Las sanciones impuestas por Estados Unidos contra Siria no causarán mucho daño al país árabe, ni beneficiarán al norteamericano, según el gobierno en Damasco y analistas independientes.
Expertos árabes consideran que los castigos incluidos en la ley estadounidense de Responsabilidad de Siria y de Soberanía de Líbano (SALSA, por sus siglas en inglés) son simbólicos. Damasco condenó la implementación de la norma por parte del gobierno de George W. Bush.
Luego de meses de discurso belicoso, Bush optó por aplicar sólo las sanciones mínimas previstas por SALSA, entre ellas una virtual prohibición de las exportaciones estadounidenses a Siria, excluidos los alimentos y medicamentos.
Además, la Casa Blanca ordenó a los bancos estadounidenses cortar sus vínculos con el estatal Banco Comercial de Siria.
Las vacilaciones en la reglamentación de la ley refleja los dilemas de Washington en su relación con Damasco, que ha brindado apoyo a la lucha contra la organización terrorista Al Qaeda.
Pero Estados Unidos quiere castigar a Siria por su aparente apoyo a grupos radicales palestinos como el Movimiento de Resistencia Islámica (Hamas) y por no impedir el ingreso en Iraq de supuestos elementos antiestadounidenses.
Analistas pronostican que las sanciones, largamente anunciadas, no afectarán directamente la economía porque no representan ninguna novedad: Siria ha estado durante años en la lista negra estadounidense de estados patrocinantes del terrorismo.
El comercio entre los dos países es de apenas 300 millones de dólares, pero varias compañías estadounidenses del sector de la energía participan en proyectos de petróleo y gas en Siria.
Bush no prohibió las inversiones. Entre 300 y 400 empresas tienen oficinas de representación en Damasco, entre ellas poderosas compañías del sector de la tecnología de la información como IBM, Hewlett-Packard, Dell y Compaq.
Hoy, Siria comercializa todo su petróleo crudo, incluido el extraído por firmas extranjeras, a través de la compañía estatal Sytrol, que posee 25 por ciento del proyecto de Petro-Canada para desarrollar la explotación de gas natural y en el que también participan empresas estadounidenses.
El efecto de las sanciones de Washington serán más que nada, psicológicas, dijo el economista sirio Nabil Sukkar a IPS.
Sin embargo, admitió, las sanciones podrían ahuyentar a algunas compañías y tener un impacto negativo en el flujo de inversiones, en momentos en que Siria lanzó un programa de modernización económica.
Una pequeñísima parte del comercio sirio podría verse afectado. Apenas uno por ciento de las exportaciones de este país árabe se dirigen a Estados Unidos, mientras la Unión Europea (UE) concentra 60 por ciento de ese flujo.
Y apenas cinco por ciento de las importaciones sirias proceden de Estados Unidos, estimó Sukkar.
Mientras, los países europeos no dejan de considerar Siria entre las oportunidades de negocios. El gobierno de España invitó al presidente sirio Bashar el-Assad para que visite el país a comienzos de junio.
Una delegación de alto nivel de la UE estará en Damasco este fin de semana para analizar la exportación de petróleo y gas al bloque.
Las sanciones son injustas e injustificadas. Y tendrán escaso efecto sobre nuestro país, pues no tenemos fuertes relaciones comerciales con Estados Unidos. Debemos fortalecer nuestro vínculo con empresas europeas, japonesas y asiáticas, dijo el ministro de Información, Ahmad Al-Hassan.
La Liga Arabe, que reúne a 22 países del área, advirtió a través de una declaración que el embargo empeora la ya mala imagen de Estados Unidos ante el mundo árabe.
La situación, al menos, se aclaró. Ahora sabemos qué podemos esperar. Por ahora, las sanciones tienen sobre Siria un impacto más político que económico, pues nos ubican en el campo enemigo, dijo un empresario de Damasco que tiene una intensa relación con empresas estadounidenses.
Las sanciones previstas por SALSA incluyen la prohibición de los vuelos comerciales desde Siria a Estados Unidos —los cuales son, de todos modos, inexistentes—, con la excepción de los arrendados por el gobierno para misiones oficiales. Los vínculos diplomáticos seguirán intactos.
Un desafiante presidente Bashar el-Assad dijo que no accedería a las demandas estadounidenses de expulsar a las organizaciones palestinas.
El mandatario también negó que su país poseyera, como afirma Washington, armas de destrucción masiva o que permita a combatientes islámicos ingresar en Iraq a través de su territorio.
En una reunión de 90 minutos con periodistas estadounidenses luego conocerse las sanciones, Assad reconoció que su país necesitará ayuda de Washington para recuperar los territorios perdidos a manos de Israel en la guerra de los Seis Días de 1967.
Pero el presidente sirio aclaró que no se trata de una prioridad para su gobierno.
Las sanciones dañan los intereses estadounidenses más que los sirios, dijo a IPS el abogado Mohammed Aziz Shukri, profesor de Derecho Internacional en la Universidad de Damasco.
Francamente, todo esto no podría interesarnos menos. Esperamos lo peor del gobierno de Estados Unidos: esperamos más que las sanciones, concluyó Shukri. (