IRAQ: Restauración del orden es la clave del nuevo gobierno

El flamante gobierno interino de Iraq parece contar con cierto apoyo en el populoso distrito chiita de Ciudad Sadr, en esta capital. En este barrio, la restauración del orden público parece ser la clave para medir el éxito o el fracaso de las nuevas autoridades.

Aun así, los habitantes del distrito manifiestan escasa tolerancia hacia la continuación de la presencia de soldados de Estados Unidos y otros miembros de la coalición invasora después del supuesto traspaso de soberanía del lunes, que expertos consideraron un fraude.

Estados Unidos mantendrá al menos 138.000 soldados en Iraq, a los que se suman 20.000 de otros países, en el futuro previsible. Estas fuerzas gozarán de completa inmunidad ante la ley y los tribunales iraquíes, por decisión de quien fuera hasta el lunes el jefe de la Autoridad Provisional de la Coalición ocupante, el embajador estadounidense Paul Bremer.

”Los estadounidenses aún patrullan Ciudad Sadr”, lamentó Mohammed Yassin, de 29 años y desempleado, mientras otros hombres reunidos en la casa de té asentían con la cabeza. ”No los queremos; nuestra policía es suficiente”, agregó.

Habitantes de este distrito que ha sufrido violentos choques entre milicias locales y fuerzas de ocupación dicen que respetarán a las fuerzas de seguridad iraquíes. ”Los policías son nuestros hermanos, primos y amigos. Nos encargaremos de la seguridad junto con ellos”, dijo Yassin.
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El distrito se llamaba antes Ciudad Saddam y fue rebautizado Ciudad Sadr tras el derrocamiento del presidente Saddam Hussein. El nuevo nombre honra al líder chiita Moqtada al Sadr, que encabezó un fuerte movimiento de resistencia a la ocupación.

El primer ministro Iyad Allawi puede al menos contar con cierto apoyo en Ciudad Sadr. ”Es un buen hombre; es un chiita”, dijo uno de los hombres reunidos en la casa de té. Otros estuvieron de acuerdo.

Pero en el barrio trabajador Shuhada (Mártires), de mayoría sunita, el jeque de la mezquita local ve al primer ministro de modo diferente. ”No hay diferencias entre sunitas y chiitas”, las dos principales ramas del Islam, afirmó el jeque Mahmoud Khudeir Abbas.

Abbas está complacido con el nuevo gobierno, por razones similares a las de los residentes de Ciudad Sadr. ”Al menos son musulmanes”, dijo. ”Ahora, todas las tropas extranjeras deberían abandonar el país. Es duro verlas ahí”, agregó.

Saad Jawad, profesor de ciencia política de la Universidad de Bagdad, expresó pesimismo acerca de las probabilidades de éxito del nuevo gobierno. Por un lado, los ministros siguen atados a los estadounidenses por muchas cosas que necesitan, y por otro serán culpados si las cosas salen mal, dijo.

”Este gobierno no fue elegido ni es independiente. Todo dependerá de si los estadounidenses les dan todo lo que precisan para hacer el trabajo”, vaticinó Jawad, y agregó que en su opinión, eso no ocurrirá.

El nuevo gobierno dependerá todavía de las antiguas fuerzas de la coalición, ahora llamadas ”fuerzas multinacionales”, para la mayoría de las operaciones de seguridad.

Las nuevas fuerzas de seguridad iraquíes reconstituidas (la policía, la Guardia Nacional y el ejército) suman ahora 200.000 efectivos, pero sólo recibieron armas ligeras, y para las comunicaciones y operaciones logísticas dependen principalmente del ejército de Estados Unidos.

En casa de un ex partidario del Baas, el partido de Saddam Hussein, en el barrio Mohandessin de Bagdad, la opinión sobre las fuerzas extranjeras ha cambiado radicalmente desde los días siguientes a la invasión, el 20 de marzo de 2003.

En aquel entonces, la familia condenaba de plano el derrocamiento del régimen de Saddam Hussein por Estados Unidos, pero ya no. ”Es posible que las tropas extranjeras deban quedarse un tiempo para ayudar con la seguridad”, dijo el padre, un funcionario público retirado que prefirió permanecer en el anonimato.

”Estamos hartos de toda esta situación, la violencia y el caos. Esto debe detenerse”, manifestó.

El ex partidario del Baas también cree que Iyad Allawi fue una buena elección como primer ministro. ”Allawi es un político de la vieja escuela. El actuó en el régimen de Saddam, en la era del Baas”, recordó.

El fuerte deseo de seguridad y estabilidad puede ser una espada de doble filo para el nuevo gobierno. Por un lado, le ofrece una oportunidad de probarse, pero por otra, es más que probable que si no logra mejorar la situación, la población se vuelque contra los ministros.

El gobierno interino cree que podrá utilizar la naturaleza del enemigo para recabar apoyo entre la población.

”Es muy simple”, dijo Sabah al-Ali, asesor del nuevo ministro del Interior, Falah al-Nakib. ”¿El pueblo iraquí quiere ser gobernado por criminales que matan a su propio pueblo y cortan la garganta de los extranjeros, o desea un gobierno responsable y elecciones en el futuro cercano? Creo que no hay elección”, expresó.

El problema es que los opositores del gobierno intensificarán sus esfuerzos para hacerlo fracasar, como ya ocurrió antes del traspaso de poder. Y es improbable que las nuevas autoridades, inexperientes y subequipadas, puedan tener éxito donde las fuerzas de Estados Unidos han fracasado.

Al-Ali coincidió en este sentido con iraquíes entrevistados en la calle. ”Nosotros conocemos a nuestro pueblo. Los iraquíes pueden controlar a los iraquíes mucho mejor que los extranjeros. Podemos lograrlo”, declaró.

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