SALUD-VENEZUELA: Salvavidas para esclavos del juego

”Jugué y gané, gané durante 21 días seguidos y me creí un grande del universo, pero quedé enganchado y después perdí y perdí, de manera bestial, durante 200 días”, narra Jorge B, un profesional de 56 años que admite haber dilapidado décadas de vida familiar y de carrera laboral mientras veía girar una ruleta.

Jorge es uno de los reclutas de Jugadores Anónimos (JA), organización que, siguiendo los pasos de las veteranas entidades para alcohólicos y para drogadictos, se ha instalado en Venezuela con sus terapias de grupo para auxiliar a los pacientes de ludopatía.

Esta patología ”es un trastorno que puede definirse como un fracaso crónico y progresivo para resistir el impulso a jugar, el cual domina la vida del enfermo en perjuicio de sus valores y obligaciones sociales, laborales y familiares”, explicó a IPS el psiquiatra César Sánchez, fundador del Instituto Venezolano para el Estudio del Impacto de los Juegos de Envite y Azar.

”Es una enfermedad adictiva, que no tiene cura, sólo puedes controlarla”, dijo a IPS Zuelky L, abogada que coordina una de las sesiones en JA, ”y muchos de quienes llegamos al grupo hemos tocado fondo moral antes de aquí, pero no nos atormentamos ni por lo que hicimos ni por lo que vamos a hacer”.

Como los alcohólicos o adictos a drogas que acuden a organizaciones similares, ”nos concentramos en no jugar, no apostar, en las próximas 24 horas”, agregó Zuelky.

El ludópata presenta ”una conducta de juego inadecuada, con preocupación frecuente por las actividades de juego, por la obtención de dinero para apostar, y la necesidad de jugar cantidades cada vez mayores para sentir emoción o excitación”, indicó Sánchez.

Ineficacia repetida en los esfuerzos para controlar, dejar o disminuir el juego, inquietud, desasosiego o irritabilidad cada vez que intenta parar de apostar, y jugar como forma de escapar de problemas o aliviar sentimientos de culpa, ansiedad, incapacidad o depresión, son otros criterios de diagnóstico de la enfermedad.

Con frecuencia, el ludópata regresa para recuperarse —el desquite— y miente a familiares y terapeutas, o bien comete actos ilegales, tales como falsificación, robo, hurto o desfalco para financiar su adicción.

También, quien sufre de esta enfermedad ”ha arriesgado o perdido una relación importante, un trabajo u oportunidad educativa”, y termina confiando en que otros van a proveerle dinero en momentos de situación económica desesperada, añadió el especialista.

¿De qué tamaño es ese problema? ”El juego legalizado es una de las industrias de más rápido crecimiento en la economía” en el mundo, comentó Sánchez. En el caso de Venezuela, el instituto que este especialista fundó calcula que el año pasado las apuestas ya pasaron los 1.000 millones de dólares, más de un punto porcentual del producto interno bruto.

Eso equivale a 2,8 millones de dólares diarios en este país de 25 millones de habitantes, y el estimado es que apenas 10 por ciento se hace con apuestas legales.

Cuando hace meses un grupo parlamentario inició la discusión de una ley sobre bingos y casinos, estableció que en el país hay 45.000 puntos de venta de loterías.

Tema de conversación habitual entre trabajadores en cualquier cafetería, autobús o unidad del Metro, o bien entre amas de casa, desempleados o pensionados en la acera de cualquier calle es el de los números ganadores en la última edición de cualquiera de la veintena de juegos de lotería.

Las gobernaciones regionales son propietarias y gestoras de las loterías de Venezuela, que además son promovidas y presentadas tanto por las emisoras de televisión del Estado como por las privadas, más allá de su enfrentamiento feroz a propósito de la presidencia de Hugo Chávez.

Incluso, para financiar parcialmente su campaña a favor de la ratificación de Chávez en el referendo del 15 de agosto, el comando electoral oficialista vendió entre sus seguidores cartulinas con un juego de loterías para el que ofreció premios en efectivo, viviendas y automóviles.

La organización Fundacredesa, que estudia el tema de la pobreza en este país, que afecta a seis de cada 10 hogares, indicó en 1999 que los venezolanos gastaban sus ingresos en alimentación, transporte y juegos de envite y azar, en ese orden de volumen.

”Sobre esa estructura de la población que busca salir de la pobreza mediante un golpe de suerte nos hemos ido convirtiendo en un gran garito”, deploró Sánchez.

En los años 90 avanzaron en Venezuela casas de bingos y casinos, cuya instalación debió someterse a referendo en cada municipio, pero apenas un puñado cumplió con el requisito, recordó a IPS el diputado Pastor Heydra. Hay decenas de casas de juego que no reúnen esa y otras exigencias, y muchas son simplemente clandestinas.

La noche de cualquier viernes, los estacionamientos de vehículos junto a casinos ubicados en los barrios de clase media alta de Caracas están sencillamente repletos. El país ”tiene al menos la media mundial de entre 0,8 y uno por ciento de la población adulta afectada de ludopatía”, aseguró el psicoterapeuta Luis Madrid.

Un estudio de Sánchez entre 100 concurrentes a ocho casinos de la isla Margarita, en aguas venezolanas del mar Caribe, encontró a 51 con problemas respecto del juego y, de estos, a 28 proclives de criterios clínicos (ludópatas). De los consultados, 18 eran estudiantes, 12 amas de casa y ¡ocho menores de edad!

”Esta enfermedad se está convirtiendo en un problema de salud pública”, considera Zuelky, ”y aunque en JA tenemos como principio no participar en controversias ni apoyar causa alguna en contra de otra, creemos que son necesarias medidas de control”.

Una de esas medidas, explicó, podría ser que cada papeleta de juego y en cada puerta de casino existiera un letrero de advertencia sobre los perjuicios a la salud, tal como se hace con cada paquete de cigarrillos en la lucha contra el tabaquismo.

En las salas de juego debieran ser obligatorios los relojes de pared —excluidos actualmente para facilitar la evasión respecto del mundo exterior— y listas con prohibición de acceso para las personas clínicamente tratadas por ludopatía.

En tanto, JA intenta encuadrar voluntariamente y ayudar con su terapia de lecturas y catarsis a cuantos acudan a su programa, iniciado hace tres años en Venezuela.

”El único requisito de membresía (ingreso) es tener el deseo de dejar de apostar”, comentó Fabio F. un ingeniero coordinador del grupo. ”Tratamos de compartir la experiencia y darnos fuerza y esperanza para superar un problema común”, agregó.

Jugadores Anónimos tiene un recetario. No juegue, no apueste, a nada, ni un centavo entre amigos al resultado de una serie deportiva mundial. ”No se arriesgue a nada en las próximas 24 horas, no apueste ni siquiera una taza de café”.

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