La diversidad genética es indispensable para reducir la vulnerabilidad agrícola. Por ello, la FAO destaca la importancia de la biodiversidad para la seguridad alimentaria en el Día Mundial de la Alimentación, que se celebra este sábado.
Los espectadores más perspicaces del filme "Pandillas de Nueva York" probablemente se preguntaron por qué tantos irlandeses emigraban a Estados Unidos a mediados del siglo XIX, y estaban dispuestos a defender su nueva residencia en peleas mortales.
La hambruna que azotó Irlanda a partir de 1846 provocó la muerte o el éxodo de algunos millones de personas. Una plaga había devastado las plantaciones de patata, por entonces el alimento básico del que dependía la dieta de los irlandeses.
Ese es un viejo ejemplo del riesgo que corre la humanidad si sigue destruyendo la diversidad biológica. Las patatas, originarias de los Andes americanos, conquistaron el paladar europeo. Pero Irlanda cultivaba sólo una o muy pocas variedades de este tubérculo, lo que facilitó la furia destructiva de la plaga.
La diversidad genética es indispensable para reducir la vulnerabilidad agrícola. Por ello, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) destaca la importancia de la biodiversidad para la seguridad alimentaria en el Día Mundial de la Alimentación, que se celebra este sábado.
Pero la tendencia en los últimos cinco siglos ha sido la de uniformizar, con el consecuente empobrecimiento de la diversidad de alimentos y la llamada "erosión genética".
La humanidad ha utilizado 10.000 especies vegetales en su propia alimentación o la del ganado, pero hoy sólo cultiva unas 150. Sólo el trigo, el maíz, el arroz y la patata responden por cerca de 60 por ciento de las fuentes vegetales de alimentos energéticos que abastecen a la población de todo el mundo, según la FAO.
En proteínas animales la situación es similar: un grupo de apenas 14 especies de mamíferos y aves proveen 90 por ciento de la alimentación humana mundial.
Llegamos a esta situación debido a un amplio movimiento de migración vegetal ocurrido en siglos anteriores. La "globalización alimentaria" fue muy anterior a la financiera, que ahora acapara la atención internacional y hace creer a muchos que los movimientos transfronterizos son fenómenos recientes.
En Brasil, hasta unas décadas atrás se conocía la patata como "inglesa", si bien se trata de una especie oriunda de los Andes, llevada a Europa desde Perú.
La agricultura actual se desarrolla en poquísimos casos con especies nativas. Los países dependen de variedades genéticas procedentes del exterior en más de 90 por ciento, según José Esquinas, secretario de la Comisión de Recursos Genéticos de la FAO.
El maíz conquistó el paladar del mundo sobre todo desde México, aunque estaba presente en muchas partes de América cinco siglos atrás, cuando los españoles llegaron al "nuevo continente". El trigo procede de Asia central, y el arroz, cultivado en todo el planeta, tiene origen en Asia oriental.
Brasil es el mayor productor mundial de café y de caña de azúcar, el primero proveniente de Etiopía y la segunda de Asia sudoriental.
Las especies vegetales suelen volverse más productivas en áreas lejanas, una vez adaptadas al clima, porque en la nueva tierra no encuentran a los enemigos naturales de su lugar de origen, explicó a IPS Paulo Kageyama, director del Programa Nacional de Conservación de la Biodiversidad.
Es así que la Hevea brasiliensis, el árbol cuyo látex produce el caucho natural, se hizo mucho más productivo en Malasia, a tal punto que destruyó la base de la prosperidad de la Amazonia brasileña, su tierra de origen, a inicios del siglo pasado, cuando empezaba a desarrollarse la industria automovilística y la gran demanda de neumáticos.
Pero la exportación de alimentos tuvo también su lado negativo. El trigo, impuesto por la colonización española en Perú, hizo caer en el olvido al tarwi, una leguminosa nativa mucho más rica en proteína, abandonada en favor de ese cereal que está condenado sin embargo a una baja productividad en tierras andinas, según Esquinas.
La tendencia de la agricultura moderna al monocultivo multiplica la productividad, pero provoca una peligrosa reducción de la diversidad biológica, advierte la FAO. La uniformización genética dentro de cada especie, es decir la pérdida de "variabilidad", es otro riesgo.
Para el mejoramiento genético que aumenta la productividad y la resistencia a las plagas, se requiere esa variabilidad, así como la diversidad de especies. La biodiversidad es una gran riqueza, concentrada en los países tropicales y económicamente pobres.
En el pasado, la migración de vegetales y especies animales, promovida en general por las potencias coloniales, se llevó a cabo sin restricciones, al punto de que en las ciudades brasileñas (como en casi todas las latinoamericanas) la mayoría de los árboles y arbustos del ornato público son exóticas.
Sin embargo, desde hace un tiempo la biodiversidad viene ganando valor comercial, y por tanto pasa a ser preservada. Surgió el concepto de biopiratería (la apropiación con fines de lucro de materiales genéticos o del conocimiento sobre sus propiedades), reprimido como un delito contra el país.
Este año, científicos de la meridional ciudad de Campinas, a 100 kilómetros de Sao Paulo, descubrieron que tres cafetos traídos de Etiopía producen café naturalmente descafeinado.
Aparecieron entonces acusaciones etíopes de que esas plantas fueron parte de una extracción ilegal, pero los brasileños explicaron que los cafetos eran parte de una partida de 3.000 ejemplares traídos a este país a mediados de la década de 1960, producto de una expedición legal promovida por la FAO.
Hoy sería muy difícil o imposible obtener ese material genético, admitió a IPS María Bernardete Silvarolla, del Instituto Agronómico de Campinas, quien coordinó la investigación. (FIN/2004)