El Mercosur será la prioridad para Uruguay, dijo su canciller Didier Opertti en junio, al asumir la presidencia semestral del bloque, pero la entregará este martes sin avances internos ni acuerdo con la Comunidad Andina, y con el diálogo entrecortado con Argentina, que toma la posta.
La XXV Cumbre del Mercosur (Mercado Común del Sur), que también integran Brasil y Paraguay, tendrá como principal atractivo ungir al ex presidente argentino Eduardo Duhalde (2002-2003) como titular de la Representación Permanente, la comisión más política de este acuerdo nacido para el comercio, y darle la bienvenida a Perú como nuevo país asociado, como ya lo son Bolivia y Chile.
A la cita faltará la tan anunciada como esquiva firma de una acuerdo de libre comercio con la Comunidad Andina de Naciones, conformada por Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela, aunque para aceitar las expectativas se programó para después de la cumbre mercosureña una reunión de cancilleres de los dos bloques.
Sin embargo, la aceptación de Perú en el pelotón de los asociados es evaluada como una avance por Brasil, principal operador para convencer a Lima, en su estrategia de unir a América del Sur, país a país, sin necesidad de chocar con las desavenencias andinas como bloque.
Precisamente, el gobierno brasileño de Luiz Inácio Lula da Silva será el que complete la presidencia del Mercosur en 2005, y su llamada Agenda 2006 será la que discutirán los mandatarios este martes en la sede administrativa de Montevideo.
Pero la fiesta no será completa, pues el presidente peruano Alejandro Toledo no podrá salir en la foto oficial, que según el programa oficial se sacará al mediodía. El Congreso de su país le conminó a tomar el juramento de rigor a su un nuevo gabinete en medio de una crisis que lo llevó a cambiarlo en su totalidad.
En cambio, estarán como invitados el comisario de Comercio de la Unión Europea, Pascal Lamy, el canciller de Rusia, Igor Ivanov, y el primer ministro de Angola, Fernando Dias dos Santos, para apuntalar la posición uruguaya de abrir mercados extrarregionales, y mantener aún expectativas de llegar alguna vez con menos trabas arancelarias a Europa.
De algún modo, la postergación de la firma de un acuerdo para poner en marcha una zona de libre comercio sudamericana aparece como un punto a favor del gobierno uruguayo de Jorge Batlle, que resistió la presión de Brasilia y en menor medida de Buenos Aires para cerrar el círculo comercial en esta parte del continente, pese a las cuestiones aún pendientes.
"Tenemos diferencias y dificultades que vienen de tiempo atrás", había advertido Opertti unos meses atrás, al fundamentar su pesimismo de que finalmente saliera humo blanco en diciembre en Montevideo en relación con la hasta ahora larga y sinuosa negociación iniciada entre el Mercosur y la Comunidad Andina en 1998.
Esas discrepancias no pudieron despejarse, y parece poco probable que en la reunión de cancilleres de ambos bloques de este martes pueda limpiarse el camino como para poner en vigencia el acuerdo a fines de este año, según se había previsto.
Uno de los puntos centrales en disputa es el plazo establecido para la desgravación arancelaria de los llamados productos sensibles, ya que el Mercosur propone 15 años a partir de la firma del convenio y los andinos piden más tiempo.
Tampoco hubo espacio hasta ahora para estudiar el pedido de ingreso al Mercosur también antes de fin de año de Venezuela, solicitado formalmente en junio, durante la anterior cumbre de Asunción.
Ninguno de los cuatro miembros del bloque muestra demasiado entusiasmo en jugarse a esa admisión por ahora, en razón de la permanencia de la polarización política en ese país entre la oposición y el presidente Hugo Chávez.
Sin embargo, expertos no descartan que esa pueda ser otra carta a jugar en un futuro próximo por Lula, como lo hizo con Perú, para avanzar en América del Sur.
La Agenda 2006 impulsada por el presidente brasileño busca perfeccionar la unión aduanera y constituir un mercado común y avanzar en busca de apuntar un Mercosur político, con la creación de un Parlamento Regional y de un Instituto Monetario.
En ese marco, se espera que la Cumbre de Montevideo concluya la cuarta ronda de liberalización de servicios, apruebe el protocolo de compras gubernamentales y promulgue el Protocolo de Olivos, de solución de controversias, especialmente reclamado por los dos países menores, Paraguay y Uruguay.
Además, se tratará de avanzar en el estudio de medidas específicas que mitiguen las asimetrías macroeconómicas dentro del bloque, también reclamado por esos dos países, con apoyo hasata ahora declarativo de Brasil.
Las expectativas sobre el rumbo del Mercosur se acentúan por la perspectiva de presidencias el año próximo de Argentina y Brasil, que definieron en octubre transitar por el mismo camino en materia de desarrollo económico, opuesto a los postulados neoliberales, y de política externa, en el llamado Consenso de Buenos Aires.
Ese acuerdo, cuyo nombre es en oposición al Consenso de Washington que pautó la estrategia económica impuesta en los años 90 en América Latina, postula priorizar el crecimiento con igualdad social y la defensa de los intereses del sur americano.
En los 22 puntos del Consenso de Buenos Aires se incluye el desafío de construir una agenda que responda a las necesidades propias de la región.
Esa conjunción de intereses entre los dos grandes molestó al gobierno uruguayo, por entender que se habían discutido cuestiones del bloque sin tener en cuenta la opinión de Montevideo, un entredicho que fue despejado no sin esfuerzo por Brasilia.
Sin embargo, la posición uruguaya de poner freno a las apetencias más políticas para el bloque de parte de los grandes se manifestó con especial rispidez ante los planteos de crear un Parlamento del Mercosur y una moneda común.
Montevideo apostó una vez más a la Comisión Conjunta Parlamentaria, nacida con el bloque en 1991 pero que hasta ahora ha podido avanzar muy poco en la armonización de las legislaciones de cada país. Algo que tampoco pudo empujar Uruguay en estos seis meses de presidencia.
Uruguay no tiene "en su horizonte inmediato el Parlamento del Mercosur", advirtió en su momento Opertti, pero sí Argentina, que tomará la presidencia este martes, y Brasil que la sucederá.
Una posición también sustentada por los sindicatos de la región, congregados en la Coordinadora de Centrales Sindicales del Cono Sur, que en la reunión del fin de semana en Montevideo reafirmaron su propósito de alcanzar una integración política, social, económica y cultural plena.
"La fragilidad del Mercosur y sus dificultades para sobrevivir como bloque deben ser contabilizadas al modelo económico y político que lo gestionó, el mismo modelo que demostró su falencia en las derrotas electorales sufridas en Brasil, Argentina y Paraguay por las agrupaciones políticas que lo defendían", apuntó en un documento divulgado este lunes.
El texto agregó que el Mercosur, con más de 12 años de existencia y tras una crisis económica y social muy profunda, "es un proceso de integración que sigue apoyado por la mayoría de los sectores políticos y de la sociedad y sigue demostrando toda su potencialidad".
Por eso, los sindicalistas recordaron que el documento entregado en la Cumbre de Brasilia de hace un año, en el que señalaron que, "si no se produce una inversión del papel de la política, y ésta es puesta al servicio de las demandas de la mayoría de nuestras poblaciones y no al servicio de la estabilidad financiera y de los intereses del gran capital, el Mercosur no será un instrumento de fortalecimiento de la política externa de nuestros países".
"Apoyamos la creación del Parlamento del Mercosur, que puede ser un instrumento para avanzar en la democracia del bloque, involucrando a los parlamentos en las decisiones", apuntó la Coordinadora de Centrales Sindicales.