IRAQ-EEUU: Halcones-gallina aquejados de consensitis

Con la invasión fallida a Cuba en 1961, la guerra de Vietnam y la ocupación de Iraq, Estados Unidos ha corroborado una teoría de dinámica de grupos, según la cual personas muy inteligentes pueden tomar decisiones colectivas muy estúpidas.

Se trata del ”groupthink”, concepto acuñado por el psicólogo Irving L. Janis, experto en estrés, cambio de actitudes y toma de decisiones. El término ha sido traducido al castellano como ”pensamiento colectivo”, ”pensamiento de grupo” y ”consensitis”.

Según el experto fallecido en 1990, en grupos de elevada inteligencia y homogeneidad sometidos a fuertes presiones existe tendencia a minimizar las dudas y a procurar el consenso sin analizar detenidamente las alternativas.

La obra clave de Janis se titula ”Victims of Groupthink: A Psychology Study of Foreign-Policy Decisions and Fiascoes” (”Víctimas del groupthink: Un estudio psicológico de decisiones y fiascos de política exterior”).

En ese libro publicado en 1972, el psicólogo sentó las bases de su teoría mediante el análisis de cómo el gobierno de Estados Unidos decidió la operación en bahía de Cochinos y el ingreso en la guerra de Vietnam (1965-1975).
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Janis observó que, en ocasión de la invasión a Cuba, el grupo de allegados más cercanos al presidente John F. Kennedy (1961-1963) había asumido como ciertas previsiones erróneas.

Por ejemplo, aseguraban que la población de Cuba aplaudiría la operación y que, en caso de ser necesario, Estados Unidos podría negar de manera creíble cualquier participación en el operativo, realizado por cubanos rivales del régimen de Fidel Castro fuertemente armados.

Como en Iraq, la mayoría de las presunciones se basaban sobre informes de exiliados opositores al gobierno del país invadido. Pero los principios de dinámica de grupo también jugaron un papel clave en arrastrar al gobierno de ”los mejores y más brillantes” a una aventura que resultó desastrosa, según Janis.

Hoy, el público conoce al detalle cómo funciona el grupo que decide la política exterior del presidente George W. Bush, gracias a filtraciones en la prensa y libros de memorias de ex funcionarios y otros como ”Plan of Attack” (”Plan de ataque”), del periodista Bob Woodward.

Se sabe más, por cierto, que en los tiempos de Kennedy.

Puede, así, inferirse que existe un ”grupo interno” de ”halcones”, liderados por el vicepresidente Dick Cheney y que tiene gran influencia sobre el propio Bush, y un ”grupo externo” de ”realistas” encabezados por el secretario de Estado (canciller) Colin Powell y su segundo, Richard Armitage.

Por paradoja, en el ”grupo externo” participan figuras con experiencia de combate, como los generales retirados Powell, Anthony Zinny y Brent Scowcroft, y el propio Armitage, oficial retirado y veterano de Vietnam y de las oficinas del Departamento (ministerio) de Defensa.

Mientras, el ”grupo interno” está dominado por personalidades que nunca participaron en una guerra, como Cheney y virtualmente toda la jefatura civil del Departamento de Defensa, comenzando por el propio jefe del Pentágono, Donald Rumsfeld.

Estos funcionarios han sido calificados de ”chickenhawks” (”halcones-gallina”), pues impulsan soluciones militares a problemas políticos pero evitaron ellos mismos el servicio militar en tiempos de guerra.

Cheney, que recibió cinco convocatorias a filas durante la guerra de Vietnam, manifestó en una entrevista que tenía ”otras prioridades” en los años 60.

Otras características del ”grupo interno” son sus pequeñas dimensiones, la historia compartida de muchos años y los estrechos vínculos personales.

Rumsfeld y Cheney, por ejemplo, trabajaron juntos durante el gobierno de Richard Nixon (1969-1974) y son muy amigos desde entonces.

Sus aliados y asesores del ala del gobierno denominada ”neoconservadora”, como el subsecretario de Defensa Paul Wolfowitz, el ex presidente del comité de asesores civiles del Pentágono Richard Perle y el integrante de ese comité Kenneth Adelman, mantienen relación hace más de tres decenios.

Ellos patrocinaron personalmente a numerosos funcionarios, como el jefe del equipo de Cheney, I. Lewis Libby, y los subsecretarios de Defensa para Asuntos Políticos, Douglas Feith, y para Inteligencia, Stephen Cambone.

También figuran en ese círculo el editor de la revista conservadora Weekly Standard, William Kristol.

Woodward ilustra el vínculo al narrar en su libro una cálida cena ofrecida por Cheney poco después de que las tropas estadounidenses entraran en Bagdad hace 13 meses. Entre los invitados figuraban Wolfowitz, Libby y Adelman.

”Alguien mencionó a Powell, y hubo risas sofocadas alrededor de la mesa”, indicó el periodista de The Washington Post.

Cuando Adelman se manifestó sorprendido porque no se habían encontrado aún armas de destrucción masiva en Iraq, Wolfowitz aseguró: ”Las encontraremos.” Y Cheney lo apoyó: ”Solo pasaron cuatro días. Las encontraremos.”

Los estudiosos del ”groupthink” enumeran una serie de síntomas del fenómeno que pueden conducir a un equipo al desastre:

— El grupo cree en su moralidad inherente.

— Los integrantes del grupo comparten estereotipos, en particular del enemigo.

— El grupo examina pocas alternativas para planes de contingencia.

— El grupo es excesivamente selectivo en la recolección de datos.

— El grupo evita la opinión de expertos.

— Los integrantes protegen al grupo de visiones negativas o de información que pueda contradecir sus presunciones.

— Los miembros del grupo comparten una ilusión de invulnerabilidad.

En el proceso de planificación de la guerra en Iraq se constató cada uno de esos síntomas, que aún hoy se constatan. Dado lo pequeño del ”grupo interno”, muchas de esas características son inusualmente pronunciadas.

Los ”halcones-gallina” se sienten moralmente superiores al ex presidente iraquí Saddam Hussein y a los ”terroristas” contra los que pelean desde el fin declarado de la guerra el 1 de mayo de 2003, pero también a los ”realistas” que comparten el gobierno con ellos, a los que acusan de ”apaciguadores”.

”No negociamos con el mal: lo derrotamos”, dijo Cheney hace poco, según diversas versiones, sobre las propuestas de diálogo con Corea del Norte formuladas por el Departamento de Estado.

Los expertos del Departamento de Estado y de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) fueron eludidos por los halcones-gallina, que apelaron a sus propias fuentes de información —errónea— sobre las armas de destrucción masiva de Iraq y los vínculos de Saddam Hussein con la red terrorista Al Qaeda.

Además, los liderados por Cheney no previeron los saqueos ni el surgimiento de un movimiento insurgente contra la ocupación.

Luego, el entonces jefe del Estado Mayor del Ejército, general Eric Shinseki, advirtió que se requerirían al menos 200.000 soldados para ocupar Iraq luego de la invasión.

A pesar de que luego quedó demostrado lo prudente de esa estimación, en su momento Wolfowitz calificó ese cálculo de ”exagerado”, con lo que protegió al grupo de las críticas. De todos modos, Shinseki fue cesado.

El periodista de la revista New Yorker Seymour Hersh, en su último informe sobre los abusos contra prisioneros en la cárcel iraquí de Abu Ghraib, observó la tendencia de Rumsfeld a ”actuar en secreto y a hacerse ilusiones”, una característica atribuible también al ”groupthink”.

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