El hombre que dejó en evidencia el programa nuclear de Israel no está dispuesto a callarse. Tras su liberación de la cárcel donde pasó 18 años, Mordechai Vanunu exhortó a su gobierno a deshacerse de las armas atómicas y a abrir las instalaciones de Dimona, en el desierto de Negev, a inspecciones internacionales.
Un grupo dispar de manifestantes y periodistas internacionales esperaban al científico disidente el miércoles a su salida de la prisión de máxima seguridad de Shikma, en la meridional ciudad costera de Ashkalon. Entre los manifestantes había activistas antinucleares que consideran a Vanunu como un héroe y también israelíes airados que lo consideran un traidor.
Pese a las restricciones que le impusieron las fuerzas de seguridad tras su liberación, Vanunu se pronunció inmediatamente contra el gobierno y dejó claro que pretende seguir su campaña contra las armas de destrucción masiva de Israel.
Israel no necesita armas nucleares, en especial ahora que todo Medio Oriente está libre de esas armas, dijo en una improvisada conferencia de prensa fuera de la prisión. Vestido con una sencilla camisa y una corbata, no parecía ni un villano ni un héroe.
Israel nunca firmó el Tratado de No Proliferación Nuclear y por lo tanto no está obligado a recibir inspectores de la Agencia Internacional de Energía Atómica.
El programa nuclear israelí comenzó a fines de la década de 1950, a instancias de Shimon Peres, ex primer ministro y actual líder del opositor Partido Laborista.
Peres, que entonces era director general del Ministerio de Defensa, empezó la construcción de un reactor nuclear con ayuda de Francia en la localidad desértica de Dimona. El gobierno mantiene el proyecto en absoluto secreto desde entonces.
Pero en 1986, Vanunu, un técnico que trabajaba en el reactor desde mediados de los años 70, rompió ese secreto al revelar datos e imágenes de las instalaciones al diario británico The Sunday Times. En base a sus revelaciones, se estima que Israel posee unas 200 ojivas nucleares, aunque recientemente los servicios de inteligencia de Estados Unidos las estimó en 80.
Vanunu pagó cara su osadía. Estando en Roma en 1986, fue secuestrado y drogado por agentes del Mossad (servicio secreto israelí), que lo llevaron de vuelta a Israel, donde fue condenado en un juicio secreto a 18 años de prisión. Once años los pasó en confinamiento solitario.
Un amigo de él residente en Sidney, el sacerdote David Smith, declaró que después de ese período, Vanunu quedó convertido en una ruina, física y mentalmente.
Los partidarios de Vanunu sostiene que actuó por principio, en la creencia de que debía informar al mundo sobre el arsenal nuclear de Israel. Otras versiones sostienen que The Sunday Times acordó pagarle 100.000 dólares por su historia.
En todo caso, nunca llegó a cobrar el dinero, porque incluso antes de la publicación del artículo, fue seducido por una agente del Mossad y llevado a Roma, donde comenzó su calvario.
Su historia acaparó titulares en todo el mundo. Una famosa fotografía muestra a Vanunu con su mano en alto en la camioneta que lo llevaba de la prisión a una sala de audiencias. En la palma se había escrito cómo había sido secuestrado. Después de ese episodio, lo mantuvieron incomunicado.
Tras su liberación, Vanunu dijo que había sido mantenido en condiciones crueles y bárbaras, pero no se arrepiente de lo que hizo.
No lograron derrumbarme. No lograron enloquecerme. Estoy listo para empezar una nueva vida, declaró.
Las autoridades israelíes impusieron severas restricciones de movimiento y comunicación a Vanunu, con el argumento de que todavía tiene secretos que pueden perjudicar a Israel.
Vanunu, que desea radicarse en Estados Unidos, no podrá viajar al exterior al menos por un año, ni acercarse a fronteras, puertos o aeropuertos. Tampoco se le permitirá hablar con extranjeros o charlar por Internet sin permiso de las autoridades.
El científico sostuvo que no tiene información adicional que pueda dañar a Israel ni se propone hacerlo.
Shimon Peres defendió las restricciones con el argumento de que Vanunu es simplemente un traidor que violó las normas y traicionó a su país..
Una encuesta de opinión realizada para la estatal Radio Israel dejó claro que cualquier presión para que el gobierno israelí desmantele su presunto arsenal nuclear no procederá de dentro del país, donde existe amplio apoyo a la política disuasión nuclear.
La mayoría de los israelíes (77,4 por ciento) cree que su país tiene capacidad nuclear, y 56,1 por ciento se opone a renunciar a ella, aun si el resto de Medio Oriente se transforma en una zona libre de armas de destrucción masiva, según la encuesta. Sólo 25 por ciento se opone a la posesión de esas armas.
Peres fue el líder israelí que más cerca estuvo de confesar explícitamente la posesión de la bomba nuclear. En 1995, siendo primer ministro, sugirió a periodistas que en caso de alcanzar un amplio acuerdo de paz regional Israel se despojaría de las armas atómicas.
Denme la paz y nosotros entregaremos la bomba. Esa es la historia, habría dicho.
Pero sin perspectivas de paz regional en el horizonte, es harto improbable que eso ocurra a corto plazo. La única potencia que podría obligar a Israel a renunciar a sus armas nucleares es Estados Unidos, pero no está dispuesta a contrariar a su principal aliado en Medio Oriente. (