La influencia de la globalización en el paisaje cultural del sudeste asiático se refleja en cambios de enfoque en el trabajo de los artistas plásticos, desde Bangkok en Tailandia hasta Bandung en Indonesia.
Por lo pronto, el novedoso vocabulario visual que se ha arraigado en los últimos años en los 10 países de la región deja poco espacio para los clisés de antaño, como las escenas bucólicas con templos, búfalos y arrozales.
Por otra parte, los artistas encontraron en las instalaciones y en el vídeo elementos ideales para abordar cuestiones que inquietan a las sociedades, como la identidad, la política o la desaparición de las culturas locales.
Una exposición abierta en Bangkok este mes da un pantallazo sobre la diversidad de las artes visuales actuales en Asia sudoriental, representada por 60 artistas. Allí se nota una preocupación por abandonar la bidimensionalidad y por el uso de mecanismos como el humor.
Una instalación del indonesio Ade Darmawan, por ejemplo, muestra con qué facilidad están disponibles en la vida diaria los materiales necesarios para fabricar una bomba. En una habitación con espejos en un extremo ubicó cinco carros de supermercado con esos elementos.
La obra de la vietnamita Nguyen Dam Thuy resultó un comentario sobre las presiones que sufren los países en desarrollo para que dejen de lado sus tradiciones en la carrera hacia la industrialización.
En una habitación calurosa, puso cinco sombreros cónicos típicos de Vietnam, muy usados por cultivadores de arroz, debajo de los cuales extendió un toldo hecho de dólares. En las paredes colgó telas pintadas al óleo con amplias bandas de azul y rojo profundo.
La instalación del tailandés Montri Toemsombat es una celebración de la meditación en un mundo dominado por el ruido y el caos.
Toemsombat proyectó sobre las paredes de una habitación imágenes en blanco y negro de una persona meditando, acompañada por sonidos de respiración profunda y relajada.
Mientras, Marine Ky, de Camboya, exploró su propia identidad, pues creció como refugiada en París mientras su país estaba en guerra, y luego estudió arte en Australia.
La identidad no es algo congelado. Es una acumulación de muchas experiencias, dijo. En Camboya no encajo, me tratan como una extranjera.
El rojo profundo fue el único color que ella usó en su instalación.. En las paredes, grabados abstractos envueltos en un círculo. Desde el techo, colgadas, grandes redes de pesca. Quería que el público sintiera claustrofobia, explicó.
Para el curador de la exposición organizada por la alemana Fundación Heinrich Boll, Jorg Loschmann, la muestra de Bangkok es más que una celebración de la diversidad artística de la región.
Lo que hemos visto aquí es el nivel que los artistas del sudeste asiático han alcanzado, comparable con el de Europa, aseguró.
Los artistas mostraron confianza al expresarse con herramientas originarias de Occidente. Las obras tienen contenido, una buena idea y una buena resolución estética, dijo Loschmann a IPS.
Eso no era así hace una década, según la curadora tailandesa, Gridthiya Jaweewong. Los artistas eran inseguros y tímidos acerca de lo que trascendiera de la tela y de la visión en dos dimensiones que ésta ofrece, dijo.
La exposición muestra cuán francos, atrevidos y decididos están los artistas a moverse más allá de la tela, hacia las instalaciones, el vídeo y la performance, agregó.
Pero no todos los artistas de la región se arriesgan a conquistar el nuevo terreno, dado el disímil alcance de la globalización en la región.
La comunista Laos, por ejemplo, mantiene el gusto por las antiguas formas artísticas si se la compara con Singapur, el pináculo de la globalización en el sudeste asiático.
La contradicción es clara. La muestra da cuenta de la heterogeneidad de la cultura de la región, dijo Loschmann.
En consecuencia, la pintura aún tiene un lugar importante, sobre todo en las obras procedentes de Birmania y Laos seleccionadas para la exposición, sostuvo el experto alemán. (