ENERGIA-URUGUAY: Crisis de la abundancia

”El buen Dios se va a ocupar de que tengamos buenas lluvias”, rogó el presidente de Uruguay, Jorge Batlle, ante la bajante de los ríos que nutren centrales hidroeléctricas del país y el recorte del fluido desde Argentina, que obligaron a recurrir a las costosas centrales térmicas.

La expresión resignada exhibe el grado de dependencia energética de este país del caudal de lluvias en las cuencas de los ríos Uruguay y Negro, y de la interconexión con la aún caótica Argentina y el volátil mercado petrolero mundial.

Uruguay sigue en riesgo de colapso energético por imprevisión y ausencia de un plan estratégico, problemas recurrentes en las últimas tres décadas, pese a los abundantes recursos en uso y al potencial de desarrollar nuevos, dicen investigadores de la estatal Universidad de la República y políticos opositores.

Si no se adoptan medidas en el momento oportuno para hacer frente a eventuales crisis, el país queda expuesto a circunstancias externas o ajenas que no puede controlar, señaló a IPS el ingeniero Martín Ponce de León, diputado del izquierdista Encuentro Progresista-Frente Amplio (EP-FA)

Uruguay está al borde de su capacidad energética por menores lluvias. ”Ni siquiera hizo falta que ocurriera una sequía”, dijo Ponce de León, principal asesor en energía del EP-FA, favorita para las elecciones generales de este año.

Se suman la crisis energética de Argentina, proveedor eléctrico tradicional en momentos de escasez al que también se compra ahora gas natural, y el constante aumento de los precios del petróleo, que Uruguay debe importar.

En los años 30, a impulsos de políticas de industrialización y desarrollo, se concretó la primera central hidroeléctrica —Rincón del Bonete sobre el río Negro— y se fundó la empresa estatal petrolera Ancap para refinar combustible destinado a la industria.

Entre los años 40 y 50 se sembró el interior rural de ”cargadores” (molinetes) en adelantada experiencia de uso de energía eólica, y se programó la represa de Salto Grande, recién construida en los 70.

Salto Grande, sobre el río Uruguay y compartida con Argentina, es la mayor proveedora eléctrica del país con una potencia instalada de 1.890.000 kilovatios y una generación media anual de 6.700 millones de kilovatios/hora. También existen otras dos en el río Negro: Rincón de Baygorria, construida a fines de los años 50, y Palmar, de fines de la década del 70.

Uruguay depende de la producción de esos cuatro complejos, que cubren 75 por ciento del consumo, y de la importación de Argentina. Las alternativas son dos vetustas centrales térmicas a fuel oil, a las que debió apelar este año cuando, por falta de agua, se detuvieron las turbinas hidroeléctricas.

En los primeros cinco meses del año, el país gastó 10 millones de dólares no previstos en compra de electricidad a Argentina e incluso a Brasil, y en petróleo para las centrales térmicas.

Salto Grande está a cargo de una comisión mixta binacional, cuya parte uruguaya se gestiona desde la cancillería, las demás centrales son propiedad de la monopólica y estatal empresa de electricidad UTE, a la que se suma la aún poco desarrollada empresa de gas, única en manos privadas y de capitales franceses.

La privatización de la producción y distribución del gas comprado a Argentina llevó a incentivar el consumo sin tener en cuenta la crisis que podía acarrear la merma de lluvias, dijo a IPS el ingeniero José Cataldo.

”Más de 50 por ciento del consumo energético corresponde al área residencial” pues la deteriorada industria no es factor de gran demanda, explicó Cataldo, director del Instituto de Mecánica de los Fluidos e Ingeniería Ambiental de la Facultad de Ingeniería y coordinador de la Red Iberoamericana de Generación Eólica.

Uruguay utiliza 2,5 millones de tep (toneladas equivalentes de petróleo) de energía anualmente, 0,83 tep por cada uno de sus 3,4 millones de habitantes.

Es el consumo más bajo del Mercosur (del que también forman parte Argentina, Paraguay y Brasil) pues argentinos y brasileños casi lo duplican, según un estudio publicado en 2002 por la Dirección Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación.

Ese consumo se mantuvo constante entre 1965 y 1990, para aumentar hasta 2000 en 2,6 por ciento anual, agrega el informe.

Frente a una crisis que afecta a la región, con la caída de la distribución de gas en Argentina como detonante, se impone en Uruguay la racionalización del consumo, como lo hizo Brasil hace dos años, pero especialmente el desarrollo de fuentes alternativas.

El aumento de la demanda debería ser de cinco por ciento anual con una política de desarrollo industrial y habría que poner en marcha un plan de atención a la crisis y otro de diversificación energética, sostuvo Ponce de León.

Si la izquierda llega al gobierno en 2005 se ampliará la interconexión con Brasil, se crearán unidades de generación en el norte del país con equipos de bajo costo y se aumentará el respaldo con centrales de ciclo combinado (a gas y petróleo) como la proyectada en el litoral oeste para utilizar un gasoducto ya construido desde Argentina, prometió.

Habrá que desarrollar las líneas de conexión que pongan a Salto Grande como puente energético del Mercosur (Mercado Común del Sur) e incorporar pequeñas centrales térmicas a leña, ”granjas de molinos” para aprovechar el viento y paneles solares fotovoltaicos, señaló.

Tampoco se debe descartar la prospección de hidrocarburos en el subsuelo y la plataforma marítima, aunque a más largo plazo por la inversión que requiere.

Es ilógico que ”no tengamos esos recursos” cuando en zonas cercanas de Argentina y Brasil existen ricos yacimientos en explotación y se siguen detectando otros, como el de gas del sur brasileño, añadió.

Es fundamental diversificar, desarrollando la energía eólica y en particular la biomasa, a partir de la leña, complementarias de la hidroeléctrica y que darían sustentabilidad y respaldo para una acción activa en el Mercosur, no ya como simple comprador sino como activo exportador, dijo Cataldo.

La capacidad de generación eléctrica a partir del viento es potencialmente similar a la que producen las tres represas sobre el río Negro, y es más barata, aseguró. ”El costo de generación hidroeléctrica es de 80 dólares por megavatio en promedio, mientras que la eólica es de la mitad”, afirmó.

La energía eólica es el mejor complemento de la hidroeléctrica, en caso de escasez de lluvias o para sumar a la exportación de excedentes. ”En Uruguay, el promedio de viento para hacer funcionar el sistema cubre 45 por ciento del año en muchos lugares, mientras que la media mundial es de 30 por ciento”, agregó.

Se necesita eliminar barreras regulatorias, que no la hacen confiable para su uso a los industriales, y trabas culturales. El desarrollo de la electricidad rural en los años 80 y 90 barrió con la rica experiencia privada anterior de proliferación de cargadores eólicos, comentó Cataldo.

Por entonces, los costos y dificultades de mantenimiento desanimaron su utilización, pero hoy la tecnología es muy superior y elimina esos inconvenientes, apuntó.

Cataldo también es partidario de la energía solar fotovoltaica para electrificación rural de pequeña escala.

Finalmente, Uruguay tiene mucho para aprovechar en residuos de biomasa, asociada a la leña, para lo cual existe tecnología en el país, al igual que para el uso del hidrógeno, con el cual se ”podría finalmente ingresar en el siglo XXI”, puntualizó Ponce de León.

De momento, el gobierno sólo apuesta a la integración con la red brasileña. Es casi un hecho la construcción de una línea de alta tensión entre la central de Garabí, en el meridional estado de Río Grande del Sur, y Salto Grande, que proveerá a Uruguay de 500 megavatios/hora y otro tanto a Argentina.

Este acuerdo, que incorporará casi la mitad de electricidad que demanda hoy Uruguay, es el primer paso hacia un banco energético del Mercosur, comentó a IPS el canciller Didier Opertti, en alusión a su propuesta de integración regional en la materia.

Una apuesta similar a la enunciada por Argentina, Brasil y Bolivia, pero a través de Petroamérica, una empresa petrolera multinacional que ha sugerido crear el presidente de Venezuela, Hugo Chávez.

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