Un grupo de voluntarios locales con máscaras quirúrgicas saca el cuerpo en descomposición de una mujer de mediana edad de su tumba superficial en el jardín de una casa. El propietario de la vivienda, en la central ciudad iraquí de Faluya, dice que el cadáver ha estado allí tres semanas.
Un helicóptero de Estados Unidos hizo estallar el auto de la mujer cuando intentaba huir con su esposo de la asediada ciudad, bastión de la insurgencia iraquí. El hombre fue enterrado en el jardín de la casa de al lado, y los restos del auto quedaron dispersados a escasos metros.
No le pudimos dar un entierro adecuado porque cada vez que salíamos, francotiradores estadounidenses nos disparaban. Incluso nos dispararon cuando sacamos el cuerpo del auto, contó el propietario de la casa a IPS.
El jefe de una clínica médica relató que su ambulancia recibió disparos de francotiradores dos veces durante el sitio, que comenzó el 5 de abril. Uno de los voluntarios de la clínica fue muerto.
Los estadounidenses son perros. Atacan a cualquier trabajador humanitario, médico o ambulancia, dijo. Muchos más cuerpos están en descomposición bajo edificios que se desplomaron por las bombas de Estados Unidos, agregó.
Los voluntarios trasladan el cadáver de la mujer hasta un pequeño camión de carga. En media hora, es enterrada en el estado municipal de fútbol, junto a otras 300 personas que murieron en abril por ataques estadounidenses. Fuentes iraquíes estimaron que los muertos en Faluya y sus alrededores durante las tres semanas de asedio suman más de 600.
En el estadio, residentes locales y voluntarios de mezquitas acaban de excavar una nueva zanja. Cuando llegan nuevos cuerpos, los colocan en la zanja, los cubren con tierra y luego con una capa de cemento.
No hay espacio suficiente en los cementerios de la ciudad. A veces enterramos a dos personas en la misma tumba para ahorrar espacio, contó Fadel Abbas Khlaff, de 30 años, que trabajó cinco días enterrando muertos antes de tomar un arma para pelear contra las fuerzas estadounidenses.
Una vez terminado el bombardeo, los residentes comenzaron a buscar los restos de sus seres queridos en el improvisado cementerio. Entre ellos está Ahmed Saud Muhasin al-Isawi, de 50 años, que volvió a Faluya tras vivir tres semanas en un campamento de refugiados. Encontró a dos de sus primos, de 18 y 13 años, enterrados en el estadio.
Se quedaron en su casa, pero aun así murieron, dijo. El resto de la familia intentó huir de la ciudad, pero no pudo por el persistente fuego de francotiradores.
Ahmed Saud cuenta que una sobrina también murió en el ataque, pero no pudo encontrar su cuerpo, como tampoco pudo ubicar a ninguno de sus ocho hijos.
Cada día nos recuerdan que (el derrocado presidente) Saddam Hussein dejó muchas fosas comunes. La resistencia a la ocupación es algo normal. ¿Cómo pudieron hacer esto? Han muerto familias inocentes y niños pequeños, lamentó.
En medio del hedor de la muerte, también hay una sensación de victoria en Faluya tras el retiro el viernes de los infantes de marina y su reemplazo por fuerzas de seguridad iraquíes, aunque comandadas por Estados Unidos, que mantendrá efectivos en los alrededores de la ciudad.
Jóvenes mujaidines (combatientes islámicos) armados con rifles Kalashnikov recorren la ciudad en lo alto de automóviles o en motociclos, y la gente en la calle los vitorea.
Un grupo de hombres se reúne sobre los restos de una mezquita. Dos cráteres causados por bombas estadounidenses se llenaron de aguas residuales. Pese a la destrucción que los rodea, los hombres sienten que obtuvieron una difícil victoria.
Durante 25 días usaron todo lo que tenían: tanques, aviones, helicópteros, y muchos otros tipos de armas, pero no pudieron entrar en esta ciudad heroica, celebró Ayyad Tapid Abbas.
Faluya tiene 300.000 habitantes y está situada 50 kilómetros al oeste de Bagdad, la capital nacional.
Dios está con nosotros. Si aparece algún estadounidense en la calle, le dispararemos, agregó.
El jeque Abdul Kadr al-Isawie, de la mezquita, fue más allá. Según él, las imágenes de tortura de prisioneros iraquíes a manos de soldados estadoundienses en la antigua prisióin de Abu Grahib, publicadas la semana pasada, demostraron que la crueldad es la norma de la ocupación estadounidense.
Esta tortura no pasará sin castigo. Atenta contra nuestra dignidad. Este es el mensaje de los residentes de Faluya, dijo a IPS.
En referencia al asesinato a fines de marzo de cuatro contratistas estadounidenses cuyos cadáveres fueron arrastrados hacia fuera de la ciudad, vejados y colgados de un puente, Al-Isawie dijo que un destino similar enfrentarán los miembros del Consejo de Gobierno Iraquí, designado por Estados Unidos, si no toman medidas ante la tortura de prisioneros.
Juro ante Dios que colgaremos a los miembros del Consejo de Gobierno del viejo puente de Faluya. Esos son los hombres que trajo Estados Unidos, amenazó el jeque.
Al-Isawie niega que tales acciones constituyan actos de terrorismo. No hay ningún terrorismo en Iraq. Sólo defendemos nuestras casas y nuestra ciudad, afirmó.
Por ahora, el pueblo de Faluya sólo tendrá un contacto mínimo con el Consejo de Gobierno.
La resistencia produjo una victoria extraña: el retorno de un general perteneciente a la disuelta Guardia Republicana de Saddam Hussein, Jasim Mohamed Saleh, un nativo de Faluya, al frente de la Brigada de Protección de la ciudad. Pero Saleh está subordinado a generales estadounidenses.
Ciertamente no nos retiramos de Faluya. Nada podría estar más lejos de la verdad, declaró a periodistas en Bagdad el brigadier general Mark Kimmitt, portavoz de las fuerzas de Estados Unidos.
Pese a la relativa calma en las calles, todavía no hay electricidad ni agua corriente en Faluya. Pero el virtual cese de los bombardeos y el fuego de francotiradores permite que la ciudad comience a enterrar y llorar a sus cientos de muertos. (