La tripulación que sea elegida para viajar por primera vez a Marte deberá aprender a sortear un obligado confinamiento y a sobrevivir en medio de graves amenazas sanitarias y ambientales, sostienen especialistas estadounidenses.
Cada noche estrellada, Marte aparece con su color rojo amarillento avivando el fuego de quienes ansían poner sus pies en él. Pero tras esa apariencia cálida, la temperatura promedio de su superficie es de 53 grados bajo cero y su atmósfera está casi totalmente compuesta por dióxido de carbono.
El anuncio en enero del presidente de Estados Unidos, George W. Bush, de una posible expedición al planeta vecino, bastó para que algunos entusiastas empezaran a alistar maletas.
Debemos determinar una fecha para el viaje, dijo a Tierramérica el presidente de la International Mars Society (Sociedad Internacional de Marte), Robert Zubrin.
La propuesta de Bush plantea regresar a la Luna antes del fin de la década siguiente y a Marte para mediados de siglo. Nuestra meta es que se envíe una misión tripulada a Marte para 2020, aseveró el ingeniero astronáutico, colaborador de la agencia espacial estadounidense (NASA).
Sin embargo, la distancia que nos separa de Marte y los posibles peligros ambientales que afrontaría una tripulación humana pueden demorar la jornada.
El mayor reto es el tiempo lejos de la Tierra, de unos tres años. Se debería permanecer allí 18 meses antes de poder regresar, explicó a Tierramérica un miembro del proyecto Phoenix de la NASA, John Hoffman, que intenta establecer la historia geológica del agua en Marte.
Debido a la órbita elíptica del planeta rojo, la distancia entre los dos planetas varía. En agosto de 2003, Marte se situó a 56,3 millones de kilómetros de la Tierra, el trecho más corto en 60.000 años.
Estar lejos por tanto tiempo y con sólo una ruta de regreso puede ocasionar serios problemas psicológicos, añadió Hoffman, quien ha diseñado y construido instrumentos para misiones en la Luna, Venus y el cometa Halley.
Los factores de riesgo mental de trabajar en ambientes cerrados y aislados pueden incluir depresión, ansiedad, traumas u otras disfunciones neurológicas y psiquiátricas.
También preocupa una peligrosa exposición a la radiación espacial durante los seis o siete meses del viaje y durante la estadía en Marte, señala Hoffman.
Fuera de la protectora atmósfera terrestre, la radiación espacial es tan potente que puede remover los electrones de los átomos en los que impacta. Esto podría ocasionar daños genéticos en las células humanas.
Cáncer, cataratas y daños en el sistema nervioso central son algunos de sus posibles efectos.
Según la NASA, en la Estación Espacial Internacional (ISS, por sus siglas en inglés) que orbita la Tierra a 386 kilómetros de distancia, se estudian los impactos que los viajes espaciales provocan en la salud de los astronautas.
Los daños de la radiación en los cromosomas se estudian con muestras de sangre de cada miembro de la estación espacial. La exposición a la radiación puede reducirse si cada astronauta se ubica en los lugares mejor protegidos de la ISS.
Una dieta apropiada, con intenso consumo de antioxidantes luego de una exposición prolongada, podría disminuir los riesgos.
Los efectos de diferentes tipos de radiación se estiman en dosis biológicas equivalentes para medir no sólo la cantidad, sino el daño causado. Las unidades de medida son los milliSieverts (mSv). Un mSv de radiación espacial equivale a tomarse tres radiografías de tórax en la Tierra, donde además cada persona recibe dos mSv anuales procedentes de fuentes naturales.
Según la NASA, los tripulantes de la ISS reciben entre 80 y 160 mSv durante una estadía de seis meses.
Para Zubrin, de la International Mars Society, un astronauta con rumbo a Marte correría el mismo riesgo de padecer de cáncer que si permaneciera en la Tierra y fumara dos paquetes de cigarrillos durante tres años.
Según el estadounidense Instituto de Investigación Biomédica Espacial (NSBRI), que trabaja con la NASA para reducir los riesgos sanitarios de los viajes espaciales, los vuelos fuera de la órbita terrestre de más de 12 meses han demostrado que los astronautas pueden perder hasta 20 por ciento de su masa ósea.
Aumentan los riesgos de fracturas y de formación de cálculos renales, por el traslado de calcio desde los huesos. La ausencia de fuerza de gravedad es la responsable.
Además, según el NSBRI, reportes de largas misiones espaciales sugieren un reducido consumo calórico, lo que podría resultar en pérdida de tejidos, incluyendo músculos, huesos y células rojas.
Según John Ira Petty, vocero del Lyndon B. Johnson Space Center, las experiencias de la ISS enseñan lo esencial sobre la presencia humana en el espacio durante largos períodos, incluyendo medidas de prevención, como ejercicios contra el deterioro muscular y para mejorar el estado cardiovascular.
Sistemas como el utilizado en la ISS para reciclar el agua y para la generación de oxígeno podrían ser aplicables en Marte, dijo Petty a Tierramérica.
Sin embargo, una misión tripulada a Marte dependerá de restricciones presupuestarias y del desarrollo de la tecnología adecuada, advirtió. Cumplidas estas condiciones, se podría lanzar una misión al planeta rojo cada 25 meses.
Pero estamos aún muy lejos de que humanos visiten Marte. Probablemente los miembros de la tripulación no sean escogidos antes de 10 o 20 años, pronosticó Petty.
* La autora es colaboradora de Tierramérica. Publicado originalmente el 21 de febrero por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica. (