INFANCIA-PAKISTAN: Vivir y morir en las calles de Karachi

”Cuando mis padres se divorciaron, decidí venir a Karachi a buscar a mi madre. Todavía no la he encontrado”, cuenta Hyder, un preadolescente que deambula por las calles de esta bulliciosa ciudad portuaria del sur de Pakistán desde hace tres años.

Hyder, más conocido como Kasuri porque procede de la localidad de Kasur, en la oriental provincia de Punjab, llegó hasta la sede de la Fundación Azad, una organización no gubernamental que trabaja con niñas y niños en situación de calle, para que le curaran una herida en el pie.

Por efecto de la inhalación de pegamento, el niño habla como en trance, sin ninguna expresividad. Lleva puestos una camisa abierta al cuello y pantalones que apenas cubren sus pantorrillas, pero no parece sentir el frío.

Su amigo Shakeel, también en la pubertad y adicto al pegamento, ha sobrevivido en las calles de Karachi por más de 10 años. Llegó desde Okara, también en la provincia de Punjab, tras la muerte de sus padres.

”Fui violado por cuatro policías en la cárcel de Landhi, adonde me llevaron por vagancia, de acuerdo con la Sección 109”, contó mientras se quitaba la camisa para mostrar las cicatrices de los cortes que ha recibido en su espalda a través de los años.

El niño se gana la vida como mendigo. ”Finjo ser cojo, y gano fácilmente 100 rupias (cerca de 1,74 dólares estadounidenses) al día”, relató.

Abdulá, un niño que parece demasiado pequeño para los 10 años que dice tener, vive en la calle desde hace poco tiempo y extraña su casa. Se afeitó la cabeza porque el pegamento se le adhirió al pelo, según explicó.

Abdulá llegó a Karachi desde una aldea de pescadores cercana donde su padre, profesor de una ”madrasa” o escuela religiosa islámica, lo golpeaba con cualquier pretexto. El niño escapó de su casa, pero ahora desea regresar. ”Ya estoy cansado. ¿Puedes ayudarme a volver?”, preguntó a IPS.

Navaid Hasan Khan, director de la Fundación Azad, estimó que sólo en las calles de Karachi viven entre 13.000 y 15.000 niños y adolescentes, y el número está en aumento. No existen estadísticas oficiales.

La existencia de estos residentes de la calle es ignorada hasta que ocurren tragedias como la de 2000, cuando unos 100 de esos niños fueron quemados con ácido sulfúrico por el mismo asesino.

Kasuri obtiene su dosis diaria de pegamento en Promise House, un refugio para niños en situación de calle inaugurado en 2003. El refugio les reduce gradualmente la dosis en un intento por reducir su dependencia de la sustancia y evitar que se vuelquen a drogas más duras.

Además, les suministra sacos de papel y trapos les enseña a inhalar en superficies llanas, para evitar que lo hagan dentro de sacos de plástico. Esta práctica ha ocasionado la muerte a muchos niños por privación de oxígeno e inhalación de las toxinas presentes en el plástico.

”Nuestro propósito es alejarlos gradualmente de las drogas y reintegrarlos a sus familias, que es lo más difícil, porque no desean volver a casa”, explicó el médico Saleem Azam, fundador de Promise House.

Casi uno de cada cuatro inhaladores de pegamento estudiados por la Fundación Azad dicen haberse drogado también con marihuana y alcohol puro. Cuanto más tiempo usan estas sustancias, mayor es el riesgo de que se vuelquen a la heroína más tarde, según expertos.

Azam ha trabajado con adictos a las drogas durante 23 años, y cuenta que es difícil lidiar con los niños en situación de calle.

”Son obstinados y precoces, llevan una vida sexual activa, con tendencia a la homosexualidad, tienen tendencias suicidas y no les preocupa infligirse heridas”, afirmó.

”Proceden de familias muy pobres, donde predomina la violencia doméstica y han sufrido abusos físicos, mentales y sexuales. Extremadamente infelices, huyen y se integran al hostil ambiente de la calle. Como no son capaces de manejarlo tampoco, se refugian en las drogas”, explicó Azam.

Según un estudio de la Fundación Azad, los niños en situación de calle proceden de familias grandes y muy pobres. Una vez en la calle, sobreviven lavando autos, mendigando, hurgando en la basura o como carteristas.

”Viven en grupos, y cada uno tiene su dominio. Los recién llegados deben ganarse su lugar en el grupo y satisfacer al líder de diversas formas”, contó Amjad Rasul, director de programa de Azad Foundation.

La mayoría de los niños también se prostituyen, pero no tienen información alguna sobre enfermedades de transmisión sexual, mucho menos de cómo protegerse de las infecciones.

”Su conocimiento se basa en la información que obtienen de amigos, películas pornográficas y su propia experiencia”, explicó Hasan.

La Fundación Azad ofrece talleres sobre sexo seguro. Con la ayuda de filántropos locales, también administra un dispensario móvil donde los niños de la calle (muchos de ellos desnutridos y con diversas infecciones y lesiones) pueden recibir diagnóstico y tratamiento.

Más allá de estos esfuerzos por hacer menos dura la vida de estos niños y adolescentes, el objetivo a largo plazo de la Fundación y otras organizaciones que trabajan con niños en situación de calle es reintegrarlos a la sociedad, y con suerte, a sus familias. (

Compartir

Facebook
Twitter
LinkedIn

Este informe incluye imágenes de calidad que pueden ser bajadas e impresas. Copyright IPS, estas imágenes sólo pueden ser impresas junto con este informe