Abril es un mes de ofensiva por la reforma agraria en Brasil. Después de protagonizar más de cien ocupaciones de tierras desde marzo, los campesinos toman en estos días numerosas carreteras del país y ponen rumbo a las grandes ciudades.
Las manifestaciones culminarán en actos masivos en capitales de los estados brasileños este sábado, Día Internacional de Lucha Campesina que recuerda la masacre de Eldorado de Carajás, aldea del norte del país, en la que 19 trabajadores fueron muertos por la policía el 17 de abril de 1996.
El Movimiento de los Sin Tierra (MST), organizado en todo el país, promovió este martes la invasión de una hacienda en Sandovalina, en la región del Pontal de Paranapanema, conocida por sus conflictos agrarios, en el sudoeste del meridional estado de Sao Paulo. Más de 400 personas participaron en la operación.
Otros cuatro predios locales fueron ocupados el lunes por más de 900 familias, resucitando el clima de tensión vivido en el Pontal años atrás, cuando hacendados amenazaron con expulsar a los campesinos empleando milicias armadas.
Desde inicios de marzo, el MST realizó por lo menos 64 operaciones similares en 14 de los 27 estados brasileños, movilizando a cerca de 20.000 familias.
Otros movimientos campesinos menores intensificaron sus actividades presionando al gobierno del presidente Luiz Inácio Lula da Silva para que acelere la entrega de tierras y los asentamientos rurales.
En el nororiental estado de Pernambuco, por ejemplo, hubo 56 invasiones en las tres últimas semanas, la mitad encabezadas por el MST con casi 6.000 familias. Las demás fueron realizadas por la Federación de los Trabajadores Agrícolas, por la Organización de Lucha en el Campo y por el Movimiento Tierra, Trabajo y Libertad.
Pero la prioridad de esta semana son las marchas. En Pernambuco, entre 4.000 y 5.000 manifestantes caminarán tres días, para arribar este viernes a la capital estadual, Recife, anunció a IPS Jaime Amorim, uno de los coordinadores nacionales del MST que actúa en el estado.
”El proceso de la reforma agraria no está avanzando como esperábamos” en el gobierno de Lula y del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT), evaluó Amorim, criticando la lentitud de las expropiaciones de predios improductivos para asentar a los campesinos.
El MST afirma tener bajo su orientación a unas 200.000 familias que viven en campamentos precarios distribuidos por todo Brasil, en predios ocupados y aceras de carreteras u otros espacios públicos. Y reclama prioridad para el asentamiento de estos trabajadores rurales sin tierra.
Lula prometió establecer 400.000 familias durante su gobierno, de 2003 a 2006. Este año resultarán beneficiadas 115.000 familias, según el ministro de Desarrollo Agrario, Miguel Rossetto.
Pero hasta ahora el gobierno solo entregó tierras a 14.000 familias en 2003 y a 7.000 en lo que va de este año, frustrando al movimiento campesino, según el MST, cuyos líderes aún consideran a Lula y al PT como ”aliados”.
Por eso, el MST estima necesario presionar al gobierno a través de grandes movilizaciones para contrarrestar la presión del latifundio y acelerar los asentamientos rurales.
Cerca de 26.000 propietarios concentran en sus manos 46 por ciento de todas las tierras de Brasil, mientras 4,6 millones de familias rurales viven sin parcelas y en condiciones precarias, lo que explica la necesidad de la reforma agraria, según la Secretaría Nacional del MST.
El presidente de la Sociedad Rural Brasileña, Joao Sampaio, que congrega a los hacendados, reclamó del gobierno una acción firme para combatir las invasiones ”ilegales” de propiedades, señalando que la tensión en el campo está desalentando la producción agrícola.
La reforma agraria es necesaria para corregir distorsiones en la propiedad de la tierra, pero no se puede llevar a cabo violando las leyes y la propiedad privada, destacó. El gobierno estimula las acciones del MST al prestar asistencia a los campesinos acampados, por ejemplo con distribución de alimentos, acusó Sampaio.
La lucha por la reforma agraria ganó intensidad en este país de más de 178 millones de habitantes a comienzos de los años 60. Fue una de las banderas del ex presidente Joao Goulart (1961-1964), derrocado por un golpe militar.
El MST justifica sus invasiones, que denomina ”ocupaciones”, recordando que la Constitución brasileña de 1988 impone a la propiedad rural el cumplimiento de ”funciones sociales”, y sujeta a la expropiación con fines de reforma agraria a los predios improductivos.
Desde la recuperación democrática en 1985, cuando finalizó el régimen militar, sucesivos gobiernos prometieron reformas en la propiedad de la tierra, pero desde entonces solo fueron asentadas cerca de 500.000 familias, y sin condiciones adecuadas para sumarse a la producción agrícola, como el acceso al crédito.
El gobierno de Fernando Henrique Cardoso (1995-2003), anunció haber distribuido tierras a 620.000 familias, pero un censo de la Universidad de Sao Paulo solo comprobó 358.000 familias, según el MST.
En los últimos años, Brasil se convirtió en un gran exportador de productos agrícolas, alcanzando el primer lugar en soja y carne vacuna, además de consolidar su liderazgo en café y azúcar. Pero aún convive con la lucha de millones de campesinos y conflictos agrarios que provocan decenas de muertes cada año.