Las remesas enviadas a sus países de origen por inmigrantes en Japón, tanto legales como clandestinos, ha convertido a la potencia económica de Asia en una gran fuente de divisas para los países en desarrollo.
El monto de las remesas supera, incluso, el presupuesto para asistencia al desarrollo del gobierno japonés, según diversos cálculos.
Los trabajadores extranjeros de países pobres ganan mucho más en Japón que en otros países que reciben inmigrantes. En consecuencia, sus remesas se han vuelto muy importantes para sus países de origen, dijo a IPS Takashi Kadokura, experto de una compañía de seguros.
Según estimaciones oficiales y de analistas privados, las remesas enviadas desde Japón por inmigrantes equivalen cada año a 825,3 millones de dólares. Pero otros cálculos arrojan cifras mucho más elevadas.
Las remesas de los trabajadores extranjeros son, con frecuencia, el salvavidas de sus familias en los países de los que proceden, que pocas veces acceden a ayuda gubernamental.
Kadokura, que investiga la economía informal japonesa, dijo que los principales remitentes de dinero al extranjero son chinos, filipinos, tailandeses, surcoreanos y peruanos, que constituyen las principales comunidades de inmigrantes.
Autoridades japonesas estimaron el año pasado que existían en el país 250.000 inmigrantes que trabajaban ilegalmente, entre los que también figuraban bengalíes, pakistaníes, birmanos y srilankeses.
Las cifras reales son difíciles de calcular, dada la ilegalidad con que residen en Japón la mayoría de los trabajadores inmigrantes, pero Kadokura consideró que chinos, surcoreanos y filipinos enviaban a sus familias unos 5.500 millones de dólares en total cada año.
Kadokura informó en un estudio publicado en octubre de 2003 que los filipinos habían enviado ese año 413 millones de dólares a su país de origen. Japón se convertía así en la tercera fuente de remesas de Filipinas, detrás de Estados Unidos y Arabia Saudita.
Las remesas de trabajadores en el extranjero están al frente de la lista de fuentes de divisas extranjeras de Filipinas, indicó.
Según Kadokawa, los trabajadores chinos, que constituyen la mayor comunidad inmigrante de Japón, envían a sus familias unos 5.470 millones de dólares anuales. La mayor parte de ese dinero es canalizado por medios ilegales, porque sus remitentes carecen de residencia legal.
Chinos y otros extranjeros que operan pequeños negocios en Japón, como tiendas, también ofrecen servicios irregulares de remesas a los inmigrantes ilegales, dijo Kadokawa.
Latinoamericanos y caribeños, que son legalmente aceptados en Japón si son descendientes de japoneses emigrados en los años 30, son también una gran fuente de divisas para sus países de nacimiento.
Brasil, por ejemplo, recibió el año pasado 2.500 millones de dólares en remesas desde Japón.
Funcionarios del área de asistencia al desarrollo del gobierno japonés consideran a las remesas una poderosa herramienta para su labor.
Japón es la segunda fuente de asistencia oficial al desarrollo detrás de Estados Unidos. En el año fiscal concluido el 31 de marzo, asignó 7.820 millones de dólares por ese concepto.
De acuerdo con algunas estimaciones, los trabajadores extranjeros en Japón remiten cada año una suma superior a sus países de origen.
Es dinero que va directamente a los bolsillos de los pobres, dijo, en una reciente visita a Tokio, el presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, Enrique Iglesias.
Los empresarios japoneses urgen al gobierno de Junichiro Koizumi que rubrique con sus vecinos asiáticos acuerdos comerciales bilaterales que reconozcan la necesidad del país de abrir sus puertas a trabajadores extranjeros capacitados.
La cámara empresarial Keidanren considera necesario concretar tales convenios especialmente con Corea del Sur, Filipinas, Malasia y Tailandia.
Se requiere una base común para el funcionamiento de la economía libre, sin restricciones ni regulaciones, dijo Kiyoaki Shimagami, que encabeza un grupo de trabajo de la Keidanren .
Los inmigrantes ilegales suelen acudir a bancos informales a los que se prohíbe sentar cuentas bancarias legítimas.
Pero trabajadores extranjeros legales, en especial los de Perú, pueden abrirlas en Convenio Kyodai Japón, una de las pocas instituciones financieras del país que pueden enviar oficialmente remesas a América Latina. Kyodai significa familiares en japonés.
Los 52.000 peruanos descendientes de japoneses constituyen la quinta comunidad de inmigrantes del país.
El portavoz de Convenio Kyodai Japón Yukiko Horiuchi informó a IPS que el banco tiene 40.000 clientes peruanos, que envían a su país de nacimiento, en promedio, entre 30 y 40 por ciento de sus ingresos.
Convenio Kyodai comenzó sus operaciones en el rubro comercial, con una tienda que vendía alimentos peruanos típicos. La comisión que cobra esta institución es la mitad que la del resto del sistema bancario. Además, hablamos el mismo lenguaje, sostuvo Horiuchi.
El gobierno debería permitir que los extranjeros trabajen legalmente y usar sus remesas como medio de promoción de las relaciones económicas y políticas con sus países, sostuvo Kadokura. (