Casi dos décadas en el club de los ricos de la Unión Europea (UE) se han traducido en poco o nada para dos millones de portugueses.
Veinte por ciento de los 10,2 millones de habitantes de Portugal continúan viviendo en condiciones precarias y 200.000 de ellos pasan hambre, situación única en el bloque al que este país ingresó en 1986, cuando se llamaba Comunidad Económica Europea.
Esas cifras son señaladas por varios estudios y estimaciones de expertos.
En 1985, el sociólogo Alfredo Bruto da Costa encabezó un equipo del Centro de Estudios para la Intervención Social (CESIS), que detectó la existencia, ese año, de dos millones de pobres en el país, 75 por ciento de los cuales habían sido pobres toda su vida.
Pasadas casi dos décadas del ingreso a la UE, la pobreza persiste.
Tengo el recelo que en la mayor parte de los casos, sea pobreza de larga duración, sostuvo el sociólogo, cuyos datos son de estudios basados en ingresos de las capas más desfavorecidas, la cantidad de ayudas alimentarias ofrecidas por instituciones de caridad y la gran desigualdad entre ricos y pobres.
Ocurre que ni la UE ni Portugal miden estadísticamente la cantidad de población que pasa hambre en el bloque, formado además por Austria, Alemania, Bélgica, Dinamarca, España, Finlandia, Francia, Gran Bretaña, Grecia, Holanda, Irlanda, Italia, Luxemburgo y Suecia.
Sin embargo, mientras la brecha de ingresos en la UE se sitúa, en promedio, en sueldos máximos 10 veces mayor a los mínimos, Portugal es el país que cuenta con los salarios más altos y más bajos del bloque.
Un administrador de una empresa pública puede percibir 27 veces el salario de un empleado público que se inicia en el escalafón.
Según las estadísticas, ingresar a la UE representó para Portugal un aumento del producto interno bruto (PIB) anual, medido por habitante, de 5.000 a los actuales 13.500 dólares.
El problema, reconocen varios estudios, fue el aumento de la concentración de la riqueza en las áreas metropolitanas de Lisboa y de la septentrional ciudad de Oporto, la segunda en importancia del país.
El efecto también se registró en el resto de las urbes de la costa, agravándose en los últimos años la tendencia de mayor desarrollo en las zonas sobre el océano Atlántico y en grandes áreas metropolitanas, en desmedro de las regiones internas, según un estudio de la Universidad de Minho.
En Portugal nos hemos gastado el dinero de la UE en sueldos astronómicos a administradores públicos, en automóviles, casas de vacaciones, discotecas, viajes a zonas turísticas paradisíacas en el exterior y otros lujos superfluos, relegando el desarrollo del país a segundo plano, dijo a IPS el economista y profesor René Afonso.
Portugal llegó al fin del siglo XX más cohesionado en indicadores de educación, esperanza de vida o de comodidades de la población, tales como acceso a agua potable, alcantarillado y energía eléctrica, pero ese cuadro fue insuficiente para alterar la concentración de la riqueza, añadió el estudio.
La diputada Elisa Ferreira, del opositor Partido Socialista, sostuvo que en el desarrollo portugués de los últimos años se detectan algunos síntomas parecidos a los de América Latina, en especial en la forma como se avanzó hacia un proceso de ocupación urbana e industrial.
El sueldo de un miembro del consejo de administración de una empresa estatal o paraestatal llega a ser hasta tres veces mayor que el de igual cargo en Italia, España o Francia, mientras el salario mínimo nacional, de 356 euros, equivale a 60 por ciento del griego, el penúltimo país en la fila de desarrollo de la UE.
En otras palabras, en el resto de la UE no se conocen casos de miseria -excepto algunos 'bolsones' en Grecia o en el sur de España e Italia-, simplemente porque el PIB está mucho mejor distribuido que en Portugal, país europeo pero con tejido social de estilo latinoamericano, explicó a IPS el economista Alberto García.
En un estudio publicado en 1995 sobre La pobreza en Portugal en la década de 1980, la profesora de la Facultad de Economía de la Universidad de Oporto, Leonor Vasconcelos Ferreira, sostenía que la pobreza no se puede evaluar en una mera perspectiva relativa, sino en líneas de pobreza relacionadas con un nivel mínimo de recursos que permiten acceder al consumo.
Así se podría calificar a esos dos millones de portugueses, debido a sus condiciones de vida bastante precarias y que se han mantenido prácticamente constantes desde la primera investigación sobre el tema, en 1985, sostuvo Vasconcelos Ferreira en declaraciones al diario Público de Lisboa.
Casi la mitad de los dos millones de pobres, incluidos 200.000 que pasan hambre a diario, son vulnerables a una situación de gran pobreza, lo que significa que existe un millón de personas que pueden sufrir graves carencias alimentarias, añadió la catedrática universitaria.
Por su parte, el sociólogo Luis Capucha, investigador de una universidad de la capital, calcula que entre 35 y 40 por ciento de las familias portuguesas destinan a alimentación una cifra menor a la considerada necesaria para satisfacer sus necesidades básicas.
Capucha reconoce que el hambre de este país no puede compararse a las tragedias de hambrunas africanas, pero recuerda que la única comida caliente para miles de niños portugueses es la que comen en la escuela.
De esta manera, la estimación de 200.000 personas que pasan hambre aparece como discreta.
La ayuda prestada por el Banco de Alimentación Contra el Hambre (BACF) junto a otras instituciones como la Iglesia Católica alcanza a esa cantidad de población.
Pero hay muchas personas que no dicen que tienen hambre, porque existe una pobreza avergonzada, apuntó la presidenta del BACF, Isabel Jonet.
El gobierno del primer ministro conservador José Manuel Durão Barroso no desmiente estas preocupantes denuncias, pero asegura que la tendencia a resolver el problema de la exclusión social es positiva.
La tasa de pobreza que era de 23 por ciento en 1995, caerá a 17 por ciento en 2005, según el gobierno.
Las instituciones de asistencia, en cambio, ven una situación de agravamiento.
El clérigo católico Agostinho Jardim Gonçalves, presidente de la sección portuguesa de la Red Europea Contra la Pobreza, no escatima críticas al gobierno del conservador Partido Socialdemócrata (PSD) y del Centro Democrático Social/Partido Popular (CDS/PP), de derecha nacionalista.
Este gobierno, en especial el CDS/PP, ataca a los pobres de un modo general, llamándoles perezosos, lo cual es deshonesto, dijo Jardim Gonçalves a IPS.
El presbítero acusó a muchos políticos prepotentes de tratar a las personas como simples tornillos del sistema, porque para ellos, las personas dejaron de ser la razón de existir de la sociedad, porque lo que interesa es el lucro.
¿Cuál es la prioridad, servir a los ciudadanos o servir a la economía?, preguntó Jardim Gonçalves. La única solución es la inserción social pues mientras los excluidos no participen para resolver sus propios problemas, no habrá soluciones consistentes, se contestó.
La expresión máxima de la exclusión es el hambre, opinó Bruto da Costa. Es una limitación global del ser humano y quien es así de pobre pierde la ciudadanía social, acabando por perder también la ciudadanía política, concluyó.