ESTADOS UNIDOS: A Bush le llegó su Watergate

El gobierno de George W. Bush se resistía a aceptar su falibilidad. Pero este martes decidió permitir que su consejera de Seguridad Nacional, Condoleezza Rice, brinde testimonio bajo juramento sobre los atentados de 2001 en Estados Unidos.

Al autorizar la comparecencia de Rice ante el Congreso legislativo, Bush también admitió que otro testimonio anterior, el de el ex jefe de expertos antiterroristas de su gobierno, Richard Clark, le había ocasionado un serio daño a la campaña por la reelección.

El gobierno atacó con tal ferocidad a Clarke que más de un analista comparó las tácticas de la Casa Blanca con las del fallecido presidente Richard Nixon, cuya caída hace 30 años a raíz del escándalo Watergate se precipitó por los ”trucos sucios” aplicados contra sus enemigos reales o supuestos.

”La dependencia de la calumnia que tiene este gobierno no tiene precedentes en la política estadounidense moderna, aun comparado con el de Nixon”, sostuvo el columnista del diario The New York Times Paul Krugman.

El texto de Krugman citaba al asesor de Nixon John Dean, quien acaba de publicar un libro sobre el gobierno de Bush titulado ”Worse Than Watergate” (”Peor que Watergate”).
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El libro escrito por Clarke, ”Against All Enemies” (”Contra todos los enemigos”), desarrolla lo que dijo en 15 horas de testimonio ante la comisión legislativa creada para investigar el ataque del 11 de septiembre de 2001 contra Nueva York y Washington. El ex funcionario es visto hoy por el gobierno como un enemigo particularmente peligroso.

Clarke es un funcionario de carrera que coordinó la labor antiterrorista en el Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca desde 1992, cuando ocupaba la presidencia George Bush, padre del actual mandatario, hasta las vísperas de la guerra de Iraq, en febrero de 2003.

Se trata del primer colaborador de alto nivel en la guerra contra el terrorismo que deja en entredicho el liderazgo mundial del presidente en la materia, base de la imagen diseñada para la actual campaña electoral.

En el programa televisivo de la cadena CBS ”60 Minutes”, Clarke advirtió que Bush había hecho un ”trabajo horrible” en la lucha antiterrorista.

Además, advirtió ante la comisión del Congreso que el gobierno de Bush no atendió en el invierno boreal de 2001 informes de inteligencia y sus propios alertas, según los cuales la red islámica Al Qaeda preparaba un gran ataque contra blancos estadounidenses.

El experto marcó el contraste con la actitud del gobierno de Clinton, que sí actuó de acuerdo con el alerta de los jefes de la inteligencia oficial y abortó el ”complot del milenio”, como se denominó al plan de atacar varios objetivos en Estados Unidos, entre ellos el aeropuerto de Los Angeles.

El plan fracasó cuando agentes fronterizos arrestaron cuando ingresaba a un terrorista argelino cuando ingresaba a Estados Unidos desde Canadá con explosivos.

Otro error de Bush fue no seguir el consejo de los expertos en inteligencia al dejar de perseguir a Al Qaeda luego de la caída del régimen del movimiento islámico Talibán en Afganistán en diciembre de 2001. Según Clarke, el gobierno comenzó a prepararse entonces para la guerra en Iraq.

Así, las autoridades estadounidenses desviaron recursos de inteligencia y militares clave de Afganistán al teatro iraquí.

”Al invadir Iraq, el presidente de Estados Unidos infringió un gran daño a la guerra contra el terrorismo”, dijo Clarke a la comisión del Congreso la semana pasada.

La operación lanzada el 20 de marzo pasado dificultó la persecución de los remanentes de Al Qaeda y elevó la credibilidad del discurso antiestadounidense en el mundo árabe, explicó.

Clarke también dijo que Bush lo presionó personalmente poco después del 11 de septiembre de 2001 para que encontrara una conexión entre el depuesto presidente iraquí Saddam Hussein y los autores del ataque, aun cuando el ex funcionario le aseguró que no había ninguna.

De hecho, poco de lo que dijo Clarke ha sorprendido a los conocedores del debate sobre la guerra contra el terrorismo.

Pero se trata de un veterano en la línea dura de la burocracia a cargo de la seguridad nacional a lo largo de 30 años, tanto en gobiernos del hoy gobernante Partido Republicano como del Partido Demócrata.

Por otra parte, ha comparecido ante la comisión del Congreso y las cámaras de ”60 Minutes” en la etapa inicial de la campaña rumbo a las elecciones presidenciales de noviembre. Y Bush se ha presentado en los avisos publicitarios como un presidente en tiempos de guerra.

La Casa Blanca y sus aliados contestaron con todo el fuego a su disposición.

El vicepresidente Dick Cheney, por ejemplo, describió a Clarke como un funcionario malhumorado que esperaba un ascenso que no llegó. Mientras, el portavoz de la Casa Blanca, Scott McClellan, afirmó que el experto realizaba ”arengas” para vender su libro y ganar un cargo en un eventual futuro gobierno del demócrata John Kerry.

El ”mejor amigote” de Clarke, según McClellan, es Rand Beers, coordinador de seguridad nacional en el equipo de Kerry, quien sucedió al veterano funcionario en el Consejo de Seguridad Nacional si bien renunció en marzo de 2003 por discrepar con la invasión a Iraq.

Y el líder de los senadores republicanos, Bill Frist, acusó a Clarke de ”lucrar” con sus testimonios públicos, y sugirió que había cometido perjurio. El mismo Frist había aplaudido en 2002 el testimonio reservado del ex funcionario sobre los atentados del 11 de septiembre.

Pero a Rice le tocó el grueso de la defensa del gobierno: escribió en pocas horas una columna para The Washington Post, brindó su versión ante ”60 Minutes” y apareció en casi todos los principales noticieros nacionales. Su ubicuidad se convirtió en un chiste obligado en de los programas nocturnos de la televisión.

La campaña de descrédito contra Clarke, cuestionada por los grandes periódicos y aun por algunas importantes figuras republicanas, tuvo éxitos parciales. Las últimas encuestas indican que, para la mitad de los entrevistados, las declaraciones públicas del ex funcionario estaban motivadas por razones políticas.

Al mismo tiempo, el libro se convirtió en un éxito de ventas y Clarke, hasta ahora un burócrata en las sombras, se convirtió en una figura prominente.

La intensa presencia de Rice en los medios contradecía la insistencia de la Casa Blanca en que no brindara testimonio público y bajo juramento ante la comisión del Congreso, si bien ella brindó cuatro horas de declaraciones —sin juramento— a miembros específicos de la comisión.

Tradicionalmente, los consejeros de Seguridad Nacional no se han visto obligados a brindar testimonio bajo juramento ante el Congreso, amparados por la doctrina del ”privilegio ejecutivo”, según la cual el presidente debe tener asesores cercanos que lo ayuden con absoluta confidencialidad.

De todos modos, Sandy Berger, que ocupó el cargo durante el gobierno de Clinton, compareció dos veces ante el Poder Legislativo.

El gobierno ha insistido en que la excepción también se cumpla en el caso de la comisión, pues ha sido creada por iniciativa del Congreso.

Pero esa posición era insostenible, pues Rice estaba apareciendo cada vez más ante los medios de comunicación.

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