Obtener un descuento de 77 por ciento y seguir insatisfecho parece poco razonable en cualquier tipo de mercado, pero no es así en Brasil cuando se refiere a los medicamentos para combatir el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida).
Hasta ahora ese 77 por ciento es el descuento concedido por la empresa Merck Sharp & Dhome, subsidiaria del consorcio estadounidense Merck, en la venta de efavirenz al Ministerio de Salud brasileño.
Esa medicina es una de las 15 que componen el tratamiento gratuito que ofrece esa cartera a todos los enfermos de sida en el país. En la actualidad cerca de 135.000 personas son beneficiarias del programa, iniciado en 1996 y considerado un ejemplo por la Organización Mundial de Salud (OMS).
Merck aceptó reducir el precio de efavirenz, utilizado en Brasil desde 1998, a través de descuentos graduales, el último de ellos de 25 por ciento en noviembre. El costo bajó a 1,575 dólares diarios por paciente, el más bajo en las ventas del grupo transnacional en todo el mundo.
Pero el gobierno brasileño de Luiz Inácio Lula da Silva quiere abaratarlo más aún, produciéndolo en un laboratorio estatal, el llamado Far-Manguinhos de Río de Janeiro, cuyo costo estimado es de 87 centavos de dólar por dosis diaria de efavirenz, en su forma genérica.
Para eso se necesita una licencia ”voluntaria” de Merck, a la cual se le pagarían los derechos de patente. Esa propuesta hoy en negociación ”es una posibilidad”, dijo a IPS el director de Comunicación Corporativa de la MSD, Joao Sanches.
En cambio, con otro laboratorio transnacional, el suizo Roche, el clima es de confrontación. El gobierno amenaza aplicar la ”licencia compulsiva”, prevista en la ley brasileña de patentes, que significa romper el monopolio de esos derechos para la producción por otros laboratorios del nelfinavir, adoptado en el programa antisida en 1999 y usado por cerca de 24.000 personas.
Roche divulgó que ya había concedido descuentos de 66 por ciento al Ministerio de Salud y recién ofreció otro de nueve por ciento, resultando finalmente una reducción total de 72 por ciento sobre los precios iniciales del medicamento.
”Es poco, porque la producción por un laboratorio estatal permitiría una reducción adicional de 30 por ciento, aún pagando cuatro por ciento de derechos patentarios”, señaló a IPS Alexandre Grangeiro, coordinador nacional de Enfermedades Transmisibles Sexualmente y Sida (ETS/Sida) en el Ministerio de Salud.
La firma estadounidense Bristol-Myers Squibb ofreció bajar de inmediato 76,4 por ciento el precio de su atazanavir, desde su incorporación al programa en este fin de año, comparó Grangeiro.
Esa actitud de regateador obsesivo, negociando siempre más descuentos, es indispensable para ”hacer sustentable financieramente la distribución gratuita de medicamentos” a todas las personas necesitadas, argumentó.
Su costo anual, estimado en cerca de 550 millones de reales (190 millones de dólares) este año, puede subir rápidamente 30 a 45 por ciento ante la necesidad de sustituir drogas antiguas por nuevas y más caras, porque el virus de inmunodeficiencia humana (VIH), causante del sida, desarrolla resistencia a los medicamentos en uso, explicó el funcionario.
Hasta noviembre pasado los tres medicamentos más nuevos, entre ellos el efavirenz y el nelfinavir, representaban 63 por ciento de los gastos del programa, según el Ministerio de Salud.
Para la industria farmacéutica es buen negocio tener su medicamento en el programa gubernamental, pese a los elevados descuentos, porque se aseguran buenas ventas, sin gastos en publicidad y distribución.
Para Merck, por ejemplo, los antirretrovirales representan 18 por ciento de sus ventas en Brasil, que equivalen a 28 millones de dólares anuales. En todo el mundo esa participación es de solo 1,5 por ciento, según datos de la empresa, que está instalada en 62 países y vende en todos los países.
De las 300.000 personas que tienen acceso al tratamiento antisida en el mundo en desarrollo, 135.000 son brasileñas, es decir que este país representa casi la mitad de ese mercado, observó Grangeiro.
La OMS estima que seis millones de habitantes de países en desarrollo necesitan tratamiento antisida, pero sólo cinco por ciento son tratados. Por eso lanzó en septiembre una campaña de emergencia para atender a tres millones de esas personas en 2005, lo cual abre un inmenso mercado para los fabricantes de medicamentos antirretrovirales.
Tal iniciativa le debe mucho al ejemplo brasileño, que logró reducir a la mitad la mortalidad por sida en el país.
La empresa Merck concedió elevados descuentos en Brasil por reconocer la calidad del programa antisida nacional, pero ”el precio no es el único aspecto en la cuestión”, señaló Sanches.
El tratamiento de los portadores de VIH ”no es un gasto sino un ahorro” en términos de vidas salvadas, familias mantenidas, hospitalizaciones evitadas, destacó para luego recordar que Brasil también ahorró 2.000 millones de dólares en tres años gracias a los precios reducidos de los medicamentos antisida.
Sobre las quejas de que el programa cuesta mucho, Sanches señaló que su costo equivale hoy a 1,8 por ciento del presupuesto del Ministerio de Salud, mucho menos que el tres por ciento de tres años atrás.
Además, según la OMS, Brasil es uno de los países de América Latina de menor inversión pública en salud en proporción a su producto bruto interno, sólo superando por Paraguay y República Dominicana, acotó.
Merck defiende el respeto a las patentes, para estimular nuevas inversiones en el desarrollo de nuevos y mejores medicamentos, pero busca también promover el acceso más amplio posible a esos recursos medicinales, sostuvo.
Respecto de los medicamentos antisida, la política de la empresa es ofrecerlos a precios de costo en regiones más pobres y alta incidencia del VIH, como Africa. Brasil, no tan pobre y con menos de uno por ciento de su población infectada, puede pagar más, pero con descuentos en relación a los precios de mercado cobrados en países industrializados, concluyó Sanches.