La reapertura de la discusión sobre las armas no convencionales en Medio Oriente por iniciativa del presidente libio Muammar Gadafi colocó en una situación incómoda a Israel, que nunca reconoció oficialmente su arsenal de destrucción masiva.
En un comienzo, la renuncia de Libia el mes pasado al desarrollo de armas nucleares, biológicas y químicas fue interpretada por líderes de Israel como una consolidación de su propia posición estratégica en la región, ya fortalecida por el derrocamiento de Saddam Hussein en Iraq.
Pero pronto las autoridades de Israel percibieron que la decisión de Gadafi había reabierto el debate sobre las armas de destrucción masiva en Medio Oriente, y que esto ponía bajo el foco el arsenal de armas no convencionales del estado judío.
Luego del anuncio de Gadafi y de la declarada disposición de Irán a aceptar inspecciones nucleares, tanto Egipto como Siria exhortaron a Israel a renunciar a sus armas de destrucción masiva.
El presidente sirio Bashar Al Assad, cuyo país enfrenta amenazas de sanciones similares a las que enfrentaba Gadafi por parte de Estados Unidos, reiteró esa exhortación esta semana en una visita a Turquía.
Gadafi mencionó a Israel inmediatamente después de su anuncio. El dictador libio dijo que, si otros países de la región siguieran su ejemplo, aumentarían la presión sobre Israel para que reconociera sus programas y sus armas de destrucción masiva.
Luego de la declaración de Irán, y posiblemente a sabiendas de que Libia planeaba medidas similares, el director general de la Agencia Internacional de Energía Atómica, Mohammed El Baradei, instó a Israel el mes pasado a renunciar a sus armas nucleares como parte de un acuerdo de paz regional.
El Baradei, de nacionalidad egipcia, llegó a sugerir que Israel estaba estimulando una carrera de armas de destrucción masiva en Medio Oriente.
El funcionario expresó temor a la existencia de un continuo incentivo a los países de la región para desarrollar armas de destrucción masiva y así igualar el arsenal israelí.
Amr Moussa, secretario general de la Liga Arabe, manifestó una idea similar el miércoles al advertir que la posesión de armas de destrucción masiva por Israel podría llevar a otros países de la región a intentar protegerse.
Pese al enardecimiento de los mensajes diplomáticos, Israel no está dispuesto a alterar su antigua política de ambigüedad nuclear, es decir, no admitir ni negar que posee armas nucleares.
Aun sin reconocer su arsenal atómico, Israel considera que la disuasión nuclear es su garantía última de supervivencia en medio de vecinos hostiles.
Pero esto no significa que el cambiante clima nuclear haya pasado inadvertido en la cancillería o en el Ministerio de Defensa de Israel, que estudian si proponer una supervisión voluntaria de su arsenal o esperar hasta que la presión exterior se vuelva irresistible.
Tras el anuncio de Libia, se especuló con que Israel consideraría la ratificación de la Convención sobre Armas Químicas si otros países de la región hicieran lo mismo. Pero países como Egipto y Siria, sospechosos de poseer ese tipo de armas, no están dispuestos a firmar la Convención hasta que Israel suscriba el Tratado de No Proliferación Nuclear.
Efraim Inbar, director del Centro Begin-Sadat de Estudios Estratégicos, consideró que el anuncio de Gadafi es una buena noticia para Israel.
Inbar, partidario de la política de ambigüedad nuclear, es menos entusiasta sobre la aceptación de inspecciones nucleares en Irán. El gobierno iraní podría adoptar la estrategia de 'dialogar y construir' (armas atómicas) empleada por Corea del Norte, advirtió, en declaraciones a IPS.
El programa nuclear de Israel comenzó en la década de 1950, a instancias de Shimon Peres, ex primer ministro y actual líder del opositor Partido Laborista.
Peres, que entonces era director general del Ministerio de Defensa, empezó la construcción de un reactor nuclear con ayuda de Francia en la meridional localidad desértica de Dimona. El gobierno mantiene el proyecto en absoluto secreto desde entonces.
Pero en 1986, Mordechai Vanunu, un técnico que trabajaba en el reactor, rompió ese secreto al revelar información sobre las instalaciones al diario británico Sunday Times. En base a sus revelaciones, se estima que Israel posee unas 200 ojivas nucleares.
Vanunu pagó cara su osadía. Estando en Roma en 1986, fue drogado y secuestrado por agentes israelíes, que lo llevaron de vuelta a Israel, donde lo condenaron en un juicio secreto a 18 años de prisión. Casi una década la pasó en confinamiento solitario.
El disidente debe ser liberado en abril, pero autoridades israelíes sugirieron que no se le permitirá abandonar el país.
Entre los partidarios del desarme nuclear, Vanunu es un héroe, pero muchos israelíes lo consideran un traidor. Una reciente encuesta de opinión realizada para la estatal Radio Israel dejó claro que cualquier presión para que el gobierno israelí desmantele su presunto arsenal nuclear no procederá de dentro del país, donde existe amplio apoyo a la política disuasión nuclear.
La mayoría de los israelíes (77,4 por ciento) cree que su país tiene capacidad nuclear, y 56,1 por ciento se opone a renunciar a ella, aun si el resto de Medio Oriente se transforma en una zona libre de armas de destrucción masiva, según la encuesta. Sólo 25 por ciento se opone a la posesión de esas armas.
Shimon Peres fue el líder israelí que más cerca estuvo de confesar la posesión de la bomba nuclear. En 1995, siendo primer ministro, sugirió a periodistas que en caso de alcanzar un amplio acuerdo de paz regional Israel se despojaría de las armas nucleares.
Denme la paz y nosotros entregaremos la bomba. Esa es la historia, habría dicho.
Pero sin perspectivas de paz regional en el horizonte, es harto improbable que eso ocurra a corto plazo. La única potencia que podría obligar a Israel a renunciar a sus armas nucleares es Estados Unidos, pero no está dispuesta a contrariar a su principal aliado en Medio Oriente.
Estados Unidos sabe que tenemos un problema especial, que hay países que quieren destruirnos y que, hasta que se logre la paz, este asunto permanecerá incambiado, dijo Inbar. (