La generación de electricidad es mayor que antes de la invasión, las ferias ofrecen mercadería en abundancia y casi todos los niños concurren a la escuela en Iraq, pero la batalla por «la mente y el corazón» de los iraquíes es apenas una ilusión de los invasores.
"Esta situación podría tomar cualquier rumbo", advirtió a su regreso de Iraq Kenneth Pollack, ex analista sobre Medio Oriente de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos, ante una audiencia reunida en Brookings Institution, un equipo independiente de expertos con sede en Washington.
Pollack y otros analistas políticos y militares que apoyaron el ataque de Estados Unidos y sus aliados contra Iraq temen que la táctica cada vez más agresiva empleada por las fuerzas de ocupación para combatir a la resistencia iraquí esté creando nuevos enemigos entre la población, en lugar de conquistar su mente y su corazón.
Graves errores políticos también redujeron las perspectivas de éxito final de Estados Unidos, según esos analistas.
Charles Duelfer, otro experto en Medio Oriente que fue subjefe del equipo de inspectores de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en Iraq, opinó que la disolución del partido Baas —del derrocado presidente iraquí Saddam Hussein—y del ejército y los servicios de seguridad iraquíes fue un error potencialmente fatal.
La disolución de esos cuerpos alienó de manera permanente a una parte clave de la población iraquí y, a su modo de ver, la transformó en enemiga de las fuerzas de ocupación, advirtió el experto.
Duelfer, que respaldó el derrocamiento de Saddam Hussein, dijo el martes ante la misma audiencia en Brookings Institution que la agresiva estrategia militar en el llamado "triángulo sunita" del centro de Iraq sólo está creando más problemas.
"Las redadas son muy humillantes e insultantes para muchos iraquíes" y "crea la sensación de que … Estados Unidos no sabe lo que está haciendo", señaló Duelfer, miembro del Centro Woodrow Wilson de Académicos Internacionales.
Tras sufrir numerosas bajas en ataques de la resistencia iraquí, las fuerzas estadounidenses decidieron "llevar la guerra al enemigo" de una manera mucho más contundente desde principios de noviembre.
La nueva táctica incluye bombardeos y ametrallamientos por helicópteros y aviones de combate, redadas más frecuentes en viviendas y supuestos escondites de combatientes de la resistencia, y más arrestos.
Aunque el número de ataques contra unidades militares estadounidenses –que había llegado a más de 30 por día a fines de octubre—cayó notablemente en noviembre, el mes pasado fue el más mortífero para los soldados estadounidenses en Iraq: 79 murieron, 39 de ellos por el derribo de cuatro helicópteros.
Mientras algunos funcionarios del Pentágono (Departamento de Defensa) celebran la reducción del número de ataques contra los ocupadores, otros apuntan a un aumento en los ataques contra instituciones iraquíes, principalmente policiales y municipales, que han colaborado con las fuerzas estadounidenses.
Además, en noviembre hubo un número récord de víctimas fatales de ataques de la resistencia entre funcionarios de ocupación no estadounidenses, entre ellos 16 carabineros italianos y siete agentes de inteligencia españoles.
También se registró una expansión geográfica de la resistencia armada a la ocupación, un hecho que preocupa a analistas independientes y planificadores militares por igual.
Aunque oficiales estadounidenses sostienen que más de 90 por ciento de la resistencia tiene lugar dentro del llamado triángulo sunita, Lawrence Korb, quien fuera un alto funcionario de defensa del gobierno de Ronald Reagan (1981-1989), dijo al regresar de un viaje a Iraq este mes que en esa región central se realizan apenas 60 por ciento de todos los ataques contra la coalición invasora. "Aun cuando estábamos en un área 'segura' y nos dirigíamos a una reunión con un clérigo chiita" en el sur iraquí, las autoridades militares "nos hacían usar chalecos antibalas, y vehículos blindados nos escoltaban, con armas apuntando hacia los residentes", contó Korb al Consejo de Relaciones Exteriores, otro influyente equipo de expertos de Washington.
Los especialistas apuntan a una grave "desconexión" entre los militares estadounidenses y la Autoridad Provisional de la Coalición (APC), encabezada por Paul Bremer.
El contraalmirante retirado David Oliver, quien trabajó con la APC en Bagdad durante seis meses, dijo a la prensa la semana pasada que esa autoridad y los oficiales militares tienen "objetivos opuestos".
Por un lado, las fuerzas comandadas por el general Ricardo Sánchez se concentran en los objetivos "tácticos e inmediatos" de mantener el orden y capturar a hombres fieles a Saddam Hussein, y por otro, Bremer intenta ganarse la confianza del pueblo iraquí.
"El objetivo militar no tiene nada que ver con el éxito de la coalición", dijo Oliver al diario de noticias militares Defence News. "En mi opinión, es un error que… el general Sánchez no trabaje bajo supervisión directa de Bremer", manifestó.
Bremer está subordinado al Pentágono y la Casa Blanca, mientras Sánchez lo está al Comando Central del Ejército. Esta "cadena dual de comando" crea tensión entre Bremer y los militares por asuntos como el grado de fuerza que puede usarse en áreas pobladas, señaló Korb.
"Cuanta más fuerza se usa, más alto es el riesgo de alienar a la población. Cuanta menos fuerza se usa, más riesgo corren las tropas", explicó.
La respuesta, según Pollack, es desplegar "mucha más gente", incluidos especialistas en asuntos civiles, traductores, intérpretes e infantería para patrullar las calles.
Pero esto podría resultar imposible para Washington, que ya se comprometió a replegar al menos 30.000 de los 140.000 soldados estacionados en Iraq antes del próximo verano, cuando la campaña por las elecciones presidenciales en Estados Unidos estará en su auge.
"Debemos buscar rápidamente amigos en el exterior", sugirió Pollack, en coincidencia con Korb. Hasta ahora, sin embargo, esa búsqueda no ha rendido demasiados frutos.