Ante el fracaso de los esfuerzos del gobierno interino de Iraq por alcanzar un acuerdo político con el clérigo chiita Moqtada Sadr, en armas contra la ocupación estadounidense, las autoridades le dieron un ultimátum, mientras las fuerzas de Estados Unidos preparan una ofensiva final contra el líder insurgente.
El primer ministro interino, Ayad Allawi, realizó este jueves una exhortación final a los milicianos chiitas de la central ciudad de Nayaf para que se desarmen y se retiren del santuario del imán Alí, donde están atrincherados, bajo la amenaza de un ataque masivo para desalojarlos.
Martirio o victoria , había sido la última respuesta de Sadr a una demanda similar del gobierno interino, al que Estados Unidos traspasó una soberanía tutelada el pasado 28 de junio. El líder chiita considera dictatorial al actual gobierno y exigió su renuncia.
Mientras, las fuerzas de ocupación encabezadas por Estados Unidos irrumpieron el miércoles en Ciudad Sadr (ex Ciudad Saddam), el distrito de Bagdad poblado por mayoría chiita y considerado un bastión y un refugio por los seguidores del líder rebelde. Las tropas entraron llamando por altavoces a los milicianos para que se rindieran, antes de desplegarse por todo el barrio, con casi dos millones de habitantes.
Mientras, en Nayaf, ciudad sagrada para los musulmanes y principal escenario de la rebelión de Sadr, se escuchaban disparos y explosiones.
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El proscripto clérigo chiita, de unos 30 años, tiene su base de poder en una red de instituciones religiosas de caridad fundadas por su padre, un alto clérigo asesinado en 1999 por agentes del gobierno de Saddam Hussein, que fue derrocado por las fuerzas invasoras de Estados Unidos en abril de 2003.
En sus enardecidos discursos, Sadr exige la retirada de las tropas extranjeras, la aplicación de la ley islámica y la participación activa de los líderes espirituales en el futuro político de Iraq. Tiene sus propios milicianos (ejército Mehdi) y una publicación semanal, llamada Al-Hawza, que también fue proscripta.
Los enfrentamientos entre el ejército de Sadr y las fuerzas de seguridad de Estados Unidos e Iraq se suceden hace meses y han provocado cientos de muertos y miles de heridos. Muchos habitantes de Nayaf han huido de esa zona de combate para buscar refugio en otras ciudades.
Los musulmanes chiitas también están preocupados por posibles daños al santuario del imán Alí, uno de los sitios más sagrados para esa secta islámica.
Sadr ofreció poner fin a su insurgencia si se declara una tregua antes de que sus milicias Mehdi abandonen el santuario de Alí y depongan las armas.
El martes, una delegación enviada a Nayaf por el gobierno interino para reunirse con Sadr debió esperar horas, antes de regresar a Bagdad con las manos vacías.
Sin embargo, el clérigo Hussein Sadr, un pariente lejano de Moqtada Sadr que encabezó la delegación, restó importancia al desaire.
Los rumores e informes de prensa que hablan del fracaso de la misión de la delegación son totalmente falsos, porque suponen que el objetivo era negociar con Moqtada Sadr, cuando nuestra misión era pasarle un mensaje, declaró a la prensa a su regreso a Bagdad, el miércoles.
La delegación había ido a Nayaf para pedirle a Sadr que retirara a sus hombres armados del santuario del imán Alí, aceptara un cese del fuego con las fuerzas de seguridad estadounidenses e iraquíes, y disolviera su ejército Mehdi para convertirlo en un partido político.
A cambio, la delegación ofreció garantías al gobierno interino de Ayad Allawi de que Sadr no sería detenido por el cargo de asesinato de un clérigo chiita rival.
Los asesores de Sadr habían anunciado que la delegación gubernamental sería bienvenida, pero no aclararon si el líder se reuniría con sus miembros.
Algunos líderes iraquíes consideran que el gobierno y los grupos independientes ya han hecho lo suficiente para alcanzar un acuerdo con Sadr.
Ahora le corresponde a él responder a los esfuerzos realizados, instó Samir Sumeidi, ministro del Interior del anterior Consejo de Gobierno.
Otros todavía creen que la solución militar no es viable, dados los antecedentes de los últimos meses. Además, una ofensiva militar contra el santuario del imán Alí inevitablemente lo dañaría, y eso podría tener graves repercusiones, dicen.
Las fuerzas estadounidenses, en su mayoría cristianas, podrían sufrir sanciones religiosas como la fatwa por entrar al santuario, y pocos creen que las fuerzas del gobierno iraquí sean capaces de hacer ese trabajo.
Creo que la única solución es hablar con Sadr, manifestó Hamed Kefai, ex portavoz del disuelto Consejo de Gobierno. Es claro que tiene muchos seguidores, y no podemos convertir nuestras ciudades en campos de batalla, dijo.
Sin embargo, Kefai reconoció que Sadr ha estado instigando a la violencia en muchas partes del país y que se ha vuelto casi imposible iniciar un dialogo político con él.
Los milicianos de Sadr también han combatido en Faluya, una ciudad al noreste de Bagdad con mayoría de sunitas y seguidores del derrocado presidente Saddam Hussein.
Funcionarios de gobierno acusaron a Sadr de formar una alianza con agentes de Irán, que peleó una guerra de ocho años contra Iraq en los años 80. Según esos funcionarios, Teherán ha enviado agentes para desestabilizar Iraq.
Un líder iraquí opinó que el verdadero problema para el nuevo gobierno no es Sadr, sino las condiciones de vida de los pobres, entre los cuales el líder chiita tiene gran apoyo.
En Iraq tenemos mucha gente sin electricidad y sin empleo, que no ve libertad ni justicia en el actual clima político, y por eso muchos recurren al extremismo religioso, afirmó Mithal Allusi, del Congreso Nacional Iraquí, uno de los principales partidos políticos de Iraq, opositor del antiguo régimen de Saddam Hussein.
La solución sería algo que atendiera las necesidades del pueblo iraquí, algo que la gente pueda sentir, comprender y aceptar, concluyó.