El Festival de Documentales Todo es Verdad (o It's All True, en inglés) inaugura su novena edición anual este jueves en Río de Janeiro, celebrando el éxito de los filmes que tratan creativamente la realidad y de su gran animador en Brasil, Amir Labaki.
Los documentales pasaron a tener exhibición regular en los cines brasileños en los últimos años. Antes eran considerados un producto no comercial para público limitado, y por eso su distribución era marginal, con presentaciones ocasionales en escuelas y televisión educativa.
El cuadro cambió, acompañando una tendencia mundial. El famoso Festival de Cannes francés incorporó documentales a su muestra hace tres años. En Brasil hace cuatro años que estos filmes disputan espectadores con los de ficción, y en algunos casos han logrado recaudaciones estimulantes.
Buena parte de ese vuelco se debe a Labaki, un crítico de cine que hace nueve años fundó el Festival Todo es Verdad y que se dedica permanentemente a su organización y a la difusión de esa vertiente del cine, mediante artículos frecuentes en varios medios de comunicación.
Autor de varios libros sobre cine, incluyendo una biografía del conocido documentalista cubano Santiago Alvarez, Labaki también dirige el Museo de Imagen y Sonido de Sao Paulo y es el único miembro no europeo del Consejo del más importante festival de documentales del mundo: el de la sudoccidental ciudad holandesa de Amsterdam.
Su actividad y su festival han otorgado a los documentales una divulgación sin precedentes, contribuyendo a despertar el interés de un público acostumbrado sobre todo a los largometrajes de ficción y las telenovelas.
Pero en su opinión, el mayor responsable de ese proceso es Eduardo Coutinho, el mayor documentalista brasileño, cuya influencia formó una nueva generación de cineastas coutinianos.
Coutinho se destacó con el filme Cabra marcado para morrer (Tipo marcado para morir), sobre un líder campesino. Inició esa obra maestra en 1963, pero tuvo que interrumpirla en 1964 a causa del golpe de Estado militar y sólo pudo concluirla en 1984, penúltimo año de los gobiernos castrenses.
Al contrario de muchos cineastas que empiezan filmando documentales y luego pasan a la ficción, Coutinho se mantuvo fiel a su vocación y creó un estilo, basado en entrevistas con gente común para revelar qué piensan, qué sienten y cómo viven.
Nuevas tecnologías y cambios de actitud de los cineastas contribuyeron decisivamente a la evolución reciente de los documentales, atrayendo la atención de la prensa y del público, según Labaki.
Un ejemplo fue el estadounidense Michael Moore, que criticó con dureza al presidente de su país, George W. Bush, al recibir el Oscar en 2003 por su documental Bowling for Columbine, señaló.
Esa nueva actitud se refleja también en la tendencia de Moore a aparecer en sus filmes, en un papel semejante al del conductor de un programa periodístico.
Coutinho reveló ante la cámara sus métodos de trabajo y técnicas de entrevista en Edificio Master, que documenta la vida en un edificio donde residen personas de clase medial.
Otros documentalistas van más allá y hicieron filmes sobre sus propios problemas y acciones, señaló Labaki. Es el caso del holandés Johan van der Keuken, que filmó su búsqueda de terapias alternativas para su cáncer en Vacaciones prolongadas, ganador del premio internacional en el Festival Todo es Verdad de 2001.
Filmes así sólo se hicieron posibles recientemente, con el desarrollo de nuevas tecnologías de vídeo que permiten filmar casi todo con pequeñas cámaras digitales, abriendo amplios horizontes al documentalismo.
Eso aumentó las posibilidades de innovaciones en lenguaje y estructuras narrativas, como se podrá observar en el Festival que empieza este jueves en Río y se repite en Sao Paulo a partir del viernes y en Brasilia a partir del 4 de abril, señaló Labaki.
La muestra, una selección de filmes de todo el mundo, exhibirá unos 80 de diversos metrajes durante 10 días. Dieciséis de esos documentales disputan el premio de la competencia nacional, y 12 el de la internacional.
Fin de Juego, Kasparov y la máquina (Game over), producción canadiense de Vikram Jayanti, y la rusa Eisenstein y Meyerhold están en la disputa.
Además habrá varias muestras, como Foco Latino, con filmes de Argentina, Chile, Colombia, México, Perú y Puerto Rico, y retrospectivas de los mejores documentales musicales brasileños de las últimas décadas y del francés Jean Rouch, ya fallecido, que filmó en Africa durante casi 40 años.
El Festival, que en su primera edición tuvo inscriptos 45 filmes brasileños, ahora recibe casi 10 veces más, y eso obliga a un duro trabajo de selección.
El aumento de las producciones y del interés por este género de cine en todo el mundo se debe a la necesidad que sienten las sociedades de comprender mejor hechos y procesos, opinó Labaki.
Los documentales, en su evaluación, constituyen una pausa iluminista, un momento de reflexión en medio del exceso de informaciones e imágenes que bombardean a la población.