La historia de Yusuf Fakri Amash es la de cientos de habitantes de Faluya. El niño de 11 años apenas logró escapar de esa ciudad del norte de Iraq con su familia, pero no antes de que las fuerzas de ocupación de Estados Unidos mataran a su mejor amigo.
”Ahmed estaba en mi clase, era menor que yo. Estaba parado junto a la escuela secundaria e iba a cruzar la calle cuando lo alcanzó una bala. Los disparos eran de soldados estadounidenses”, cuenta Yusuf.
Los combates entre las fuerzas de la coalición ocupadora y la resistencia se concentraron este mes en el sur de mayoría chiita, en el denominado ”triángulo sunita” que tiene como centro a Faluya y en la propia Bagdad.
Se estima que al menos 800 iraquíes —hombres, mujeres y niños— murieron en el último ciclo de violencia, la mayoría dentro o en los alrededores de Faluya, el bastión de la resistencia sunita, en las tres semanas más sangrientas desde la caída del régimen de Saddam Hussein, hace un año.
Fueron tantos los muertos que los sobrevivientes debieron excavar fosas comunes. Actualmente, el estadio de fútbol de Faluya oficia de tumba de más de 200 personas.
Un médico que pidió mantener su nombre en reserva contó que se enterraron cuerpos en el estadio hasta que la capacidad del terreno fue colmada.
”Cuando estamos enterrando, debemos hacerlo rápido porque si no (los soldados estadounidenses) nos disparan. Por eso, hacemos un gran pozo con la pala, enterramos en él a una familia entera y nos vamos lo antes posible”, explicó.
El médico parecía conmocionado por el recuerdo de los cadáveres mutilados. ”Ante el cuerpo de un niño de cinco años decapitado, ¿qué se puede decir? Ante el de un niño con el cráneo vacío, ¿qué se puede decir?”, preguntó.
La cineasta Julia Guest, que viajó a Faluya en una caravana que entregaba suministros de ayuda humanitaria, dijo a IPS que la ambulancia del grupo fue baleada dos veces por francotiradores estadounidenses durante una tregua.
La segunda vez, la ambulancia llevaba a ciudadanos de Estados Unidos y Gran Bretaña que habían negociado un acuerdo con los infantes de marina para rescatar a los heridos de un área bajo fuego de francotiradores estadounidenses.
”La ambulancia tiene sirenas azules; había sido donada por España. Llevaba tanques de oxígeno, y el daño que recibió fue tal que dos de las ruedas volaron. Además, quedó llena de agujeros”, contó Guest.
El ejército estadounidense no niega los disparos contra las ambulancias, pero culpa a combatientes de la resistencia iraquí. El teniente Eric Knapp, portavoz de la infantería de marina, afirmó que sus fuerzas vieron a combatientes cargar armas en ambulancias desde mezquitas de la zona.
”Al utilizar las ambulancias (con fines militares), ponen en riesgo a los iraquíes al negarles un componente crítico de la atención médica de emergencia”, dijo.
”Las mezquitas, ambulancias y hospitales están protegidas por la Convención de Ginebra…, pero si son usados con fines hostiles hacia las fuerzas de la coalición, pierden su protección y pueden ser atacados”, justificó Knapp.
Pero trabajadores humanitarios en Faluya sostienen que los soldados disparan indiscriminadamente. La voluntaria australiana Donna Malbun sostuvo que recibió disparos de advertencia sobre su cabeza el martes, cuando intentó ingresar en una ambulancia para entregar suministros de emergencia.
Pero no sólo las fuerzas estadounidenses causaron problemas a Malbun y sus colegas. Al salir de Faluya, su grupo fue detenido por ”mujaidines” (combatientes islámicos) iraquíes que los detuvieron por 24 horas.
”Al principio querían saber quiénes éramos. Nos hicieron preguntas y examinaron nuestras pertenencias, y una vez que supieron lo que estábamos haciendo, nos trataron con gran respeto”, contó.
La voluntaria británica Beth Ann Jones, otra integrante de la delegación secuestrada, recordó que la conversación con los combatientes pronto se concentró en los ataques de Estados Unidos sobre Faluya.
”Decían 'mi hermano murió', 'mi padre murió'. Nos contaban detalles para que pudiéramos entender lo que sentían, y su obvio resentimiento contra la ocupación. Que hace un año les prometieron liberarse del régimen de Saddam Hussein, y ahora no tienen ninguna libertad y están sufriendo”, contó Jones.
Malbun no guarda ningún rencor hacia sus captores iraquíes.
”Faluya estaba bajo sitio, e incluso mujeres y niños que deseaban abandonar la ciudad, no podían hacerlo. El bombardeo aéreo y la actividad de francotiradores era constante. Esas personas estaban cautivas en su propia ciudad y en su propio país”, afirmó.
Mientras, la violencia cobra más y más víctimas civiles en distintos puntos de Iraq. Este miércoles se registraron en la meridional ciudad de Basora varias explosiones frente a estaciones de policía que dejaron al menos 68 muertos y decenas de heridos, muchos de ellos niños que viajaban en autobús hacia la escuela.
*/ATENCION EDITORES: Esta nota corrige la fecha de la transmitida a las 14.33 GMT/