El gobierno de Singapur se propuso hace cuatro años convertir esta ciudad estado en un centro artístico mundial, pero los plazos se agotan y la meta sigue siendo esquiva.
La visión del gobierno fue articulada en el documento titulado Informe sobre el renacimiento de la ciudad, publicado por el Ministerio de Información y Artes en febrero de 2000.
Singapur debería lograr un dinamismo cultural comparable al de Hong Kong, Glasgow y Melbourne en cinco años. Nuestro objetivo a largo plazo sería unirnos a Nueva York y Londres en el círculo principal de ciudades culturales en cinco años, según el informe.
El gobierno realizó fuertes inversiones para alcanzar este sueño. En octubre pasado, inauguró con mucha pompa La Explanada, un centro de espectáculos de avanzada tecnología construido a un costo de más de 350 millones de dólares estadounidenses.
El complejo incluye un teatro de 2.000 asientos y una sala de conciertos con espacio para hasta 1.600 espectadores.
La inauguración de otro centro de espectáculos llamado The Arts House, en la antigua sede del parlamento, está prevista para abril. El costo de la obra es de 8,8 millones de dólares.
Al margen de tal desarrollo de infraestructura, el gobierno también aumentó la asignación presupuestal para las artes. En 2000, asignó casi 30 millones de dólares anuales para el siguiente lustro al financiamiento de un esquema dirigido a recaudar fondos para las artes.
Como consecuencia, el Consejo Nacional para las Artes, órgano del Ministerio de Información, ofrece hoy 27 programas de financiamiento para subsidiar la producción y gastos operativos de organizaciones culturales.
A fines del año pasado, el Consejo anunció que reanudaría el financiamiento de artes escénicas, interrumpido durante 10 años. Pero la asistencia para los elencos se redujo 10,5 por ciento el año pasado.
Esa reducción se combinó el año pasado con la caída del turismo a causa del síndrome respiratorio agudo severo (SRAS), a la que se atribuyó las pocas ventas de entradas en los teatros.
En otra medida que sorprendió a la comunidad artística local el año pasado, el Consejo para las Artes financió la revista del Foro de Arte Contemporáneo y Sociedad.
La crítica es esencial para el desarrollo de las artes en Singapur. Lo que la hace aun más significativa es que existen pocas (publicaciones especializadas) en Singapur y en la región de Asia sudoriental, se justificó el Foro en una carta remitida a la prensa este mes.
En medio de la controversia por su política de financiamiento, el Consejo para las Artes cosechó, sin embargo, algunos éxitos al convocar festivales internacionales a la ciudad.
Así, logró que se agregara Singapur al itinerario de Mundo de la Música, las Artes y la Danza (WOMAD), un festival anual itinerante con intérpretes de todo el planeta.
Este mes, unos 30 escritores singapurenses y extranjeros participaron durante cuatro días en Wordfeast 2004, el primer festival internacional de poesía realizado en la ciudad.
Queremos que Wordfeast tenga éxito y gane fuerza en los próximos años, dijo el poeta Toh Hsien Min, fundador de The Literary Centre, el grupo organizador.
A pesar de los avances, personalidades del ambiente local advierten que las perspectivas de reconocimiento artístico mundial está en peligro por la mala reputación de Singapur en materia de libertad de expresión.
El productor de espectáculos Jason Lai coincidió con muchos extranjeros que perciben un exceso de regulación en materia artística y de medios de comunicación. Las leyes deben aflojarse porque no se puede crear en un ambiente con tantas limitaciones, afirmó.
La tendencia quedó de manifiesto cuando las autoridades prohibieron años atrás la puesta de una obra teatral del dramaturgo singapurense P. Elangovan porque describía una violación dentro de un matrimonio de musulmanes indios.
Este acto de censura se burla de la intención gubernamental de lograr el renacimiento de la ciudad, comentó Elangovan entonces.
Las críticas al gobierno también son castigadas por el gobierno con sanciones y reprimendas.
Cuando el periodista australiano Michael Backman cuestionó el año pasado a las autoridades en un texto publicado por un diario de Singapur, el ministro de Información, Lee Boon Yang, contestó con dureza.
Los periodistas extranjeros no deberían usar medios locales como plataforma para influir sobre los singapurenses con sus ideas acerca de la gobernanza o las políticas del gobierno, incluidas las políticas de comunicación, escribió entonces Lee.
Aun así, se vislumbra alguna luz al final del túnel.
En un discurso en el 35 aniversario del Harvard Club, asociación de ex alumnos de esa universidad estadounidense, el viceprimer ministro Lee Hsien Loong prometió este mes una mayor apertura.
El gobierno no tiene el monopolio del saber y de las ideas, dijo Lee.
La generación más joven querrá más espacio, así como una cultura que la aliente a expresarse con libertad. Debemos abrir más opciones para los ciudadanos, agregó.
Hasta que tales palabras se traduzcan en acciones, la visión de Singapur como un centro cultural mundial seguirá siendo un sueño construido sobre monumentos suntuosos como La Explanada. (