En el mes sagrado musulmán de Moharram han quedado en evidencia en Irán divergencias a menudo violentas entre el Islam chiita, la religión oficial, y la forma en que jóvenes adinerados lo profesan.
Contrariamente a la uniformidad y austeridad pregonada por el Estado, muchos jóvenes de clase media y alta hacen gala de interpretaciones que les permiten, por ejemplo, expresar su fe a través de la moda occidental o de la música popular.
Las nuevas formas y la energía con que las desarrollan tal vez sean características de la generación más joven de iraníes, si bien procurar un equilibrio entre las manifestaciones religiosas oficiales y la conciencia individual no es una actitud nueva.
Mi padre, un empresario, toca piano, ocasionalmente toma alcohol, dice sus oraciones cinco veces al día y se considera un musulmán, dijo Amin Mazaheri, un ingeniero químico de 24 años.
Mazaheri vive con sus padres a corta distancia de la plaza Madar (madre, en lengua iraní), dominada por una escultura consistente en un tronco hueco, un corazón metálico y un velo, que simboliza a la madre chiita arquetípica.
Este vecindario de nuevos ricos, como el resto de Irán, ha observado Moharram, mes sagrado caracterizado, al igual que Ramadán, por los ayunos rituales.
Se trata del primer mes del calendario lunar islámico, en el que no hay grandes festejos sino muestras de luto por el martirologio hace 14 siglos del imán Hussain, nieto del profeta Mahoma, en Karbala, ciudad en el sur del actual Iraq.
Las conmemoraciones incluyen procesiones masivas en que hombres se flagelan. El punto culminante de Moharram es su décimo día —este año, el 2 de marzo—, fecha conocida como Ashura.
Mis amigos y yo gemimos y nos golpeamos suavemente el pecho durante los primeros diez días de Moharram, y escuchamos las rítmicas lamentaciones mientras conducimos nuestros automóviles, dijo Mazaheri, en el comedor de su casa, decorado al estilo francés.
Cuando éramos niños, en el primer decenio de la Revolución Islámica (triunfante en 1979), no queríamos unirnos a estas ceremonias, pero en los últimos años la mezquita del barrio ha sido nuestro lugar de reunión, agregó.
En las procesiones, algunos jóvenes intercambian números telefónicos con las muchachas. Para muchos que se precian de religiosos, se trata de una verdadera oportunidad de flirteo, sostuvo Mazaheri, quien califica esa actitud de insultante.
Pero Kambiz Pejman, de 24 años, dijo que ni él ni sus muchas amigas ven contradicción entre las procesiones de Moharram y las denominadas fiestas Hussein juveniles, que se celebran paralelamente.
Respeto al imán Hussein y a todos los mártires de Karbala. Ellos buscaban la justicia, pero desde mi punto de vista recordarlos no es contradictorio con cortejar chicas, dijo Pejman, mientras echaba una mirada sobre el hombro para evitar que algún agente de la policía religiosa lo escuchara.
Los jóvenes que se golpean el pecho y las jóvenes que lucen vestidos de moda asisten a las procesiones para ser vistos, según ellos mismos dicen.
Evito el maquillaje vistoso en estos días, por respeto a la tragedia de Karbala y al martirologio del imán Hussain. Pero al mismo tiempo, sigo la procesión para ver y para ser vista. ¿Qué hay de malo en eso?, dijo Farideh Agahi, de 20 años, estudiante de la Universidad Azad de Teherán.
En los últimos años, se incorporaron nuevos instrumentos musicales, modas, ritmos y oraciones a las ceremonias de Moharram. Los tambores, flautas y sintetizadores son comunes hoy, pero resultaban inconcebibles hace 10 o 12 años, dijo el tendero Alí Hassani, de 60 años.
La vestimenta occidental es un fenómeno relativamente reciente, en franco contraste con la escultura de la plaza Mader, que sirve como recordatorio de la ropa aceptable para una practicante del Islam chiita.
El gusto de la clase media por Moharram floreció casi espontáneamente luego de la tragedia del 11 de septiembre, dijo Nader Forghani, de 35 años, a cargo de un comercio de ropa de moda italiana y francesa en el costado norte de la plaza.
Forghani se refería a los atentados de 2001 contra Nueva York y Washington. Al año siguiente, aseguró la comerciante, fue común que los residentes del vecindario acudieran a la plaza con candelas prendidas el 10 de Moharram.
Algunos iraníes mayores aprueban la actitud de los más jóvenes. Tienen derecho a ser musulmanes y a rezar a su modo, dijo Hashem Navazi, de 70 años, gerente de una empresa de reparación de aparatos de aire acondicionado cerca de la plaza.
Otros muestran menos tolerancia. La prensa local informó que practicantes radicales del Islam chiita atacaron a participantes de la vigilia de Ashura con palos y cadenas. Algunos amigos de Amin Mazaheri figuraban entre las víctimas.
Empezaron unas 15 personas, pero enseguida fueron unos cientos los que nos golpeaban. Reconocí a algunos compañeros de escuela, y por eso no me golpearon. Me miraban y gritaban: 'Andate.'
Somos musulmanes a nuestro propio modo, y creo que nuestro Islam no tiene nada que ver con el Islam establecido y defendido por el régimen, agregó.
El sociólogo Karamat Azimi, de 60 años, dijo que la actitud de los radicales violentos es contraproducente para sus propios intereses.
Antes de la Revolución Islámica, las clases medias y educadas adherían a diversas escuelas de pensamiento ajenas al Islam chiita, como el marxismo, el cristianismo u otras vertientes musulmanas. Pero ahora intentan practicar de manera individualizada la versión oficial del Islam, dijo.
Con estos ataques, nada cambia. Y los jóvenes se sentirán perturbados. Eso los inclinará a otras ideas, concluyó. (