Cuando más de un millón de personas congestionaron las calles de Londres, Nueva York, París y Berlín en febrero del año pasado para protestar contra la inminente invasión de Iraq, The New York Times celebró el creciente poder del movimiento mundial contra la guerra.
Las masivas manifestaciones, según el diario estadounidense, probaban que había dos superpotencias en el mundo: "Estados Unidos y la opinión pública mundial".
El secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Kofi Annan, quien coincidió con la caracterización del periódico, designó ese mismo mes a un grupo de 12 personalidades para evaluar el papel de la sociedad civil y buscar formas de fortalecer sus futuras relaciones con el foro mundial.
El grupo, encabezado por el ex presidente brasileño Fernando Henrique Cardoso, emitió el lunes un informe de 83 páginas en el que concluyó que "la sociedad civil mundial ejerce hoy un poder real en nombre de los ciudadanos".
Según el estudio, el mundo experimenta un nuevo fenómeno, y es que "la opinión pública mundial está moldeando la agenda política y generando una serie cosmopolita de normas y demandas ciudadanas que trascienden las fronteras nacionales".
Phyllis Bennis, del Instituto de Estudios Políticos, con sede en Washington, consideró muy bueno que la ONU tome más iniciativas de apoyo a la sociedad civil, en especial en el Sur en desarrollo, pero señaló que el aspecto más importante de la relación entre la ONU y la sociedad civil es la cuestión del poder.
"La Carta de las Naciones Unidas empieza con 'Nosotros los pueblos', pero desafortunadamente, ese compromiso nunca se ha aplicado, y la ONU sigue siendo dominio de los gobiernos", lamentó, en declaraciones a IPS.
En este período de poder tan concentrado en un miembro de la ONU, Estados Unidos, la función más importante de la organización es la de aliada de la sociedad civil contra el unilateralismo y la guerra.
La sociedad civil comprende asociaciones de ciudadanos sin fines de lucro y ajenos a la esfera estatal, es decir que se trata de agrupaciones situadas entre el mercado y el Estado. Muchas veces persiguen fines de bien público, como la defensa de los derechos humanos, la protección del ambiente o la promoción del desarrollo, pero otras persiguen intereses grupales, por ejemplo sindicatos, grupos religiosos o comunidades barriales.
Quizá la relación entre la ONU y la sociedad civil tuvo su momento de mayor visibilidad en febrero del año pasado, cuando distintas organizaciones no gubernamentales (ONG) y otros grupos coordinaron manifestaciones en 655 ciudades de todo el mundo para decir "no a la guerra", recordó Bennis.
El grupo encabezado por Cardoso exhortó a la creación de una nueva subsecretaría general de la ONU que actúe de enlace entre la sociedad civil y el foro mundial.
Jim Paul, del Global Policy Forum (Foro de Políticas Mundiales), un gabinete de expertos con sede en Nueva York que vigila la actividad de la ONU, expresó su satisfacción por la propuesta.
"Las ONG han realizado esa recomendación por largo tiempo. Esperábamos que el panel también la hiciera", dijo a IPS.
Sin embargo, advirtió que el concepto de sociedad civil no debe involucrar a la comunidad empresarial.
"Si esa es la intención, nos oponemos", declaró Paul. "El uso del término 'sociedad civil' siempre ha sido peligroso, porque puede incluir ONGs, empresas y hasta al hombre en la luna", advirtió.
El Pacto Mundial de la ONU, un tratado de aplicación voluntaria criticado por abarcar a empresas multinacionales que han violado derechos ambientales y laborales, será incorporado a la propuesta oficina de enlace.
El informe del grupo de Cardoso reconoce la preocupación de muchos miembros de la sociedad civil por la posible influencia excesiva de multinacionales en la ONU.
"Sin embargo, su compromiso constructivo mediante el Pacto Mundial representa una forma de vigilar sus obligaciones y responsabilidades por parte de la ONU", señala el informe, que justifica la inclusión de las grandes empresas en la sociedad civil.