No hubo raros peinados nuevos a lo Francesco Totti, ni el glamour de Cristiano Ronaldo o el marketing de David Beckham ni la grandiosidad de flamantes estadios, sino tribunas sin terminar y mucho talento futbolístico ansioso por dejar la América empobrecida para llegar a la Meca europea.
La Copa América Perú 2004, el torneo de selecciones de fútbol más antiguo del mundo, tendrá su fiesta final este domingo con la notable ausencia en la cancha de muchas de las emigradas estrellas rutilantes, a diferencia de lo ocurrido con su "hermana rica", la Eurocopa disputada poco antes en Portugal, acorde con la brecha socioeconómica del Norte en detrimento del Sur.
Una primera y clara muestra de esa distancia son los 25 millones de dólares que se llevó de premio Grecia, la Cenicienta del torneo que venció a la selección anfitriona en la final disputada el 4 de julio en el recién estrenado estadio la Luz de Lisboa, frente al millón y medio de dólares que se disputarán Argentina y Brasil en el añejo Estadio Nacional de Lima.
Ese monto, sin embargo, resulta crucial aun para la subsistencia de muchas federaciones latinoamericanas, salvo precisamente Argentina y Brasil que, a fuerza de éxitos en los mundiales y por ser grandes canteras de futbolistas para la exportación, logran despegarse del resto.
Un caso emblemático en ese sentido es Uruguay con su actividad local hoy en caída libre, pese a que al igual que los dos grandes vecinos es también neto vendedor de "materia prima".
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Prueba de ello es que llegó hasta los cuartos de final de la Copa América, mientras los jugadores de su federación están en huelga desde hace casi un mes y su sindicato sólo habilitó competir a los de la selección nacional para impedir la desafiliación de la FIFA, sanción prevista para quien no concurre a estos torneos. Pero esos mismos futbolistas en Perú reclaman algo simple: cobrar por su trabajo.
"El fútbol va a perdurar porque forma parte de la cultura de los pueblos de la región, pero su éxito o desarrollo está directamente ligado a la situación económica y social de cada país", comentó a IPS Pablo Hernández, dirigente de la Mutual de Futbolers Profesionales del Uruguay.
Ilustra esa situación lo ocurrido en Uruguay y Argentina, donde el colapso económico de fines de 2001 en ambos países alejó el público de los estadios al mismo tiempo que caía el nivel de juego, añadió.
Es que la devaluación de las monedas locales frente al dólar —la cotización en Argentina pasó de uno a casi tres pesos por unidad y en Uruguay de 14 a 29 pesos— abarató el costo de las transferencias de jugadores e hizo más atractivos para ellos cualquier oferta del exterior, en especial por la diferencia de salarios.
Los propios escenarios futbolísticos de América y Europa, las dos regiones con mayor desarrollo y tradición de este deporte del mundo, muestran la brecha económica.
El campo de juego que albergará a las dos mayores potencias del fútbol latinoamericano fue inaugurado en 1952 y su refacción se limitó a recuperar la simbólica torre inutilizada desde hace dos décadas y a sumar unas 3.000 localidades hasta alcanzar 45.000 en total, a un coso de 440.000 dólares.
En cambio, sólo en el nuevo estadio que comparten los clubes portugueses Benfica y Sport Lisboa se invirtieron 144 millones de dólares para lograr una capacidad de 65.000 espectadores, y con una estructura transparente para que la luz del sol inunde el recinto, y a la vez respetando algunos detalles del anterior.
Fue en ese mismo lugar donde la pelota que el inglés David Beckham envió a lo más alto de las gradas, en un penal contra Portugal, llegó a cotizarse en una puja por Internet hasta casi 12 millones de dólares para finalmente venderse en "apenas" 34.000. En cambio, ninguno de los espectadores en un modesto estadio peruano se molestó en buscar siquiera un balón caído en la tribuna, pero lanzado por el uruguayo Darío Silva.
Y eso que Silva, con unos 10 años en Europa y hoy militando en el club Sevilla de España, es uno de los pocos famosos de esta Copa América, devaluada por ausencias notables de jugadores, retenidos a la fuerza por los clubes europeos o suplantados por las asociaciones latinoamericanas necesitadas de exponer al mejor postor a sus jóvenes telentos emergentes.
Hasta las potencias futbolísticas exportadoras de jugadores de la región como Argentina, Brasil, Uruguay y Colombia, no casualmente los mejor ubicados en la copa de Perú, dejaron o permitieron que a muchas de sus figuras se quedaran descansando en Europa. Algo que las asociaciones afiliadas a la UEFA jamás aceptaron ni aceptarán para su Eurocopa.
En Portugal estuvo toda la constelación del fútbol europeo, aunque algunas de esas estrellas se limitaran a caminar cansados por la cancha, como Beckham, el español Raúl o el holandés Rudd van Nistelrooy.
Luego sus clubes les ordenaron vacacionar, al igual que a sus compañeros sudamericanos aunque los llamaran de su país. La manos de obra debe estar descansada para cuando se reanude en días más las competencias locales.
Por eso a Perú no llegaron los brasileños Ronaldo, Ronaldinho, Roberto Carlos, Cafú ni Kaká, tampoco los uruguayos Alvaro Recoba y Javier Chevantón ni los argentinos Juan Sebastián Verón, Hernán Crespo, Walter Samuel ni Pablo Aimar. Por la misma imposición de sus equipos europeos faltaron a la cita los colombianos Juan Pablo Angel e Iván Córdoba y el paraguayo Roque Santa Cruz.
Incluso ya recibieron amenazas algunos de los que están participando en Perú, como Gabriel Heinze. El entrenador del club Manchester United, Alex Ferguson, le dijo al joven argentino que se olvide de hacer carrera en ese su nuevo equipo si compite en los próximos Juegos Olímpicos de Grecia, aunque perdonará al portugués Cristiano Ronaldo por el mismo pecado, según informó el viernes el diario limeño El Comercio.
La superprofesionalización del fútbol, impulsada por la FIFA de la mano de la globalización de la televisión, exacerbó el negocio de compra-venta de futbolistas, profundizando las diferencias deportivas a favor de los clubes de Europa occidental en detrimento primero de América del Sur, donde ese deporte sacó carta de ciudadanía a fines del siglo XIX, y luego del resto del Sur en desarrollo.
Es por ahora una de las pocas actividades económicas de primer orden mundial que no lidera Estados Unidos, ?defecto? que la FIFA ya trata de subsanar con campeonatos especiales, a la par de que la selección de ese país la ubica entre las 10 mejores del mundo pese a que el fútbol no logra preponderancia allí ni puede mostrar triunfos internacionales.
Así, con la FIFA condicionando a su antojo a sus otrora imprescindibles asociaciones sudamericanas —Montevideo fue en 1930 la primera sede de la Copa Mundial de Fútbol— y con las economía de crisis en crisis, a América del Sur le resulta cada vez más difícil organizar competencias deportivas internacionales, y cuando lo logra, obtiene poco provecho económico a cambio.
Tampoco es casual que la Copa América comenzara dos días después de finalizar la Eurocopa 2004. Es que su organización madre, la Federación Mundial del Fútbol Asociado (FIFA), que a través de sus instituciones filiales escalona los campeonatos de selecciones de modo que el Sur empobrecido sirva a los multimillonario clubes del Norte, muchos de los cuales no son instituciones sociales sino sociedades anónimas.
La ausencia de grandes figuras y la convocatoria en un mes de baja afluencia turística llevaron a que apenas unos 25.000 extranjeros asistieran al torneo en Perú y dejaran alrededor de 50 millones de dólares, 30 millones menos que las expectativas declaradas por el presidente Alejandro Toledo, según un informe del diario argentino Clarín.
Una cifra escasa para los 14 millones de dólares invertidos por el gobierno en obras e infraestructura en siete ciudades, y muy distante a los 300 millones de dólares que le aportó la Eurocopa a Portugal, con la presencia de 450.000 visitantes, casi 30 por ciento de los cuales aprovecharon para completar sus vacaciones anuales en ese país, de acuerdo con la prensa local.
También, a diferencia de la estable Portugal, el gobierno peruano afronta denuncias de corrupción y conflictos sociales, como la huelga general convocada por la central sindical el 14 de este mes y la suspensión de vuelos de la principal línea aérea del país por problemas judiciales de unos de sus accionistas principales.
Ante ese marco socioeconómico regional venido a menos, el fútbol debe ser incluido en el diseño de políticas públicas, como sostiene Hernández.
Este deporte es una importante actividad económica. Uruguay, por ejemplo, recauda cinco por ciento de cada transferencia al exterior, más allá de lo que aportan las competencias locales, explicó el sindicalista.
En el caso de Uruguay, donde el fútbol pasa por el peor momento económico y se refleja en el rendimiento deportivo, "la solución vendrá de la mano de cambios fundamentales en el gobierno del país", que mejore la producción y los ingresos de la población, afirmó.
Pero no sólo la infraestructura, la cotización de los futbolistas y la situación socioeconómica de la región y del propio Perú son distantes respecto de Europa occidental, sino su capacidad de organización, como lo demuestra el hecho de que las ampliación del estadio de Cusco estuvo pendiente hasta horas antes de comenzar el partido por el tercer puesto entre Uruguay y Colombia.
Unos 500 obreros trataban en la noche de la víspera del partido de concluir dos tribunas del estadio Garcilaso de la Vega para que fueran habilitadas antes del inicio del partido este sábado, según crónicas periodísticas locales. El estadio se encuentra en una de las principales zonas turísticas del país, a 3.800 metros de altura sobre el nivel del mar y, por lo tanto, no apto para jugar al fútbol de alta competencia.
Los demás trabajos de adecuación de estadios para conseguir ubicar de 20.000 a 40.000 espectadores, con una inversión cercana a los dos millones de dólares, también se terminaron casi en momentos en que los equipos salían al campo de juego, mientras que las lujosas obras portuguesas estuvieron listas medio año antes de que el 12 de junio se iniciara la Eurocopa.
Pero eso siempre le resulta más fácil a los dueños de la pelota.