Está en vías de disiparse la guerra civil entre los fundamentalistas cristianos del norte de Uganda y el ejército, que se ha cobrado miles de vidas y obligado a cientos de miles a dejar sus hogares.
”La situación está tranquila. Cunde el optimismo de que la guerra está en sus etapas finales”, dijo a IPS el sacerdote católico Carlos Rodríguez en una entrevista telefónica.
Rodríguez integra la Comisión de Justicia y Paz de la arquidiósesis de Gulu, principal centro urbano de la región cuya población civil soporta desde 1986 los embates del insurgente Ejército de Resistencia del Señor (LRA).
Más de 850.000 de los 1,2 millones de acholis fueron desplazados por la lucha entre el ejército y los rebeldes, que pretenden instaurar un Estado teocrático basado sobre los 10 mandamientos bíblicos.
”Ochenta por ciento de los desplazados son mujeres y niños. Hay 300.000 niños y niñas desplazados por la guerra”, dijo a IPS desde Kampala Anne Sekandi, portavoz de la oficina ugandesa del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
El LRA, con bases en el sur de Sudán, lucha desde 1986 para derrocar al presidente Yoweri Museveni e instaurar un estado fundamentalista cristiano. La organización opera en los distritos de Gulu y Kitgum, conocidos como Acholiland, donde reside la mayoría de la comunidad acholi.
El gobierno islámico sudanés, de hegemonía árabe, supuestamente brindó al LRA apoyo a cambio de ayuda en su propia guerra civil contra la población del sur, mayoritariamente negra, cristiana y animista.
Pero al avanzar el proceso de paz en el sur de Sudán el año pasado, Jartum abrió paso a las fuerzas de Kampala para que aplastaran los bastiones del LRA.
El LRA, liderado por el ex catecista católico Joseph Kony —él mismo perteneciente a la etnia acholi—, es conocido por realizar secuestros, asesinatos, y amputaciones a civiles. Nadie conoce con exactitud la cantidad de integrantes de la organización. Varias fuentes indican que serían unos 6.000.
La organización humanitaria internacional World Vision aseguró el año pasado que miles de niños y niñas fueron obligados a combatir en sus filas, a trabajar como esclavos o a prestarle servicios sexuales a sus milicias.
Más de la mitad de los combatientes del LRA tienen entre seis y 17 años, según organizaciones de derechos humanos.
”Los rebeldes secuestraron a más de 20.000 niños y niñas desde el comienzo del conflicto”, afirmó la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA) en un informe titulado ”Cuando el sol se oculta, empezamos a preocuparnos”.
Por temor al secuestro, decenas de miles de civiles, entre ellos 44.000 niños y niñas, caminan todos los días hasta 10 kilómetros desde y hacia sus casas en parajes rurales con el objetivo de pernoctar al aire libre en campamentos y poblados o en escuelas, hospitales e iglesias, dijo Sekandi.
Pero Rodríguez indicó que el secuestro de niños se redujeron drásticamente. ”Hace dos semanas hubo 20 en Kitgum, pero en las anteriores hubo entre cinco y 10 por día”, indicó, entrevistado por IPS el día 21 de este mes.
Además, 400 niños regresaron a sus hogares en los últimos dos meses, agregó el clérigo protestante Macleord Baker Ocholla, vicepresidente de la Iniciativa de Paz de los Líderes Religiosos Acholi.
Quizás la negativa del gobierno de Sudán a continuar apoyando al LRA desde su territorio haya debilitado a la organización insurgente.
”El LRA fue militarmente debilitado por las fuerzas del gobierno”, dijo Ocholla a IPS desde Gulu.
Mientras los religiosos abogan por el diálogo con el LRA, el ejército ugandés aseguró haber atacado un escondite rebelde en el sur de Sudán, a unos 150 kilómetros de la frontera, a mediados de mes.
En la operación murieron al menos 25 rebeldes y otros siete fueron hechos prisioneros, entre ellos el médico personal de Kony, según la prensa ugandesa. El ejército, según esas mismas versiones, no sufrió ninguna baja
De todos modos, los líderes religiosos no cejan en su esfuerzo por alcanzar un acuerdo de paz y afirman haberse reunido en varias ocasiones con representantes del LRA.
El gobierno también invitó a los rebeldes a discutir una fórmula de paz. Pero los insurgentes rechazaron ambas propuestas.
Dada esa negativa, los clérigos acholi pidieron que un tercero se proponga como mediador para impulsar el proceso. El gobierno no objetó la iniciativa, indicó Ochola.
La presión de los líderes religiosas parece haber dado frutos. La Comisión de Justicia y Paz de la Arquidiósesis de Gulu informó que los insurgentes enviaron una carta el día 20 proponiendo la mediación de la ONU.
Hace cuatro años, el gobierno ofreció una amnistía a los combatientes del LRA que se entregaran en los siguientes tres meses. Esa amnistía se renovó en 12 oportunidades, la última de ellas el 17 de agosto.
Kony, un ex herborista que no finalizó la escuela primaria, es primo de la "sacerdotisa" Alice Lakwena, quien lideró en los años 80 el también insurgente Movimiento del Espíritu Santo.
Lakwena predicaba que las piedras arrojadas por los creyentes podrían explotar como granadas y que untarse el cuerpo con cierto ”aceite sagrado” los volvería invulnerables a las balas.
La líder insurgente fue derrotada en 1987 a 160 kilómetros de Kampala, cuando avanzaba sobre la capital al frente de 20.000 hombres. Kony, que comenzó su lucha en 1988, se considera el heredero espiritual de su prima.
El presidente Museveni convenció el año pasado a Lakwena para que regresara del campamento de refugiados en Kenia donde vive desde entonces, se acogiera a la amnistía y se incorporase al proceso de paz. (