El cabello largo sin peinar, o en apretados rizos, y el gorro de estambres verdes, rojos y amarillos, a veces mezclado con algún atributo de religiones afrocubanas, pantalones de camuflaje o hasta la bandera estadounidense. Esa es la estampa de los rastas (rastafaris) cubanos, una creciente presencia urbana.
Se les encuentra sobre todo en La Habana y suelen ser varones de origen africano, procedentes de barrios marginales y que llevan, como sus similares de cualquier lugar del mundo, la música reggae en la sangre.
La gente no nos mira bien. En Cuba se sabe muy poco de lo que es ser rastafari. Por lo general piensan que somos unos sucios, drogadictos y vagos que andamos por la calle sin hacer nada, dijo IPS Yosvany Reyes, un joven artesano de 27 años.
Se cree que somos como los rockeros o los raperos, que asumen otros códigos. Ser rastafari es un pensamiento, una filosofía, otra manera de ver la vida, añadió.
A Reyes se le puede ver casi todas las tardes conversando con su pareja y tres o cuatro hermanos en un banco del Parque Central, una concurrida plaza del centro histórico de La Habana. El se define como rastafari puro, pero no todos son así.
Es verdad que el mal está en mucha gente. Hay jóvenes que toman los símbolos del rastafari como un medio de vida. Saben que los hombres jóvenes, negros y con nuestra apariencia son una gran atracción para los turistas, comentó.
Esos falsos rastafaris, vinculados con negocios de la prostitución y drogas ilegales, incluida la cocaína, son los responsables de que en la población predomine una imagen tergiversada del movimiento, sostuvo Reyes.
El rastafarismo o rastafarianismo, es definido como una religión o una filosofía, en definitiva una manera de ver el mundo. Desde su surgimiento en los años 30 en Jamaica, el movimiento ha ganado seguidores en el Caribe y en todo el mundo.
Las comunidades rastas creen que Haile Selassie I, emperador de Etiopía de 1930 a su derrocamiento en 1974, y fallecido al año siguiente, fue la encarnación de Dios en la Tierra. La Biblia es su libro de instrucción e inspiración, y ven a Africa como madre de la vida y origen de la humanidad.
También creen que Jah (Dios) está en cada persona, son muy críticos del poder político laico y se identifican con la música reggae como símbolo de espiritualidad y protesta, especialmente a partir de la obra del jamaiquino Bob Marley (1945-1981), notorio rasta y figura principal de ese género.
No se cortan el pelo ni se peinan de modo convencional, debido a su interpretación de normas bíblicas, y no consumen carne ni drogas legales o ilegales salvo marihuana, a la que consideran sagrada. No aceptan la homosexualidad, el aborto ni la anticoncepción, y por lo general opinan que las mujeres no pueden ser rastas.
Según la antropóloga estadounidense Katrin Hansing, en la actualidad no sólo se le reconoce (al rastafarismo) como una de las principales religiones afrocaribeñas, sino también como una de las modas culturales de mayor popularidad en el mundo.
Rastafaris pueden encontrarse en América del Norte y Central, en Brasil, en muchas regiones de Africa, entre los maoríes de Nueva Zelanda, en algunos grupos indígenas en los Estados Unidos y en la juventud japonesa.
El movimiento se ha difundido predominantemente de maneras azarosas y fortuitas, por la vía de la cultura popular, particularmente la música, y mediadas por la tecnología y el capitalismo de consumo, aseguró Hansing.
En su estudio Rastafari a lo cubano, la investigadora describe cómo en el país se le ha dado un sentido propio al movimiento, cuyos seguidores localds lo adaptaron, lo redefinieron e incluso lo reinventaron según su propio contexto y circunstancias particulares.
Como fenómeno cultural, el rastafarianismo está en un estado constante y continuado de cubanización, y el movimiento tiene tres vertientes en la isla: la religiosa, la filosófica y la de la moda, afirma.
Prácticamente desconocidos hace una década, los rastafaris cobraron auge en Cuba a mediados de la pasada década, en forma coincidente con la crisis económica, la apertura al turismo y un periodo de renovación religiosa en amplios sectores de la población.
Una encuesta conducida por la socióloga Angie Alejandra Larena encontró fuertes críticas entre los rastafaris a la discriminación racial existente en Cuba en forma de estereotipos y prejuicios hacia las personas de raza negra.
Los entrevistados por Larena, del gubernamental Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas, declararon no tener líderes y rechazaron el esquema monolítico vigente en el país de sistema socialista.
En cualquier caso, afirma la investigadora, la heterogeneidad, las distintas posiciones, el no reconocer líderes internos y su leve peso cuantitativo y cualitativo en la sociedad, hace que sea muy difícil que puedan actuar a favor de cambios sociales.
El consumo de marihuana coloca a los rastafaris más puros en una situación de ilegalidad, pero lo que más preocupa a Reyes no es que lo detengan por fumar esa hierba, sino las personas que andan por ahí, haciéndose pasar por rastafaris y sacándole el dinero a las europeas.
Ellos son los responsables de la mala fama que tenemos en Cuba y también de la falta de información. A veces, hasta entre nosotros mismos encontramos gente que no sabe bien de qué se trata. Se piensan que todo es no peinarse, comentó. (