Si no hubiera mediado el respaldo que el ex presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan (1981-1989), prestó al régimen del derrocado Saddam Hussein (1979-2003), la situación actual de Iraq habría sido distinta.
Reagan murió el 5 de este mes en su casa de la occidental ciudad californiana de Los Angeles. Saddam Hussein está detenido tras ser derrocado por tropas estadounidenses que invadieron su país el año pasado y permanecen en él.
Los dos periodos del mandato de Reagan se corresponden aproximadamente con la larga guerra que pelearon los vecinos Iraq e Irán entre 1980 y 1988.
Saddam Hussein invadió Irán el 22 de septiembre de 1980 con el anunciado propósito de hacerse del control del fronterizo río Shatt al-Arab, para dar a su país un mejor acceso al Golfo.
Por entonces, Washington estaba interesado en sofrenar a Irán, convertido en uno de sus principales enemigos con el triunfo de la revolución islámica de 1979.
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Irán había tomado de rehenes a funcionarios estadounidenses, y la incapacidad del entonces presidente estadounidense Jimmy Carter (1977-1981) para conseguir su liberación había servido en buena medida para que ganara las elecciones Reagan, un ex actor de películas de Hollywood, candidato del opositor y derechista Partido Republicano.
"Estados Unidos y Saddam pensaron del mismo modo en aquel momento, pues Estados Unidos quería destruir la revolución iraní", dijo a IPS en su casa de Bagdad el retirado general de brigada iraquí Zekki Daoud Jabber.
Cuando Reagan asumió como presidente, Jabber controlaba los sistemas de comunicaciones y radares del ejército iraquí.
Casi desde el inicio de la guerra contra Irán, aviones Awacs, alquilados a Arabia Saudita y pilotados por estadounidenses, fueron empleados para suministrar información de inteligencia a Iraq.
"Fue muy importante para nosotros, pues nos permitió saber dónde estaban los aviones iraníes y dónde golpearían", dijo Jabber a IPS.
Una asistencia más significativa al régimen de Saddam Hussein vendría más tarde, pues llevó cierto tiempo a Reagan conseguirla.
El presidente dio el primer paso en noviembre de 1983, cuando retiró a Iraq de la lista de países que, según el gobierno de Estados Unidos, respaldaban al terrorismo internacional. Eso abrió las puertas a una plena cooperación económica y diplomática entre Bagdad y Washington.
Al mes siguiente, Reagan envió un emisario a Bagdad portando una carta personal para Saddam Hussein. Se trataba, nada menos, que del actual secretario de Defensa, Donald Rumsfeld.
"Saddam Hussein se mostró obviamente complacido con la carta del presidente y la visita de Rumsfeld", afirmaba por entonces un documento oficial ahora desclasificado.
Rumsfeld se reunió asimismo con el canciller iraquí Tareq Aziz.
"Estados Unidos e Iraq comparten muchos intereses" y la administración de Reagan tiene "la voluntad de hacer más" para "ayudar a Iraq" dijo Rumsfeld a Aziz, según un memorando del Departamento de Estado (cancillería) de Estados Unidos, desclasificado por el no gubernamental Archivo de Seguridad Nacional.
En 1984, Aziz (actualmente bajo arresto tras formar parte de la lista de iraquíes más buscados por Washington) viajó a Washington y se reunió con Reagan en la Casa Blanca. Luego, Estados Unidos dio a Bagdad acceso regular a sus informes de espionaje en el Golfo y estableció vínculos directos entre su embajada en Iraq y la CIA (Agencia Central de Inteligencia).
Durante ese periodo, el gobierno de Reagan ignoró casi por completo los informes según los cuales el régimen iraquí utilizaba armas químicas contra el ejército iraní y contra los insurgentes de la minoría kurda, en el norte del país.
"Si bien condena el uso de armas químicas por parte de Iraq, el gobierno de Estados Unidos cree que la intransigente negativa del régimen iraní a deponer sus intentos de eliminar al legítimo gobierno de Iraq es incompatible con las normas aceptadas", decía un comunicado oficial de Washington.
Según Jabber, el gobierno de Reagan nunca intentó seriamente detener el uso de armas químicas por parte de Iraq. "Todo lo que hacíamos era revisado con Estados Unidos. Ellos conocían nuestra política de usar armas químicas contra el ejército iraní cuando éste ingresaba a nuestro territorio. Se la expusimos y siguieron ayudándonos", sostuvo.
A medida que el conflicto se estancaba, las tácticas de Saddam Hussein se volvieron más brutales. Lanzó una campaña masiva de limpieza étnica contra la minoría kurda en el norte, conocida como al-Anfal.
Los kurdos, cansados de la opresión iraquí, estaban respaldando a Irán. Decenas de miles murieron, cientos de miles fueron sacados de sus aldeas a punta de bayoneta y sus viviendas destruidas con topadoras.
"Lo recuerdo muy bien. Los soldados de Saddam llegaron una mañana con topadoras para destruir la casa apenas salimos. Luego nos dieron una tienda donde vivir. Quedamos completamente rodeados de puestos de control militares", relató Rafat Abdel Mohammed Amin, alcalde de un campamento de refugiados kurdos cerca de la septentrional ciudad de Arbil.
El gobierno de Reagan apenas tomó nota de la campaña de al-Anfal. Las fuerzas estadounidenses en la región no hicieron nada para proteger a los kurdos, más bien comenzaron a combatir directamente a Irán.
El 8 de octubre de 1987, barcos de guerra estadounidenses destruyeron dos lanchas de patrulla iraníes en el Golfo, y el 18 de abril de 1988 volaron dos plataformas petroleras, hundieron una fragata y un barco lanzamisiles.
El armisticio de 1988 dejó a Iraq con 2.600 kilómetros de territorio iraní.
Luego vino la invasión iraquí a Kuwait, en 1990, que Bagdad esperaba sería contemplada por Washington del mismo modo que el anterior conflicto.
Pero la situación internacional había variado y otros poderosos aliados petroleros de Washington en la región se sentían amenazados por la agresividad iraquí. Se produjo entonces una inmediata condena de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y le siguió la guerra del Golfo, conducida en 1991 por Estados Unidos contra Bagdad.
El régimen iraquí atravesó los años 90 en un creciente aislamiento internacional y doblegado por las sanciones económicas de la comunidad internacional. Pero la represión interna no cesó.
En marzo de 2003, Washington inició una segunda y definitiva guerra contra Saddam Hussein, cuyo régimen había vuelto a su lista de "países que alientan el terrorismo y fabrican o desarrollan armas de destrucción masiva".
Pero esta vez, aunque se buscaron por cielo y tierra, las armas de destrucción masiva no aparecieron.
Amin parece haber perdonado. "Estados Unidos respaldó a Saddam porque creyó que esa relación lo beneficiaría. Cada país hace lo mismo. Luego cambian de opinión. Querían sacar a Saddam, así que comenzaron una guerra contra él", dijo.
Pero los recuerdos del respaldo de Reagan a la represión persisten en el norte iraquí, donde todavía viven en campamentos de refugiados unos 150.000 kurdos.
Diecisiete años después de que soldados de Saddam Hussein rociaran con gas venenoso la casa de Aftow Khafood en Hallabja, una lona alquitranada y barro apisonado sirven de techo a su precario hogar en el campamento de Benslawa.
"Querríamos mejorar nuestra situación. Cada vez que llueve tememos que el techo caiga sobre nuestras cabezas. Queremos regresar a nuestros hogares y vivir como los demás, en casas normales", dijo.
Mientras en Estados Unidos llovían los elogios sobre Reagan en una larga semana de ceremonias fúnebres de Estado, Khafood decía que la única ayuda internacional que recibió fue de la ONU, que le suministró un baño de emergencia y 200 ladrillos con los que improvisó las paredes de su vivienda.