Mientras la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se prepara para organizar elecciones y ayudar a crear un nuevo gobierno interino en Iraq a partir de julio, arrecian las advertencias sobre el riesgo de vida que correrán los funcionarios en ese país.
La misión de la ONU en Iraq está destinada al fracaso, vaticinaron analistas y funcionarios de la organización, porque el foro mundial es visto cada vez más no como un intermediario independiente, sino como un subcontratista glorificado de Estados Unidos, que invadió ese país del Golfo en marzo de 2003.
El clima de miedo aumentó esta semana con la divulgación de un vídeo que muestra la decapitación de Nicholas Berg, un civil estadounidense secuestrado en Iraq por extremistas islámicos, en represalia por el maltrato de prisioneros iraquíes a manos de las fuerzas de ocupación.
Mantengámonos fuera de Iraq, advirtió el sindicato de funcionarios de la ONU, con 5.500 miembros, que adoptó una resolución unánime en la que urgió a la organización a tomar de inmediato medidas adicionales para resolver las graves fallas en el sistema de seguridad.
Nos sorprende que el secretario general (Kofi Annan) continúe enviando funcionarios a Iraq pese al clima altamente volátil e inseguro en ese país, añade la resolución.
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El 19 de agosto pasado, la ONU sufrió 22 bajas en Iraq por un atentando con bomba en Bagdad contra la sede de la organización. Una de las víctimas mortales fue el enviado especial de Annan a Iraq, el subsecretario general Sérgio Vieira de Mello.
Se prevé que el Consejo de Seguridad de la ONU resuelva la creación de una nueva fuerza multinacional para Iraq antes del 30 de junio, fecha prevista para el retiro de Bagdad de la Autoridad Provisional de la Coalición, designada por Estados Unidos.
Hasta ahora, sin embargo, hay pocos voluntarios para integrar esa fuerza. India y Pakistán, dos de los mayores contribuyentes de tropas para misiones de mantenimiento de la paz de la ONU, ya anunciaron que no aportarán soldados para esa misión.
Salim Lone, quien fuera portavoz de Vieira de Mello, opinó que una mayor participación de la ONU en Iraq sólo podría derivarse de una iniciativa del Consejo de Seguridad que lance una nueva misión política y de seguridad, independiente del control de Estados Unidos.
Esa participación del Consejo sería una precondición para el retorno de personal de la ONU. Debemos convencer a los iraquíes de que la comunidad internacional está determinada a convertir a su país en una nación auténticamente libre, agregó.
Hans von Sponeck, ex director del programa petróleo por alimentos, opinó que un mandato de la ONU sería una forma posible de salir del actual atolladero. El programa petróleo por alimentos permitía a Iraq vender cantidades limitadas de petróleo para adquirir bienes humanitarios, bajo supervisión de la ONU, como excepción al embargo internacional vigente hasta el año pasado.
Sin embargo, observó Von Sponeck, ese mandato exige dos precondiciones fundamentales: condiciones de seguridad que permitan la presencia de la ONU, y la desvinculación total de la organización de la Autoridad Provisional de la Coalición.
En ausencia de estas precondiciones, sería un acto de irresponsabilidad que el Consejo permitiera el retorno de funcionarios de la ONU a Iraq.
La falta de seguridad pondría en peligro vidas de empleados de la ONU, y la falta de un mandato claro e independiente amenazaría más la credibilidad de la organización, advirtió Von Sponeck.
Por otra parte, la periodista canadiense Naomi Klein, autora del libro No Logo, opinó que la ONU tiene un modo de redimirse, y es unirse a la rebelión de los soldados iraquíes entrenados por Estados Unidos que han desertado.
Pedir al personal de la ONU que trabaje en Iraq equivale a arrojar vidas inocentes a la boca del león, afirmó Merril Cassell, ex director de presupuesto de Unicef, que trabajó en Bangladesh, Tailandia y Birmania.
Todo empleado de la ONU es un blanco potencial en Iraq. Enviarlo a trabajar en ese país sin garantías de seguridad es una de las decisiones más crueles que la organización puede tomar, porque esos trabajadores están desarmados y no pueden defenderse, dijo Cassell a IPS.
La semana pasada, se divulgó un video supuestamente grabado por el líder de Al Qaeda, Osama bin Laden, en que ofrecía una recompensa en oro por la muerte del secretario general Kofi Annan, el enviado de la ONU a Iraq, Lakhdar Brahimi, y el administrador civil estadounidense en ese país, Paul Bremer, entre otros.
Obviamente, lo tomamos en serio, tomaremos precauciones y luego continuaremos con nuestra vida y nuestro trabajo, declaró Annan a la prensa.
La ONU ya tiene un equipo de vigilancia desplegado en Iraq. Se prevé que un equipo electoral, encabezado por un comisionado internacional, sea enviado a ese país después de julio, para asegurar elecciones libres y justas.
Carina Perelli, directora de la División de Asistencia Electoral de la ONU, estimó que el trabajo técnico necesario para organizar elecciones llevará ocho meses.
Pero el vicepresidente del sindicato de la ONU, Guy Candusso, opinó que no se debería enviar funcionarios de la organización a Iraq, ni siquiera unos pocos.
Annan no hizo justicia a los 22 funcionarios que murieron el pasado agosto en Bagdad, porque no obligó a rendir cuentas a los jerarcas cuya incompetencia y negligencia permitieron el atentado, dijo Candusso a IPS.
Lone opinó que, en el mejor de los casos, una misión de la ONU en Iraq significaría una diferencia marginal en la situación de ese torturado país, que no justificaría los terribles riesgos que correrían nuestros colegas.
El esfuerzo internacional nos identificaría más con la ocupación estadounidense, y seguramente los empleados de la ONU serían blancos favoritos de la resistencia iraquí, dijo a IPS.