El valle de Baldio das Ferrarías, que circunda la pequeña y desconocida aldea meridional portuguesa de Ameraleja, es el lugar escogido para la construcción de la mayor central de energía solar del mundo.
Estudios científicos de los últimos 100 años indican que esta zona de la comarca de Moura, en la región de Alentejo, es uno de los lugares del planeta con mayor cantidad de horas de sol por año.
Asimismo, el territorio portugués en general es el que recibe los rayos solares por más tiempo entre los países de Europa, seguido de Grecia y España. No obstante este dato incuestionable que arroja la naturaleza, el sistema de energía solar es más difundido en Alemania, Holanda y Suiza, tres de los países más nublados de ese continente.
En cambio, en el luminoso y ventoso Portugal la energía solar y eólica son usadas a niveles muy modestos, de 1,6 megavatios (MV), casi exclusivamente en la producción de electricidad para consumo doméstico y de pequeñas empresas.
Con el paso ahora dado, la Dirección General de Energía (DGE) espera dar un vuelco radical a esta situación al construir más de cien hectáreas de paneles solares, con una capacidad de producción de 64 MV, unidad de potencia equivalente a un millón de vatios.
Al convertir rayos solares en 64 millones de vatios, el proyecto portugués tendrá una dimensión 12 veces superior a la mayor central solar existente en el mundo, localizada en Alemania y que produce sólo cinco MV.
La DGE garantiza que la construcción iniciada este año finalice en 2009, pese a las tremendas dificultades que deben ser superadas, debido a que estamos frente a una obra sin paralelos en el mundo, como indicara el alcalde de Moura, José María Pós de Mina, al comenzar los trabajos en febrero.
Su ejecución será posible merced un acuerdo entre la DGE, la Agencia Portuguesa de Inversiones, la empresa AMPER-Central Solar, de propiedad mayoritaria del municipio de Moura, y BP Solar España, del vecino país ibérico, que estará encargada del montaje de la unidad.
La inversión inicial será de 10 millones de euros (unos 12,5 millones de dólares) y su costo total calculado es 250 millones de la divisa común europea, equivalentes a 313 millones de dólares.
En la fase que ya se inició, fue instalada una unidad de fabricación y montaje de módulos fotovoltaicos, que emplea 200 personas, entre ingenieros, técnicos, administrativos y obreros.
La tecnología fotovoltaica se basa en materiales semi-conductores que permiten la transformación directa de la radiación solar en energía eléctrica. La aplicación terrestre de este sistema alcanzó su auge en la década del 70, debido a la profunda crisis del petróleo que marcó esa época.
Sin embargo, en la década siguiente el mercado internacional de hidrocarburos se estabilizó y produjo un consecuente enfriamiento del entusiasmo que rodeara a esas tecnologías.
El interés por las soluciones fotovoltaicas renació en 1992, en la Cumbre Mundial del Ambiente de Río de Janeiro, de la que resultó la institucionalización del desarrollo sustentable como paradigma del progreso.
María João Rodrigues, investigadora del instituto europeo Inteli-Inteligencia en Innovación, una de las voces portuguesas más autorizadas en esta materia, sostuvo en un articulo científico divulgado en marzo que la tecnología fotovoltaica siempre se mantuvo indiferente a estas oscilaciones de popularidad.
La industria fotovoltaica embrionariamente establecida en la década de 1970, continuó entre bastidores una búsqueda incesante de la disminución del costo y el aumento de la eficiencia, sentenció la investigadora, que entre 1995 y 2000 asumió el ministerio de Ambiente del gobierno socialista de Antonio Guterres.
La investigadora asegura que, comparada con otras tecnologías energéticas, las fotovoltaicas representan una de las curvas más dinámicas de incremento, al resultar que entre 1990 y 2002, el volumen de producción aumentó cerca de 10 veces, lo que representa un crecimiento anual promedio de 22 por ciento.
La ex ministra identifica el ejemplo notable de Alemania, que en 2002, ya tenía una capacidad instalada acumulada de cerca de 220 MV, siendo también de referencia los casos de suizo y holandés.
Sin embargo, Rodrigues concluyó haciendo especial hincapié en que en Alemania, Holanda y Suiza los mercados no nacieron por sí solos sino como resultado de políticas públicas de promoción concertadas y bien orientadas.
La central solar de Ameralejo, aplaudida unánimemente por los ambientalistas, ha sido calificada por diversos analistas como uno de los mayores desafíos que ha afrontado la industria portuguesa.
El gigantesco proyecto implica el recurso a una tecnología de última generación que se traducirá en el asentamiento de mano de obra altamente calificada en la región, una de las más pobres de Portugal, que a su vez es el país de economía más modesta de la Unión Europea.
Las 100 hectáreas de paneles que captarán los rayos del generoso sol del valle de Baldio das Ferrarías, tendrán también un efecto tonificante y de reestructura para la economía local, altamente dependiente de una agricultura en crisis profunda, generadora de los más altos indicadores de desocupación y de emigración del país.