El llamado de Estados Unidos a la comunidad internacional para evitar la proliferación de armas de destrucción masiva es esencialmente hipócrita, coincidieron académicos, analistas militares y pacifistas estadounidenses.
El presidente George W. Bush parece decidido a escribir un nuevo capítulo en la grotesca saga de la política nuclear estadounidense: 'Haz lo que yo digo, mas no lo que yo hago' , dijo a IPS Norman Solomon, director ejecutivo del Institute for Public Accuracy, un instituto de análisis políticos con sede en Washington.
Solomon respondió así al anuncio de Bush el miércoles, ante la Universidad Nacional de Defensa, de que su gobierno se propone limitar el número de países autorizados para producir combustible nuclear, en un supuesto esfuerzo por restringir la proliferación de armas de destrucción masiva.
Estados Unidos no permitirá que terroristas y gobiernos peligrosos lo amenacen con las armas más peligrosas del mundo, declaró el mandatario.
Bush citó como ejemplos a Irán y Corea del Norte y se refirió extensamente al caso del científico pakistaní Abdul Qadeer Khan, acusado de transferir ilegalmente tecnología nuclear a esos dos países y a Libia.
A lo largo de la era nuclear, Estados Unidos se ha arrogado el papel de 'Dios nuclear', determinando qué países tienen el derecho sagrado de poseer armas atómicas y qué países cometerían un terrible pecado al adquirir esas armas, sostuvo Solomon.
Pero ni la única superpotencia del mundo puede obligar a todos los países a obedecer los designios de Washington, expresó el analista, coautor del libro Killing our Own: the Disaster of America's Experience with Atomic Radiation (Matando a los nuestros: El desastre de la experiencia de Estados Unidos con la radiación atómica).
Actualmente hay cinco potencias nucleares declaradas, que son los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU): Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, China y Rusia.
India, Pakistán e Israel también poseen armas atómicas, y Washington cree que Corea del Norte también logró desarrollar esas armas.
Bush lanzó la guerra contra Iraq en marzo de 2003 con el argumento de que el régimen de Saddam Hussein tenía armas nucleares, químicas y biológicas, pero las fuerzas invasoras no encontraron ninguna. Washington también acusó a Siria e Irán de desarrollar ese tipo de armas, pero ambos gobiernos lo negaron.
La semana pasada, Khan, considerado el creador del programa nuclear pakistaní, confesó haber transferido información nuclear a Libia. En diciembre, el presidente libio Muammar Gadafi había anunciado el desmantelamiento de su programa de armas atómicas.
La administración de Bush es hipócrita al criticar a otros países por la proliferación nuclear mientras continúa desarrollando sus propias armas nucleares, opinó Natalie Goldring, directora ejecutiva de programas sobre seguridad mundial y desarme de la Universidad de Maryland.
Prevenir la proliferación de armas nucleares es un asunto vital de seguridad nacional. Pero el gobierno de Bush perdió credibilidad al emprender nuevos programas de armas nucleares y tratar de reanudar las pruebas atómicas, dijo a IPS.
Para Francis Boyle, profesor de derecho internacional de la Facultad de Leyes de la Universidad de Illinois, la hipocresía de Bush en cuanto a la no proliferación nuclear no podría ser más evidente.
Estados Unidos, dijo, se retiró del Tratado de No Proliferación Nuclear de 1996 y ya está en infracción material de ese acuerdo, que prohíbe la realización de pruebas nucleares y por el que cada parte se compromete a promover negociaciones de buena fe sobre medidas conducentes al cese de la carrera nuclear y a más largo plazo al desarme nuclear.
Solomon y Boyle, autor del libro The Criminality of Nuclear Deterrence (La criminalidad de la disuasión nuclear), también apuntaron hacia la doble moral de Estados Unidos respecto de las armas nucleares en Medio Oriente, señalando la diferencia entre las políticas de Washington hacia los países árabes y hacia Israel.
En Medio Oriente, el gran elefante nuclear es Israel, y Bush se niega a reconocerlo como un problema, dijo Solomon.
Estados Unidos no puede explicar razonablemente por qué Israel tiene derecho a poseer unas 200 ojivas nucleares pero ningún otro país de Medio Oriente puede intentar adquirir tecnología nuclear, agregó.
Además, Washington violó sus propias obligaciones en virtud del Tratado de No Proliferación, no sólo por no promover el desarme nuclear, sino por seguir desarrollando armas atómicas aún más avanzadas, incluidas las 'rompe-bunkers' , sostuvo el analista.
Las armas rompe-bunkers son cabezas nucleares que pueden cavar profundamente en la tierra, incluso a través de la roca, y destruir refugios o centros de comando subterráneos.
El desarrollo de esas ojivas refleja el interés del Pentágono (Departamento de Defensa) en utilizar armas nucleares para combate, señaló Solomon.