MIGRACIONES-AMERICA CENTRAL: La tragedia del sueño norteamericano

Continúan en aumento las deportaciones de centroamericanos tras cruzar la frontera de Guatemala con México, un calvario cotidiano que trunca a mitad de camino el sueño de alcanzar una vida mejor en Estados Unidos y que ya sufrieron casi 100.000 emigrantes sólo en el primer semestre del año.

Portavoces de organizaciones no gubernamentales como la Casa del Migrante y la Mesa Nacional de Migraciones (Menig), de Guatemala, y el Centro de Atención al Migrante, de Honduras, coincidieron en que la emigración crece cada mes a ritmo constante, debido a las frágiles condiciones económicas y sociales que presenta la región.

El promedio mensual de deportados superior a 16.000 registrado en la primera parte del año, que corresponde sólo a los viajeros por tierra procedentes de El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua, podría duplicarse al finalizar 2004, advirtió Jorge Ramírez, de la Defensoría de Población Desarraigada y Migrante, de la Procuraduría de los Derechos Humanos de Guatemala.

”Los emigrantes que son deportados vuelven (a sus lugares de origen) en condiciones paupérrimas, sin dinero, con sólo el vestido que traen puesto, con hambre y con grandes frustraciones”, precisó.

Ramírez señaló a IPS que la mayoría de los emigrantes sin los documentos requeridos intenta llegar a México por la frontera con Guatemala y de ahí procuran dirigirse a Estados Unidos.

Esa ruta terrestre de ”múltiples desafíos”, diseñada en la mayoría de los casos por los llamados ”coyotes” (traficantes de personas), nace principalmente en los pasajes de El Carmen y El Naranjo, en la frontera méxico-guatemalteca, aunque existen otros 14 puestos de vigilancia, y termina al pisar suelo estadounidense, añadió.

Agregó que, ”de acuerdo con los estudios que actualmente estamos desarrollando, quienes pagan un coyote terminan por endeudarse, porque su costo puede llegar a 5.000 dólares”.

El acuerdo de migración en vigor entre Guatemala y México obliga a detener a los miles de centroamericanos indocumentados que cruzan a diario la frontera. Así, una vez en territorio mexicano quedan a merced del Instituto Nacional de Migración de ese país norteamericano, muchas de las cuales son ubicadas en su albergue en Tapachula a la espera de su deportación.

A pesar de que los deportados denuncian maltratos, el 95 por ciento de ellos vuelve a intentar cruzar la frontera con México, para luego proseguir su ruta hacia el norte, admitió Ramírez.

Es que detrás de la emigración centroamericana se esconde todo un drama social y económico, que obliga a miles de personas a buscar un mejor horizonte en Estados Unidos, manifestó a IPS Patricia Bezares, coordinadora de la Menig en Guatemala.

”La política de deportaciones no resuelve nada. Nosotros, incluso, la consideramos como un gasto innecesario, porque muchos de los deportados, por el libre derecho a movilizarse que tienen (en Guatemala todos los centroamericanos), simplemente vuelven al poco tiempo a tratar de cruzar la frontera”, comentó.

Una de las vías más peligrosas, de las muchas que existen para esta corriente migratoria indocumentada, es por el denominado ”tren de la muerte”, que sale del sudoriental estado mexicano de Hidalgo con destino a la capital de ese país, y al que suben cientos de emigrantes una vez que el convoy ya está en movimiento.

”El tren de la muerte es algo espantoso y horrible, porque por lo general sale en horas nocturnas, lo que es aprovechado por los emigrantes para subirse sin pagar, pero en el intento muchos quedan mutilados y otros incluso pierden la vida, relató Ramírez.

”Ahora incluso todo se ha complicado, porque una vez que suben al tren se encuentran con las maras, que son pandillas juveniles y violentas, quienes los extorsionan y el que se niegue a pagar puede perder la vida”, sostuvo.

Empero, ”a pesar de que es un trayecto muy peligroso el que siguen los inmigrantes, cada vez vemos a más mujeres y a más niños emprender la aventura para llegar al sueño americano”, destacó.

La Procuraduría Guatemalteca ha identificado a niños desde los nueve a los 13 años. Los informes indican que, aunque son cientos los deportados cada día de la frontera con México, ya son millones los centroamericanos que viven en Estados Unidos.

Se calcula alrededor de dos millones de salvadoreños y 1,7 millones de guatemaltecos, mientras que los hondureños alcanzan a 800.000 según el Foro Nacional para las Migraciones de Honduras.

El experto guatemalteco explica que, debido al ”retiro de las maquilas (zonas francas industriales) de América Central y porque la situación económica probablemente empeore el próximo año es que creemos que el número de inmigrantes de la región podría duplicarse en los siguientes seis meses”.

Otro dato de la importancia de la emigración centroamericana lo da el volumen de las remesas que se envían a los países de origen. Sólo los salvadoreños, hondureños y guatemaltecos giraron a sus familias en 2003 unos 4.800 millones de dólares, según un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

La investigación determinó que 1,3 millones de personas se beneficiaron con esas remesas en El Salvador, 1,5 millones en Guatemala y 600.000 en Honduras.

Con base en estos datos, el BID calificó a las remesas como ”vitales” para las economías centroamericanas y aseguró que, en el eventual caso una suspensión de ese tráfico de dinero, las economías de la región podrían derrumbarse en apenas tres meses.

Bezares alertó sobre las causas hondas de la pobreza y el desempleo que prevalece en América Central y empujan a su población al exterior, problemas que siguen sin ser atendidos por los diferentes gobiernos.

El Informe de Desarrollo Humano del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), presentado en julio de 2003, informó que 50,8 por ciento de los casi 40 millones de habitantes de los siete países de América Central viven en la pobreza y que 23 por ciento sufre pobreza extrema.

Eso equivale a que, sin contar a Panamá y Belice, los pobres de la región ya suman 18,3 millones.

Valdete Uileman, una monja brasileña que trabaja como voluntaria del Centro de Atención al Migrante en Honduras, que es la organización que recibe a los deportados vía aérea en este país, expresó que reciben procedentes de Estados Unidos entre 600 y 700 personas cada mes, una cifra en constante aumento.

”La frustración que traen los deportados se les nota en su rostro. Es gente que luchó por una vida mejor para sus padres, hijos o esposas. Me llama la atención que cuando hablan con uno casi nunca hablan de sí mismos, sino que siempre se refieren a sus seres queridos, y es por lo que se aventuraron en el sueño americano”, manifestó.

Expresó que entre los deportados se encuentran personas que fueron capturadas apenas llegaron a Estados Unidos, así como otros que tuvieron que dejar las pertenencias obtenidas durante 10 o más años de trabajo.

”Muchos de los hondureños deportados no saben hablar inglés y en las cárceles de Estados Unidos no se les proporciona la posibilidad de comunicarse con sus familiares, lo que es una clara violación a sus derechos”, apuntó.

Uileman destacó que en el caso de los hondureños que salen tras el sueño americano la mayoría tiene entre 19 y 35 años. ”Son personas en edad productiva que pueden aportar mucho a su país, pero no tienen fuentes de empleo, por lo que se ven obligados a buscar otros rumbos”, sostuvo.

A grupos de deportados que recibe el Centro de Atención al Migrante en Honduras se les brindan cursos prácticos de mecánica y manualidades, entre otros, para que intenten reintegrarse a su propia sociedad en mejores condiciones laborales, dijo Uileman.

Por su parte, Eduardo Quintero, de la Casa del Migrante en Guatemala, expresó que las deportaciones terrestres se hacen por lo general en horas de la noche, lo que se afecta aún más a los emigrantes, que quedan de esa forma a expensas de la policía.

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