DDHH: Experto de ONU comprometido a adelantarse a genocidios

El primer asesor especial del secretario general de la ONU sobre la prevención del genocidio, el argentino Juan Méndez, afirmó que no se dejará atar por las lagunas del derecho internacional para cumplir con su labor.

”No hay en el derecho internacional nada que se tipifique como genocidio cultural o económico. Eso no significa, por supuesto, que yo no sea abierto a las interpretaciones innovadoras de la Convención sobre Genocidio, por fuera de las interpretaciones más aceptadas”, dijo Méndez a IPS.

Méndez, un abogado que sufrió detención y torturas durante la última dictadura militar argentina (1976-1983), está dedicado a analizar la crisis humanitaria en la occidental región sudanesa de Darfur, causada por los choques entre guerrillas negras y milicias árabes apoyadas por el gobierno.

Su nombramiento en la ONU (Organización de las Naciones Unidas) no impidió que continuara presidiendo el no gubernamental Centro Internacional para la Justicia Transicional, con sede en Nueva York.

En una entrevista telefónica concedida a IPS desde la ciudad británica de Oxford, Méndez explicó en qué consiste su tarea.

”Se trata básicamente de seguir las situaciones de conflicto alrededor del mundo, intentar entender lo que está sucediendo en el momento justo, no seis meses después, y tratar de determinar si lo que ocurre puede derivar en un caso de genocidio”, explicó.

”Obviamente, el paso inmediato es dar una alerta temprana y consejos de los pasos a seguir al Consejo de Seguridad y al secretario general de la ONU”, indicó.

”Eso significa básicamente que tengo que estar bien seguro de que no hay situaciones alrededor del planeta que escapen a mi radar, y eso me exige, por supuesto, hablar con muchas personas”, agregó.

—Está bastante claro para la comunidad internacional que algo muy grave ocurre en Darfur. ¿Cómo puede ayudar usted para que esa conciencia se traduzca en acción?

—Ya hay una importante presencia de la ONU en Sudán, pero, a mi juicio, cuanto más lo veo más me convenzo de que para prevenir un genocidio en Sudán se requerirá de un esfuerzo sostenido por varios meses, y quizás años. Por otra parte, mi desafío es añadir valor a lo que la ONU ya está haciendo.

Hallar un papel adecuado y una voz adecuada en (los esfuerzos para resolver el conflicto de) Sudán es lo que tengo que hacer en los próximos días.

Podrían ser muchas cosas, como sugerir que iniciemos alguna forma de diálogo o negociaciones con las partes o con el gobierno de Sudán, o involucrar a otros gobiernos o al propio Consejo de Seguridad. Por supuesto, a priori no puedo decir cuál es la mejor solución.

—¿Cuál es su postura ante el debate sobre si se debe esperar o no a que una situación de conflicto alcance el grado legal de ”genocidio” para entrar en acción?

—Mi obligación es guiarme por la definición internacional de genocidio, pero eso no quiere decir que deba analizar a cada situación si cabe en esa categoría sino, justamente, alertar antes de que alcance ese punto.

En definitiva, mi papel no es el de estar atado por una definición. Por supuesto que algunas referencias a esa definición son necesarias, pues un conflicto puede ser muy violento y violar las leyes de la guerra. Sin embargo, puede no derivar en un genocidio.

Justamente, yo tengo que analizar cuáles son los factores que indican que esa situación puede terminar en un genocidio, y no calificarla cuando los acontecimientos todavía no lo han revelado.

Estoy de acuerdo en que existe una definición en la ley internacional por alguna razón, pero parece que estamos divididos en si hay que calificar un conflicto antes de actuar. Es verdad que la definición impulsa ciertas respuestas de la comunidad internacional, pero lo peor que podemos hacer es sentarnos y esperar una respuesta.

Creo que la idea de crear mi oficina apunta, justamente, a escapar de las ataduras de la definición. Tengo que decir con toda franqueza, en relación con la respuestas de la comunidad internacional, que no estoy de acuerdo en que se deba esperar a que una situación alcance el grado de genocidio para actuar.

Hay muchísimas cosas que el Consejo de Seguridad puede ordenar, y sólo se requiere que una situación sea una amenaza a la paz y estabilidad mundiales, pero no que sea ya un genocidio. Por eso creo que tenemos que ver al presente del derecho internacional y hacer todo lo necesario para salvar vidas.

—¿La creación de este puesto permitirá crear un espacio para escuchar voces que hasta ahora eran ignoradas?

—Mi instinto me guía a garantizar que mi oficina le dé una voz a los que no tienen voz, en especial a las víctimas lo víctimas potenciales de un genocidio.

Mis puertas van a estar abiertas y mi teléfono accesible a cualquiera que quiera hablarme sobre situaciones que puedan derivar en un genocidio.

Diría que estoy comprometido con mi propio sentido del deber a dar mi consejo primero al secretario general y al Consejo de Seguridad, pero estoy seguro que luego eso no va a ser confidencial, sino que luego que se los dé, puedo decidir hacerlo público.

—¿Cómo reaccionaría si un caso, como por ejemplo el de Darfur, llega al Consejo de Seguridad y queda estancado ante la disparidad de criterios? ¿Se encuentra eso fuera de su esfera de acción?

—No está fuera de mi trabajo sugerirle al Consejo de Seguridad las acciones que debe tomar. Pero, por supuesto, será su decisión. No soy un operador ejecutivo. Soy sólo un asesor, y como asesor doy mi consejo, pero la decisión la hace el Consejo de Seguridad.

—¿Teme sentirse frustrado si no hay la respuesta esperada a sus recomendaciones?

—No, no tengo temor. Soy muy optimista. Pero, obviamente, el tiempo dirá si seré escuchado o no. Si no soy escuchado, entonces deberé ver si se debe a que estoy equivocado o a que alguien más lo está. Trataré de ser lo suficientemente humilde para reconocer si me equivoco, pero me callaré si pienso que mi consejo fue ignorado.

—¿Hay otras situaciones particulares en el planeta que, según usted, requieran atención?

—Sin duda. El riesgo aquí también es distraerse por una situación que atrae la atención de todos y perder de vista una que está surgiendo. Si eso ocurre, sería mi responsabilidad, pues nadie es más responsable que yo de alertar al Consejo de Seguridad. Por eso, debo estar seguro de que hago todo lo que puedo por Darfur sin ignorar otras situaciones.

—Muchos creen que el tratamiento que se les da a muchos pueblos indígenas del mundo constituye un genocidio. ¿Qué piensa usted?

—La definición internacional de genocidio cubre, obviamente, a los pueblos indígenas sujetos, de un modo u otro, a algún tipo de exterminio. Esa es una cuestión factual más que nada, y también de intención.

No hay en el derecho internacional nada que se tipifique como genocidio cultural o económico. Eso no significa, por supuesto, que yo no sea abierto a las interpretaciones de la Convención sobre Genocidio que sean un poco innovadoras o fuera de las interpretaciones más aceptadas. Y no solo en lo que respecta a los pueblos indígenas, sino también con el exterminio masivo y sistemático de pueblos por su orientación política e ideología.

La gente lo denomina genocidio, y soy muy consciente de eso. No quiero antagonizar con nadie en el movimiento de derechos humanos, pero eso no está reconocido como genocidio por el derecho internacional.

—¿Usted no aspira a ampliar la definición desde su posición?

—No, pero estoy abierto a que me persuadan de que hay interpretaciones de la ley que abarcan situaciones que, a primera vista, no parecen encajar en la definición más aceptada.

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