El traficante de armas ruso Viktor Bout era, hasta que Estados Unidos lanzó la invasión a Iraq, buscado por la justicia de varios países, acusado de echar combustible sobre los conflictos africanos.
Hoy, Estados Unidos y Gran Bretaña utilizan sus servicios de mercenarios en Iraq. La condena por su rol en las guerras por los diamantes y otros conflictos en Africa en los últimos 10 años pasaron discretamente al baúl del olvido.
Bout era un aliado demasiado vergonzante como para proclamarlo en público.
El Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) analizó en marzo un proyecto de resolución por el cual se congelarían los bienes de mercenarios y traficantes de armas que apoyaron al depuesto dictador liberiano Charles Taylor.
Bout debería estar en los primeros lugares de esa lista, según fuentes diplomáticas francesas. Pero esos mismos informantes y fuentes de la ONU indicaron que Washington presionó para mantenerlo fuera de la nómina.
La razón esgrimida extraoficialmente por los representantes estadounidenses es que Bout resulta útil en Iraq en las actuales circunstancias, dijeron las fuentes de IPS.
Una de las muchas empresas de Bout brinda apoyo logístico a las fuerzas estadounidenses en Iraq, indicaron fuentes diplomáticas francesas, las cuales afirmaron que su aerolínea privada, British Gulf, transporta diversos bienes a las fuerzas de ocupación.
Nos asquea que Bout no esté en la lista cuando se trata del principal traficante de armas en Liberia, dijo un diplomático involucrado en las negociaciones en la ONU. Si queremos paz en Africa occidental, resulta evidente que Bout debe figurar en la lista, añadió.
El gobierno de Gran Bretaña había incluido al traficante ruso, pero lo retiró bajo presión estadounidense, afirmaron los informantes.
Hace cuatro años, Peter Hain, entonces a cargo de las relaciones con Africa en el Foreign Office (ministerio de relaciones exteriores británico), sostuvo que Bout era el principal arruinador de los embargos internacionales de armas que pesaban sobre Angola y Sierra Leona.
También calificó al traficante de mercader de la muerte.
Iraq se ha convertido en otro destino de negocios para Bout, sin mayores riesgos a pesar de los esfuerzos de la ONU por capturarlo. El traficante ha dejado algunos rastros de sus actividades en el país árabe..
Funcionarios franceses dicen que British Gulf cambiará su nombre en breve, ahora que se sabe a quién pertenece. Sus mercenarios dejan pocas huellas, y si mueren, nadie solicita la bolsa negra con su cadáver, agregaron.
La ONU conoce a Bout por sus andanzas en Africa. A Viktor Vasilevich Butt, más conocido como Viktor Bout, se lo llama 'Viktor B' en círculos policiales porque usa al menos cinco alias y diferentes versiones de su apellido, indica un informe del Consejo de Seguridad.
Bout, un hombre fornido de 37 años nacido en Tayikistán y nacinalizado ruso, es graduado del Instituto Militar de Idiomas Extranjeros en Moscú. Se dice que habla fluidamente al menos seis lenguas.
Comenzó su carrera como vendedor en Afganistán, luego de que su regimiento de la Fuerza Aérea se desbandara tras el colapso de la Unión Soviética a comienzos de los años 90.
Según informes de inteligencia, pudo establecer estrechas relaciones con poderosas figuras africanas como los ex presidentes Taylor y Mobutu Sese Seko, de Zaire (actual República Democrática de Congo), el líder libio Moammar Gadhafi y el fallecido líder rebelde angoleño Jonas Savimbi.
Tenía acceso a aquello que querían los señores de la guerra de Africa, dijo el noruego André Velrooy, quien investigó las actividades de Bout para el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación.
El fin de la guerra fría dejó arsenales masivos y piezas de armas que eran vertidas, frecuentemente a precios muy bajos, en el mercado privado, sostuvo el periodista.
Bout tenía capacidad no solo para traficar pequeñas armas, sino también grandes sistemas bélicos y para entregarlos en cualquier lugar del mundo, informó Velrooy.
Y sus asociados, que van desde militares estadounidenses y rusos hasta jefes de Estado africanos y personalidades del crimen organizado, le dieron una larga lista de compradores y vendedores con los que hacer negocios, añadió.
Bout fue el principal operador del mercado de armas de Africa. Conducía una miríada de compañías que, sumadas, empleaban a unas 300 personas, y que contaban con entre 40 y 60 aviones, incluida la mayor flota del mundo de cargueros Antonov hechos en Rusia, según la investigación de Velrooy.
Pero era casi imposible rastrear sus actividades. Arrendaba aviones a otras personas y compañías para no quedar vinculado con actividades ilegales. Bout niega rotundamente estar involucrado en el tráfico de armas, o tener cualquier otro negocio ajeno al transporte aéreo de cargas, afirmó el periodista noruego.
Sin embargo, funcionarios de la ONU también acusan a Bout de contrabandear armas a movimientos insurgentes en Angola y en Sierra Leona y al régimen de Taylor en Liberia.
Estados Unidos y Gran Bretaña ahora aprovechan —y protegen— a un traficante de quien se dice que vendió armas al movimiento islámico Talibán, que controló la mayor parte de Afganistán entre 1996 y diciembre de 2001, cuando fue depuesto por una coalición militar encabezada por Washington.
El semanario alemán Der Spiegel informó en 2002 que el israelí de origen ucraniano Vadim Rabinovich y el ex director del servicio secreto ucraniano vendieron a Talibán entre 150 y 20 tanques T-55 y T-62, uno de los vehículos tradicionales del ejército soviético.
Esos tanques habrían sido transportados por una de las empresas de Bout en un contrato concertado a través del servicio secreto de Pakistán y descubierto por la inteligencia rusa, según la publicación alemana.
La ONU apoyó un pedido de captura internacional emitido en 2001 contra Bout, quien vive cómodamente en Moscú.
Este es el problema con Viktor B., indicó, según el diario francés Le Monde, un experto en inteligencia. Como ha ayudado a tanta gente, siempre puede contar con un poderoso que lo proteja.