Estados Unidos y la ONU ejercen fuerte presión sobre Sudán por el cese de la actividad militar en la occidental región de Darfur, para que ingrese a la región ayuda de emergencia dirigida a cientos de miles de desplazados.
El secretario general de la ONU (Organización de las Naciones Unidas), Kofi Annan, sugirió el miércoles que impulsaría una intervención multinacional armada en Darfur si no se le garantizaba a los activistas humanitarios pleno acceso a la región y a las víctimas sin más demora.
En caso contrario, la comunidad internacional debe estar preparada par tomar acciones rápidas y apropiadas, que incluirían acciones militares, agregó.
El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, exigió este miércoles al gobierno sudanés impedir inmediatamente que las milicias locales cometan atrocidades contra la población local y dar acceso irrestricto a las agencias de ayuda humanitaria.
En su declaración, Bush acusó a Jartum de complicidad con las atrocidades que causaron el desplazamiento de un millón de civiles el año pasado, y advirtió que su gobierno sólo restablecerá el vínculo con Sudán si se asegura el acceso de la ayuda humanitaria a Darfur.
Milicias árabes apoyadas por el gobierno, llamadas Janjaweed (hombres a caballo), son acusadas junto con el ejército de desarrollar una campaña contra los grupos étnicos negros fur, masaalit y zaghawa. La mayoría de sus integrantes practican el Islam, religión oficial de Sudán.
Las dos principales organizaciones rebeldes de Darfur —el Movimiento y Ejército para la Liberación de Sudán (SML/A) y el Movimiento Justicia y Equidad (JEM)— son apoyados por la población no árabe que constituye la mayoría de la región, según la organización Human Rights Watch.
Estos dos grupos lanzaron ataques, a veces conjuntos, contra instalaciones militares en rechazo de las redadas de Janjaweed contra sus comunidades y la postergación a la que las somete Jartum.
La ONU calculó que 5.000 personas murieron en incursiones armadas y bombardeos de las fuerzas progubernamentales contra la población civil.
El conflicto en Darfur, reino independiente anexado por Sudán en 1917, comenzó en los años 70 como una disputa étnica de baja intensidad entre nómades árabes y agricultores indígenas negros —ambos musulmanes— sobre las tierras de pastoreo en esta región proclive a las sequías.
Pero la tensión evolucionó hacia una guerra civil el año pasado, cuando las dos organizaciones rebeldes, como reacción al continuo hostigamiento de las milicias progubernamentales Janjaweed y a la falta de inversiones en el desarrollo de la zona.
La respuesta del gobierno fue un aumento del apoyo a los 20.000 janjaweed y una escalada de las ofensivas contra la población civil.
La organización de derechos humanos Human Rights Watch informó que civiles de las comunidades nativas fur, zaghawa y masaalit fueron masacrados, y que Janjaweed rutinariamente han violado a mujeres y niñas, secuestrado a niños y saqueado decenas de miles de cabezas de ganado y otras propiedades.
Más de 800.000 personas están desplazadas dentro de Sudán, mientras 110.000 debieron cruzar la frontera hacia el vecino Chad.
Organizaciones de derechos humanos y aun funcionarios de la ONU compararon la crisis en Darfur con la situación previa al genocidio en Ruanda, de cuyo inicio se cumplieron esta semana 10 años. Hasta un millón de personas murieron a lo largo de tres meses entonces.
El propio Annan trazó un paralelo el miércoles, al afirmar que los informes en Darfur le provocaban una profunda sensación de presentimiento.
La gubernamental Agencia para el Desarrollo Internacional estadounidense (USAID) advirtió que la vida de 100.000 civiles estará en riesgo en Darfur en los próximos meses si no se les permite regresar a sus hogares y recibir ayuda humanitaria.
Bush evitó en su declaración el término genocidio, pero Annan sí lo mencionó.
El portavoz del Departamento de Estado (cancillería) estadounidense Adam Ereli afirmó que los esfuerzos de Washington se concentrarán en los esfuerzos diplomáticos y no en posibles acciones militares que no descartó el jefe de la ONU.
Mientras, el gobierno sudanés rechazó las exigencias de Annan, si bien participó esta semana en negociaciones de paz con representantes del SLA y el JEM en N'Djamena, capital de Chad. También participaron en el diálogo representantes de Estados Unidos y de la ONU.
Expertos de la región advirtieron que Jartum está preparando una gran ofensiva contra fuerzas rebeldes que se unieron al Ejército para la Liberación del Pueblo de Sudán (SPLA), a pesar del diálogo de paz en el que ambas partes están involucradas en Kenia.
Más de dos millones de personas, la mayoría civiles, murieron desde que el SPLA tomó las armas para luchar por la autonomía e independencia del sur de Sudán en mayo de 1983, según organizaciones de derechos humanos.
El gobierno de Sudán es de corte islámico y está dominado por la mayoría árabe del norte del país. En el sur, en cambio, la mayoría de la población es negra y practica el cristianismo o religiones tradicionales africanas. (