Imelda, una película sobre la viuda del dictador filipino Ferdinando Marcos (1965-1986), sólo pudo llegar a la pantalla después de una dura batalla legal. Pero hoy es la película más vista en el país.
Un tribunal filipino había aceptado en junio el pedido de Imelda Marcos de que se frenara la difusión en Filipinas del documental, dirigido por la cineasta filipino-estadounidense Ramona Díaz, por supuesta violación de privacidad.
Imelda, de 75 años, aclaró que había accedido a ser entrevistada por Díaz sólo para ayudarla a terminar su tesis de licenciatura.
El fallo del tribunal fue seguido de apelaciones, hasta que, semanas atrás, la extravagante dama conocida como la Mariposa de Hierro accedió al estreno del filme sobre su vida en aras de la libertad de expresión, aunque con la condición de que no sea clasificado como documental.
La película narra cómo Imelda se convirtió en una de las figuras políticas asiáticas más conocidas en el siglo XX, y confirma cómo, a pesar de los años, su personalidad no ha cambiado nada.
Cuando vas a Nueva York ves (en las puertas de las zapaterías) pequeños afiches en los que dice: 'Hay una pequeña Imelda en todas nosotras'. ¿No es maravilloso?, dice Imelda, célebre por su afición a los zapatos. Llegó a tener 3.000 pares.
Hacia el final de la película, ella afirma no tener ningún remordimiento de conciencia y estar preparada para afrontar a Dios, pese a las acusaciones de corrupción y violaciones de derechos humanos contra lo que se ha denominado la dictadura conyugal del matrimonio Marcos.
Estoy segura de que el Señor me tomará y me llevará al cielo y a la eternidad. Estoy segura, afirma, mientras en la pantalla se muestran escenas de pobreza en Manila.
La película, de 103 minutos, revela cómo, 18 años después de la salida del poder de los Marcos, nada ha cambiado la visión de Imelda sobre la historia.
La supervivencia política de la familia Marcos —su hijo es ahora gobernador de la provincia de Ilocos Norte y una hija es diputada— confirma el fracaso de la sociedad filipina en juzgar a la familia por sus crímenes.
Imelda ganó varios elogios en Nueva York y el primer premio en el Festival de Cine Independiente de Sundance, en enero. Pero sólo pudo ser estrenada en Manila a fines de julio.
Muchos jóvenes que no conocieron el régimen de Marcos casi no podían creer lo que describía el documental. ¿Es esto verdad? Siempre pensé que eran sólo historias, dijo un muchacho de 22 años tras ver la película..
Pero algunos consideran que el documental no expone el terror de la dictadura en su real magnitud. Para mí no es lo suficientemente duro como para hacernos volver a odiarla por lo que hizo a nuestro país, dijo Anna Ng, luego de ver el filme.
Imelda no demuestra ni una pizca de remordimiento en toda la entrevista.
Muchas veces, lo que ocurre alrededor de la charla con Díaz es más revelador que las propias palabras de Imelda.
Como en los viejos tiempos, los mayordomos le alcanzan un pañuelo cuando lo necesita, limpian sus lujosos abrigos y traen de inmediato sus fotografías cuando lo pide. Su vida sigue rodeada de esplendidez.
Díaz logra un buen efecto a lo largo de la película al intercalar las declaraciones de Imelda con opiniones y datos, a veces contradictorios, ofrecidos por analistas, periodistas, amigos y ex funcionarios de gobierno.
El filme también incluye algunas revelaciones sobre los caprichos de la Mariposa de Hierro.
En la película se cuenta que, en los años 60, airada por no haber ganado el cetro de Miss Manila, presionó al alcalde hasta que fue nombrada Musa de Manila.
El deseo de poder y fama se refleja en sus recuerdos sobre Ferdinando, aquel joven político al que conoció poco después de llegar a la capital.
No podía sacarme los ojos de encima, dice Imelda, quien reconoce que fue más que amor los que los hizo casarse pocos días después de conocerse. Los unió la ambición política.
Imelda niega en la película que Ferdinando Marcos, un agente de inteligencia que conquistó una banca en el parlamento en 1949 que ganó las elecciones presidenciales de 1965 y 1969, haya declarado la ley marcial en 1972 sólo para permanecer en el poder.
El gobernante siempre atribuyó esa medida a la necesidad de luchar contra la creciente guerrilla urbana de fundamentalistas musulmanes y de comunistas.
Imelda también negó que su esposo, quien ya en sus tiempos de estudiante había sido acusado de un crimen político, haya ordenado el asesinato en 1983 de su rival Benigno Aquino, cuya viuda, Corazón, fue elegida presidenta en 1986.
Ferdinando Marcos pretendió permanecer en el poder tras el triunfo electoral de Corazón Aquino, pero una protesta popular y la presión internacional lo obligó a exiliarse en Hawai, donde murió en 1989.
El filme enfatiza en los excesos que caracterizaron a la dictadura de los Marcos, con fiestas suntuosas en el yate presidencial y grandes proyectos arquitectónicos, como la construcción del Centro Cultural de Filipinas.
Los filipinos aún usan el adjetivo imeldífico para referirse a cualquier iniciativa con fines suntuosos. (