MEXICO: TLCAN no fue desastre ni panacea

El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) no fue la debacle que muchos auguraron, pero tampoco la gran solución a los problemas económicos de México, donde la mitad de la población es pobre, según se desprende del balance de 10 años de vigor del acuerdo.

Para evaluar cómo le fue a México deben revisarse las metas trazadas por los negociadores de esa asociación con Canadá y Estados Unidos, dijo a IPS el investigador Gregorio Vidal, del Departamento de Economía de la Universidad Autónoma Metropolitana.

Los principales beneficios prometidos fueron incremento de la competitividad, fortalecimiento de las inversiones, en especial las de largo plazo, creación de empleos estables, más productivos y mejor remunerados, y aumento de los ingresos reales de los trabajadores, pero también lanzamiento del país como proveedor de mano de obra barata, recordó.

El objetivo era que las exportaciones industriales masivas dinamizaran la economía, y dieran pie a la formación de una sociedad con mayores niveles de bienestar, apuntó el experto.

Y el balance es positivo si se considera que las exportaciones mexicanas pasaron de 51.886 millones de dólares en 1993 a 160.682 millones de dólares en 2002, señaló.

Las ventas totales al exterior sumaron en los primeros nueve meses de este año 121.446 millones de dólares, 1,6 por ciento más que el mismo periodo de 2002. Hasta septiembre de 2003, las exportaciones petroleras se incrementaron 30,4 por ciento y las no petroleras disminuyeron 1,2 por ciento.

Antes de 1994, México abastecía a otros países básicamente de productos agrícolas y minerales, y hasta 1993, las ventas petroleras al exterior eran más de 70 por ciento de las exportaciones totales, pero pasaron a ser sólo nueve por ciento en 2002.

Sin embargo, y contra la opinión de que gracias al TLCAN se diversificaron las exportaciones, las cifras muestran que éstas se han concentrado en dos sectores, el automotor con 23 por ciento, y el de equipo y aparatos eléctricos y electrónicos con 30 por ciento, precisó Vidal.

La industria automotriz ha sido una de las más favorecidas por el acuerdo, ya que el país pasó de 13 plantas de ese sector en 1989 se pasó a 30 en 2001, y se prepara para la entrada en vigor, el 1 de enero, del capítulo del TLCAN por el cual será posible importar automóviles nuevos.

Tras el acuerdo de libre comercio, el país se convirtió en el octavo productor de vehículos del mundo, y destina 80 por ciento de las unidades al mercado internacional, principalmente a Estados Unidos y Canadá.

El sector manufacturero ha acaparado, en la etapa del TLCAN, 87,35 por ciento de las exportaciones y 49,5 por ciento de la inversión extranjera directa.

Desde el 1 de enero de 1994, cuando quedó libre de aranceles el ingreso a México de la mayoría de los bienes procedentes de Estados Unidos y Canadá, el comercio con Estados Unidos pasó de 85.000 a 245.000 millones de dólares.

El resto de la eliminación de aranceles se pactó a cinco, 10 y 15 años.

La primera década del TLCAN arrojó un superávit comercial acumulado con Estados Unidos de 140.995 millones de dólares.

Sin embargo, México, que ha firmado infinidad de tratados de libre comercio con otros países, acumuló de 1994 a 2002 un déficit comercial con el mundo de 43.670 millones de dólares, y un déficit de cuenta corriente de 121.355 millones de dólares.

La cuenta corriente mide tanto el comercio de bienes y servicios como el flujo de inversiones.

La multitud de acuerdos de libre comercio no ha dado los resultados esperados para que México se relacione con una diversidad de países. Incluso el superávit mantenido con Canadá durante los nueve años previos a la entrada en vigor del TLCAN se convirtió en déficit, de 1.165 millones de dólares en 2001, precisó Vidal.

El superávit comercial con Estados Unidos proviene de las ventas petroleras, que no se rigen por las normas del TLCAN, y de las maquiladoras (del sector que trabaja en zonas francas industriales, formado sobre todo por compañías extranjeras que ensamblan insumos importados libres de aranceles).

En la última década, 87,35 por ciento de las exportaciones mexicanas correspondieron al rubro de las manufacturas, incluido el sector de la maquila.

”Uno de los puntos centrales de la controversia sobre los efectos en México del TLCAN estriba en que conviven en el mismo espacio los éxitos indiscutibles del tratado y sus mayores dificultades”, pues se puede decir que el país es una potencia exportadora, pero importa buena parte de los insumos.

El ramo manufacturero no maquilador tenía en 1983 un contenido nacional de 91 por ciento, que se redujo a 37 por ciento sólo tres años después..

Las maquiladoras compraron de 1994 a 2002, en promedio, sólo 2,97 por ciento de sus componentes y envases en el país.

Las empresas que fabrican aparatos eléctricos, equipo para industrias y automotores importan gran parte de los componentes del producto final. Y debido a que ”no compran maquinaria o equipo mexicano, tampoco causan un impacto en la economía nacional más allá de la compra de energía eléctrica o el pago de salarios”, explicó Vidal.

La estrategia económica del gobierno plantea que las exportaciones sean un motor de crecimiento, pero eso no ha sido posible debido a la desconexión de las empresas exportadoras con las cadenas productivas nacionales.

El capítulo del TLCAN sobre reglas de origen obliga a un contenido de insumos regional y no nacional, lo que desencadena más bien un proceso de integración internacional entre filiales de firmas o partes de consorcios, y margina al conjunto de la economía nacional de la dinámica global.

”Ford México exporta a Ford Estados Unidos, por ejemplo, con el propósito de maximizar las utilidades. De esa manera los grandes consorcios terminan organizando los mercados y definiendo los procesos exportadores”, opinó el especialista.

Las espectaculares ventas al exterior no se tradujeron en una sólida economía, si se considera que la tasa media de crecimiento anual del producto interno bruto por habitante, durante los años de vigencia del tratado, ha sido apenas 0,96 por ciento.

No obstante, de 1993 a 2002 ingresaron al país 152.833 millones de dólares de inversión extranjera, con un promedio anual de 16.981 millones de dólares.

Más de 49 por ciento de esos capitales fue dirigido al sector manufacturero, 24,4 por ciento al ramo de servicios financieros y 10,8 por ciento al comercio, mientras el campo mexicano fue receptáculo de sólo 0,25 por ciento de la inversión directa que llegó al país.

Vidal criticó la concepción de las autoridades de que el mercado es el mejor regulador de la economía, y opinó que un comercio libre de trabas no es garantía de una mejor distribución de los recursos.

La interpretación del gobierno de que la política ideal es poner a la planta productiva a competir derivó en que no se diversificaran las exportaciones y en que los sectores exportadores se desconectaran del resto de la economía del país.

Entre los argumentos de quienes estiman que los perjuicios del TLCAN excedieron sus beneficios destaca el incumplimiento de las metas de empleo.

De 1993 a 2002, se crearon en el país 8.073.201 puestos de trabajo, según datos oficiales, y eso representa un déficit de 46,6 por ciento en relación con lo necesario para ocupar a los mexicanos que ingresaron en ese periodo al mercado de trabajo.

En noviembre, la tasa de desempleo abierto fue 3,8 por ciento de la población económicamente activa, el nivel más alto en ese mes de los últimos siete años, de acuerdo con cifras oficiales.

Los empleos en el sector manufacturero disminuyeron 9,4 por ciento desde 1993. Eso se explica porque se crean menos puestos de los que se pierden en la cadena de antiguos proveedores, según Vidal.

Contra las expectativas de empleo y mayores ingresos de los trabajadores agrícolas, 69,3 por ciento de la población campesina es pobre, y ante la falta de trabajo unos cinco millones de hombres y mujeres, la mayoría jóvenes, emigraron a ciudades de México o a Estados Unidos.

El Banco Mundial concluyó en un informe de 2002 que el campo mexicano, pese a haber sido objeto de las reformas estructurales más drásticas, muestra síntomas de estancamiento, falta de competitividad y aumento de la pobreza tras 10 años de TLCAN.

A fines de 2002, eso llevó a una movilización sin precedente de organizaciones campesinas, bajo el lema ”El campo no aguanta más”.

Los consumidores tampoco pudieron acceder a alimentos más baratos. De 1994 a 2002, los precios de la canasta básica crecieron 257 por ciento, y los de los insumos para la producción, 185 por ciento.

En su evaluación del TLCAN, el gobierno del presidente Vicente Fox subraya el volumen de producción del mercado regional creado, con 406 millones de habitantes, y el hecho de que México ha pasado a ser el segundo socio comercial de Estados Unidos, después de Canadá, con el sector exportador como principal generador de empleos.

Gracias al TLCAN, México consolidó su macroeconomía y afrontó mejor armado los embates externos, opinó por su parte el representante comercial de la Casa Blanca, Robert Zoellick.

Estados Unidos no puede tener una visión de ”perdedores-y ganadores, sino de ganadores-y ganadores” en esa asociación comercial, arguyó Zoellick, quien ha destacado que México pudo sortear una recesión profunda, derivada del desorden financiero de hace justo nueve años, y otra moderada que inició en 2001, merced al TLCAN.

Un reciente informe del Banco Mundial indicó que el acuerdo ha sido muy benéfico para la agricultura exportadora mexicana, aunque con poco impacto entre los pequeños agricultores de los históricamente pobres estados del sur.

Ese organismo internacional recomendó aplicar ”mejoras en la educación rural, infraestructura, instituciones y políticas de desarrollo, en general”.

México no pudo aprovechar ”el poder del TLCAN” para alcanzar el progreso tecnológico de las grandes potencias industriales debido a ”deficiencias” locales en materia de educación, investigación y desarrollo, opinó.

La Representación Comercial de la Casa Blanca señaló que el comercio entre los tres socios del TLCAN pasó en 10 años de 306.000 a 621.000 millones de dólares, con un flujo diario promedio de 1.700 millones de dólares.

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