Grupos conservacionistas se alinean detrás de la propuesta del primer ministro de Tailandia, Thaksin Shinawatra, de crear una red policial trasnacional para perseguir los crímenes contra la fauna y flora silvestres.
"El problema del tráfico de especies es global y amenazante", dijo Thaksin al inaugurar este sábado en Bangkok la XIII Conferencia de las Partes de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Flora y Fauna Silvestres (CITES, por sus siglas en inglés).
"El desafío crucial es la implementación de las leyes, y con ese fin quiero declarar que Tailandia está preparado para asumir el liderazgo de una nueva red policial sudasiática para combatir los delitos contra la naturaleza", agregó el primer ministro.
Unos 1.500 delegados de 166 países partes de la CITES están presentes en la reunión, la primera que se realiza en Asia sudoriental.
Los delegados deliberarán hasta el 14 de este mes sobre 100 propuestas y adoptarán resoluciones que afectarán la suerte de elefantes, serpientes, orquídeas, tortugas, delfines y otras especies vegetales y animales amenazadas.
La CITES lista en tres apéndices (I, II y III) las especies protegidas, según el grado de peligro que afrontan para su supervivencia.
En el Apéndice I se incluyen todas las especies en peligro de extinción, cuyo comercio se autorizará sólo en circunstancias excepcionales. El Apéndice II contiene especies que no se encuentran necesariamente amenazadas, pero cuyo comercio debe controlarse a fin de evitar una utilización incompatible con su supervivencia.
En el Apéndice III se incluyen especies que están protegidas al menos en un país, el cual solicita asistencia de otras partes de la CITES para controlar su comercio.
La CITES es un tratado de la Organización de las Naciones Unidas en vigor desde hace casi 30 años. Pero sin una autoridad fiscalizadora, su efectividad es tan buena como lo sean la voluntad política y los recursos de cada uno de sus países partes.
"Si este distinguido cuerpo concuerda con esta idea, Tailandia está lista para organizar un encuentro en 2005 para resolver los detalles del establecimiento de tal red" policial, dijo Thaksin a los delegados de la CITES.
"Una vez creada exitosamente, esta red podría en el futuro unir fuerzas con iniciativas similares alrededor del mundo. Pido que demos seria consideración a esta idea y que solicitemos consejo a quienes han logrado llevar a cabo con éxito esfuerzos similares", agregó.
"La propuesta es excelente, es lo que muchos conservacionistas hemos estado pidiendo a Tailandia que hiciera. Y (Thaksin) incluso estableció plazos", dijo a IPS el presidente de la filial de WildAid en este país, Sen Kraisak Choonhavan.
WildAid es una red internacional dedicada a combatir el contrabando de especies.
Si bien reconoció que el contrabando transfronterizo de especies es un fenómeno difícil de combatir en la región, pues países como Birmania y Laos tienen pocas o ninguna ley de protección animal, Kraisak replicó: "Debemos empezar por algo".
"Lo más importante es que ahora hay voluntad política de hacer algo", abundó.
Los activistas estiman que, después del narcotráfico y el contrabando de armas, el comercio ilegal de especies es el tercer negocio más jugoso del mercado negro global. Sin embargo, la mayoría de los gobiernos lo tratan como un delito de escasa prioridad penal.
WildAid Tailandia afirma que la compra y venta de animales salvajes está atrayendo a las mafias por sus grandes márgenes de ganancia, de hasta 800 por ciento en algunos casos, y la ausencia de represión judicial y policial.
Estos factores determinan que el tráfico de especies constituya actualmente un negocio mundial de al menos 6.000 millones de dólares anuales.
Para ilustrar la naturaleza lucrativa de este contrabando, WildAid Tailandia puso el ejemplo de la caza furtiva de tigres.
Un cazador furtivo en este país puede obtener entre 80 y 100 dólares por matar un tigre. Pero cuando este ejemplar entra al mercado, el intermediario que lo vende recibirá entre 3.000 y 15.000 dólares sólo por la piel, sin contar los órganos, la osamenta y la carne, que suman otro monto abultado.
"La iniciativa de Thaksin es un concepto simple que ya está siendo aplicado para combatir el tráfico de personas y el de drogas. Los gobiernos saben cómo hacerlo, y es cuestión de añadir otro rubro al mecanismo global", opinó Steven Galster, director de WildAid Tailandia.
"Desde luego que requerirá recursos y entrenamiento, y allí es donde los gobiernos y las organizaciones no gubernamentales como la nuestra debemos avanzar y poner el dinero que respalde lo que defendemos", añadió.
La Alianza Asiática de Conservación (ACA, por sus siglas en inglés), un grupo de 30 organizaciones no gubernamentales de la región, prometió apoyar la iniciativa y trabajar junto al gobierno tailandés para convertirla en realidad.
"Tailandia sola no puede luchar contra este delito pues el país no está en condiciones de trabajar con agencias como la Interpol (policía internacional), por ejemplo", dijo a IPS Roger Lohanan, coordinador de ACA.
"Las únicas agencias que se ocupan del tráfico de especies son la Policía Forestal y el Departamento de Parques Nacionales y Naturaleza. Y ambas solo tienen recursos para perseguir y no para prevenir", dijo.
Con todo, la ambientalista Greenpeace Internacional lanzó un desafío al primer ministro tailandés.
"Sabias palabras las de Thaksin, pero queremos verlas convertidas en acciones", dijo Tim Birch, activista de Greenpeace.
"Sabemos, por ejemplo, que está en marcha una masiva destrucción de bosques en la región, la mayor parte completamente ilegal, y existe una enorme cantidad de madera talada ilícitamente que ingresa a Tailandia", puntualizó Birch.
El activista sostuvo que quienes talan árboles están también poniendo en riesgo a especies ya amenazadas, como los orangutanes que viven en los bosques.
"Nuestra pregunta clave al primer ministro es si va a combatir esto. Queremos acciones, no palabras", concluyó Birch.