El espinazo de los Andes en Venezuela comenzó a ofrecer imágenes, sonidos, ambientaciones y puestas en escena que reviven, para sus visitantes, pasajes disfrutados hace muchas décadas en el cine, la televisión, la radio o el circo.
A los más jóvenes, les enseña cómo fabricaba ilusiones la industria cultural en tiempo de los abuelos: un parque temático, La Montaña de los Sueños, se ha instalado en siete hectáreas de una colina en la población de Chiguará, en el occidental estado de Mérida.
A la entrada del parque se muestra, con vestuario, ambientaciones, carteles y proyecciones, cómo fue realizado el filme venezolano Una vida y dos mandados, de Alberto Arvelo, que en 1997 fue postulado por el país al premio Oscar para la mejor película extranjera que otorga la estadounidense Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood.
Esa película cuenta en forma básicamente intimista la historia de un niño de los Andes venezolanos, en los años 30 del siglo XX, en medio de familias dedicadas a la labranza y la vida plácida… hasta que se matan de celos.
La explicación de la presencia de una exposición sobre el filme a la entrada del nuevo parque es muy sencilla: su productor fue el mismo emprendedor propietario de esta colina de atracciones, Alexis Montilla, quien desarrolló La Montaña de los Sueños con materiales acopiados en la aventura cinematográfica que emprendió con Arvelo.
Es un regalo que mi padre se hizo a sí mismo, refiere su hijo, Gerardo Montilla, director operativo del parque.
Centenares de filmes, entre los que no podían faltar los del mexicano Mario Moreno, Cantinflas, pueden ser vistos por los visitantes, así como estudios de radio, cine y televisión, donde es posible ser por algunos minutos el director, el productor, el locutor o el intérprete de alguna historia venezolana ya conocida por libros.
La Montaña de los Sueños es el tercer parque temático desarrollado por Montilla en dos décadas, para aprovechar el turbión de turistas que se alejan de la costa y la selva para buscar el frío de las montañas verdes y la proverbial gentileza de los agricultores de los Andes, unos 600 kilómetros al suroeste de Caracas.
El primero fue, en 1984, Los Aleros, reproducción de un pueblito típico de los Andes en los años 30 del siglo XX, con ocho hectáreas que incluyen plaza (llamada Bolívar, como en toda población de Venezuela), barbería, panadería, oficina de correos, botica, capilla, pulpería (expendio de alimentos) y hasta cementerio.
Los Aleros tiene una moneda propia (la morocota), representaciones teatrales de la vida de antaño, comida y bebidas típicas, o sea lo necesario para entregar al visitante una tarde de diversión.
Montilla, nacido en una familia de humildes agricultores, hizo escasos estudios formales y desempeñó diversos oficios hasta mediados de los años 70, cuando comenzó a organizar desfiles callejeros en las ferias anuales de Mérida, capital del estado homónimo.
Allí olió el gusto del visitante del centro y del norte del país por identificar las huellas bárbaras de los andinos que cien años atrás marcharon sobre Caracas, observó el crítico Nabor Zambrano, en alusión a las aventuras guerreras de los andinos para lograr el poder político a fines del siglo XIX.
Los Aleros saboreó el éxito de tal manera que Montilla y toda su familia se aventuraron desde 1988 con un nuevo parque temático, La Venezuela de Antier, que muestra a los visitantes trozos y escenas de todas las regiones del país cuando lo gobernó el dictador Juan Vicente Gómez (1908-1935).
Las 18 hectáreas de ese parque recrean la arquitectura, folclore, gastronomía, música, costumbres e historia de 12 regiones diferentes.
El día que abrimos, llegaron 243 personas. Ahora, un Viernes Santo (cuando tradicionalmente aumenta el turismo hacia los Andes) recibimos 5.000 personas. El promedio anual es de unas 100.000, informó Gerardo Montilla.
Las ganancias de Los Aleros se reinvirtieron en La Venezuela de Antier, y las de esas dos se han volcado desde hace un año sobre La Montaña de los Sueños, sin demasiado estudio, a partir de la creatividad de mi padre, agregó.
Un centenar de automóviles antiguos y clásicos, coleccionados con pasión por la familia Montilla, acompañan varias ambientaciones de cada parque (una calle en La Venezuela de Antier, el autocine en La Montaña de los Sueños) y constituyen por sí mismos un atractivo.
Noventa de cada 100 visitantes son venezolanos, y la mitad de ellos proviene de Caracas y zonas cercanas. De los extranjeros, la mayor parte llega desde Colombia, España, Ecuador, Aruba y Alemania.
Para los Montilla, y para las 2.000 personas que directa o indirectamente se emplean en sus parques, este turismo de la cultura, el costumbrismo y la recreación del pasado dejan buenos dividendos. (