Cenar con la familia más numerosa del mundo, de 178 miembros, en el meridional estado indio de Karnataka, es una experiencia inolvidable.
Apenas terminan de comer entre 25 y 30 integrantes de la familia Narsinganna, otro grupo los reemplaza. Todos habitan un enorme complejo de viviendas de la localidad de Lokur, 420 kilómetros al norte de Bangalore, la capital del estado.
Así se suceden los grupos por varias horas, servidos por un ejército de mujeres, que a su vez se turnan para cocinar cada dos horas. La cocina de la casa principal está siempre llena.
Todos los días se preparan unos 1.600 rotis, el tradicional pan sin levadura a base de harina de mijo, y una enorme cantidad de ensaladas y salsas.
Las mujeres se levantan a la seis de la mañana para trabajar en la cocina, y allí permanecen hasta las ocho de la noche, con un pequeño paréntesis para dedicarse a otras actividades de la casa, como lavar la enorme montaña de ropa sucia que se acumula a diario.
Cocinar y hacer las tareas de la casa es todo lo que sabemos hacer, dice Saraswati, la más vieja de la familia. Con 80 años, sólo se dedica a instruir a las mujeres más jóvenes.
Decenas de bebés gatean y lloran por doquier, y comen por sí mismos de las bandejas servidas a toda hora y colocadas en los corredores de la enorme casa, donde también hay un sinnúmero de cunas colgadas del techo para los recién nacidos.
Es obligatorio para todos los miembros de la familia comer juntos dos veces al día en la misma casa. La familia que come junta, permanece junta, afirma Bhimanna, el patriarca familiar, de 71 años.
En Lokur conviven cinco generaciones de Narsinganna. En la casa principal habitan 130, y el resto en otras seis viviendas anexas en un terreno común de 73 hectáreas, donde cultivan y crían ganado.
Esta familia que profesa la religión hindú es originaria del norte del país, y se instaló en Lokur 350 años atrás.
Consumimos lo que producimos, y compartimos todo. No hay lugar para intereses personales, dice Thiranandra, de 37 años. El presupuesto para el mantenimiento de la familia asciende a 266.000 dólares por año, y otros 6.600 se destinan a vestimenta, medicamentos y herramientas para la agricultura.
La familia consume anualmente cerca de 600 kilogramos de mijo y 14 de trigo. Todos los días se beben 54,5 litros de leche y se consumen unos 200 kilogramos de leña.
Cada año, los Narsinganna compran cerca de 20 enormes fardos de ropa en el festival otoñal hindú de la cercana localidad de Dusherra.
No se hace ningún tipo de concesión a preferencias personales ni se complacen los caprichos de nadie, pues eso sólo derivaría en problemas y divisiones, explica uno de los miembros de la familia.
Las bodas son una fiesta. Hay una cada ocho o 10 años, y por lo general son colectivas. Cada nuevo matrimonio debe negociar con anterioridad un lugar para vivir en el complejo.
Cada vez que tenemos una boda, la empresa estatal de transporte dispone de ómnibus especiales, contó uno de los Narsinganna.
El principal entretenimiento de la familia es mirar televisión, sobre todo desde que la cadena británica BBC presentó, cuatro años atrás, un informe especial sobre su inusual forma de vida.
El único televisor de los Narsinganna está ubicado en un lugar de privilegio, en el centro de una sala de la casa principal. Los programas favoritos son las telenovelas. Pero tan enorme auditorio hace a veces muy difícil ver y oír.
Es como mirar la televisión en una plataforma de tren repleta de gente y con niños gritando alrededor. Es algo caótico, pero agradable, señaló Nyamanna.
Nuestra felicidad radica en estar juntos. Nos sentimos seguros cuando mantenemos y preservamos la unidad, la camaradería y la hermandad, afirma Bhimanna, intentando explicar cómo tantas personas pueden vivir juntas en armonía.
El jefe de esta gran familia señala que luchan por preservar estos valores, mientras en el país aumentan el individualismo y el consumismo.
Juntos permaneceremos intactos y nos haremos más fuertes, dice optimista con una sonrisa, aunque admite que no recuerda todos los nombres de sus parientes.
Otros reconocen que son las mujeres las que han hecho el mayor sacrificio para mantener unida a la parentela. En esta familia se prefieren esposas de unos 15 años, que no hayan estudiado más allá del quinto o sexto grado de educación primaria.
Mantener a las mujeres bajo control es lo que garantiza la armonía, y darles una libertad indebida podría llevar a todos a la ruina, opina en voz baja uno de los Narsinganna. (