En la enésima adaptación del clásico de William Shakespeare, el debutante director Sebastián Araya trasladó en Chile la historia de Romeo y Julieta al mundo de las barras bravas del fútbol profesional en un filme destrozado sin piedad por la crítica.
"Azul y blanco, ya transcurrido un mes de su estreno en 26 salas, no será el éxito de taquilla que sus productores esperaban para esta apuesta, que incursionó en la rivalidad de los dos clubes más populares del país y usó como recurso de marketing la aparición en pantallas de Iván Zamorano, la mayor gloria contemporánea del fútbol chileno.
La cinta, que tuvo un costo de 400.000 dólares, mereció la calificación de una estrella, sobre un máximo de cinco, de los críticos del diario local El Mercurio, que a su vez reconocieron con tres estrellas a "Mala leche", el otro filme chileno estrenado a fines de abril.
Araya puso toda la carne en el asador para crear un filme supuestamente de éxito garantizado, pero el producto final careció de lo más básico: saber contar una historia. Así, un argumento convencional y nítido no se disfruta, ya que la torpeza de la dirección impide que se muestre convincente y verosímil.
Así lo señaló, en el suplemento Wikén de El Mercurio, el crítico Ernesto Ayala, para quien la película resultó irritante por su falta de coherencia, "porque supone que el espectador es tan pavo (estúpido) que no se da cuenta de los detalles que no encajan. Eso a la larga, es un insulto a su inteligencia", escribió.
Además de la participación en un papel secundario, mediador y benévolo de Zamorano, el elenco de "Azul y blanco" incluyó a dos de las figuras más exitosas de la escena chilena, la actriz Tamara Acosta y el actor Juan Pablo Sáez.
Acosta, que retornó este año a la cúspide de la popularidad en televisión a través de la serie "Los Pincheira", de la estatal Televisión Nacional, tiene una trayectoria probada en el cine con papeles principales en "Gringuito", "El chacotero sentimental", "El desquite", "Tierra del Fuego", "Te amo made in Chile" y "La fiebre del loco".
Por su parte, Sáez es un actor de teatro especializado en montajes taquilleros, que ha participado también en varias telenovelas y cuya experiencia cinematográfica se reducía hasta ahora a "B-Happy", estrenada a comienzos de este año, y "El Leyton".
El elenco convocó a otros actores chilenos destacados, como Daniel Muñoz y Ricardo Robledo, que en la película son respectivamente los líderes de pandillas asociadas a la "Garra blanca", la barra brava (fanáticos violentos) de Colo-Colo, y "Los de abajo", su contraparte en el club Universidad de Chile.
Uno de los pocos aciertos del filme es el ambiente duro y "metalero" con que se reproduce el ambiente de los fanáticos del fútbol, que contrasta con el tono meloso del romance imposible entre la colocolina Paloma (Tamara Acosta) y Azul (Juan Pablo Sáez), hincha a muerte de la Universidad de Chile.
Los agentes de la tragedia, en esta fracasada parodia de Shakespeare, son Lautaro, jefe de los barristas de la "Garra blanca", quien no acepta que Paloma, de la cual está enamorado platónicamente, se relacione con un archienemigo de "Los de abajo".
En la otra trinchera, Bernardo, líder de los seguidores de la Universidad de Chile, tampoco soporta que Azul, su amigo y compañero del alma, se haya vinculado sentimentalmente con una "india", epíteto que "Los de abajo" dan a los hinchas albos por el cacique mapuche Colo-Colo que inspiró el nombre del club.
Benévolo, Aldo Schiappacasse, un periodista deportivo que es a la vez especialista en cine, optó por referirse al fenómeno sociológico que inspiró "Azul y blanco", admitiendo que carecería de argumentos para refutar a quienes advierten en la película "la cursilería de los parlamentos", y una historia de amor que conmueve, "pero por la ridiculez".
"Los de abajo y la Garra blanca han tenido el exquisito privilegio de poner en jaque al fútbol chileno, alejando al público más fiel de los estadios", señaló el periodista.
"Los estudios que ratifican que el cine lleva tres veces más espectadores que nuestro espectáculo futbolero indican que la crisis financiera comenzó con el alejamiento forzoso de la parcialidad, y ya es hora de que se asuma que esa gente no volverá mientras las gradas sean un refugio para la violencia organizada", agregó.
"En eso, la película de Sebastián Araya es un acierto. El retrato humano es casi perfecto en el afán de mostrar a un grupo de individuos sin más arraigo que la barra, sin más doctrina que sus colores, sin más ideas que la violencia", subrayó Schiappacasse.
Eso no bastó para una buena película, ni para trasladar en este caso a las butacas de los cines a quienes huyeron de los tablones de los estadios.
El fin de semana del 1 y 2 de mayo, "Azul y blanco" reunió a 6.089 espectadores, situándose en el sexto lugar en la escala de asistencia a las salas cinematográficas de Chile, muy por debajo de los 24.846 espectadores que convocó en los mismos días "Kill Bill Vol.2", la película de Quentin Tarantino que encabezó el listado.
Ya es un hecho que el filme de Araya, pese a una inversión relativamente alta para los parámetros locales, no marcará época y estará muy lejos de repetir el éxito de taquilla de "Sexo con amor", la película chilena del actor-director Boris Quercia, vista durante 2003 por 990.696 espectadores.