fuerza ante su padre pudieron ser uno de los factores que llevaron a Bush a la guerra.

”¡Yo también quiero a mi padre, pero por favor!”, decía una pancarta en una gran marcha contra la guerra realizada en febrero de 2003, un mes antes de la invasión de Iraq.

Las circunstancias del supuesto complot, que terminaron en el juicio y la condena de 11 iraquíes y tres kuwaitíes, siempre provocaron escepticismo, aunque el propio presidente Bill Clinton (1993-2001), sucesor de Bush padre, parecía convencido cuando ordenó un ataque con misiles contra la sede de los servicios de inteligencia en Bagdad que causó la muerte a tres civiles, en junio de 1993.

Clinton ordenó el ataque tras recibir informes del Buró Federal de Investigaciones (FBI) y la Agencia Central de Inteligencia (CIA).

Según el informe Duelfer, Saddam Hussein estaba convencido de que la CIA había penetrado profundamente su régimen y por lo tanto la agencia no sólo sabría que las armas no convencionales iraquíes estaban desmanteladas, sino también conocería todas las operaciones de inteligencia importantes.

En tales circunstancias, es difícil imaginar por qué el mandatario iraquí ordenaría asesinar al presidente de Estados Unidos.

Aún más interesante es la visión que Saddam Hussein tenía de Estados Unidos. Aunque disfrutaba del ”prestigio” de ser un enemigo de este país, también consideraba ”igualmente prestigioso ser un aliado de Estados Unidos”, dice el informe, basado en entrevistas de los más cercanos asesores del ex mandatario iraquí.

De hecho, desde 1991, ”funcionarios iraquíes muy cercanos al presidente realizaron propuestas de diálogo a Washington a través de intermediarios”, dice el documento.

”Bagdad ofreció flexibilidad en muchos asuntos, e incluso ofreció ayuda para resolver el conflicto palestino-israelí. En discusiones informales, altos funcionarios sugirieron que, si Iraq obtenía una alianza de seguridad con Estados Unidos, podría abandonar sus programas y/o ambiciones de armas de destrucción masiva”, agrega.

El informe concluye que Saddam Hussein estaba dispuesto a ser ”el mejor amigo de Washington” en Medio Oriente, y que la falta de interés de Bush padre y luego de Clinton lo decepcionó profundamente.

Si el presidente iraquí hubiera tenido intenciones de matar a Bush padre, no se habría sorprendido ante la indiferencia de Washington, pero todas las versiones indican que quedó desconcertado.

”El informe no presenta a Saddam como un psicópata, sino como alguien que comprendía muy bien las consecuencias de un magnicidio”, señaló Gregory Thielmann, ex analista del Departamento de Estado especializado en programas iraquíes de armas no convencionales.

”Si su prioridad era obtener el levantamiento de las sanciones” económicas internacionales, como indica el informe, ”no se explica por qué querría matar al presidente de Estados Unidos”, agregó.

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